Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

Justin, sacerdote de Nigeria: «Mi familia fue en realidad el primer seminario para mí»

ReL

El padre Justin Chukwunonso Nzekwe se encuentra en Roma ampliando sus estudios en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz / CARF
El padre Justin Chukwunonso Nzekwe se encuentra en Roma ampliando sus estudios en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz / CARF

Justin Chukwunonso Nzekwe es un sacerdote de Nigeria que reside actualmente en el Colegio Sacerdotal Altomonte y completa sus estudios en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma gracias a una beca del Centro Académico Romano Fundación (CARF), que ayuda a sacerdotes y seminaristas de países pobres o en persecución.

Este religioso, llamado a desempeñar labores de su responsabilidad a su vuelta a Nigeria, relata su llamada al sacerdocio y cómo vivió aquellos años:

«Mi familia fue el primer seminario para mí»

En el espíritu del documento del Vaticano II, Optatam Totius, puedo admitir plenamente que mi familia fue en realidad el primer seminario para mí. Nací y crecí en una familia muy católica, y pues a eso le debo el éxito del camino que condujo a mi sacerdocio. Mi madre era un miembro devoto de la Sociedad Bíblica Católica y mi padre acudía diariamente a misa. Me recuerdo estar yendo con mi padre a las misas de la mañana y a la de domingo a una edad muy temprana. También tengo dos hermanos y seis hermanas que están muy cerca de Dios. En nuestra familia, rezábamos oraciones matutinas y oraciones nocturnas juntos todos los días, y nadie se `perdía este encuentro sino tenía buenas razones.

A una edad muy temprana les comuniqué a mis padres mi deseo de ser sacerdote por el ejemplo que vi en mi entonces párroco. Después de considerar mi gran celo por ser sacerdote a esa edad, mis padres ahorraron algo de dinero de sus escasos recursos y me enviaron al seminario menor a la edad de diez años. Con tal decisión, comenzó el largo viaje hacia mi sacerdocio. En el seminario menor, recibí formación espiritual y académica por tres años en la sección junior y otros tres años en la sección senior.

Año espiritual

La segunda etapa de mi formación en el seminario se denominó el “año espiritual”. Fue uno de los años más significativos en mi proceso de formación. En esta etapa, profundizamos en nuestros conocimientos  académicos, pero sobre todo, tomamos muy en serio la vida espiritual.

Fue un año de oración intensiva y una decisión difícil sobre si continuar el camino hacia el sacerdocio. No se nos permitió ir a casa a menudo en esta etapa, pero fuimos entrenados para pasar horas de oraciones y adoración con el Señor.

Teníamos 15 minutos de Lectio Divina cada mañana, durante los cuales nos iban enseñando cómo leer la Biblia y familiarizarnos con la Palabra de Dios. Más significativo en esta etapa de mi formación fue la “Investidura”. Hay que considerar que desde los siete años en que me uní al seminario, he estado usando uniforme escolar y otras prendas regulares. Con la investidura, fuimos investidos ceremoniosamente con una sotana blanca y un sobrepelliz, y desde ese día comenzó mi camino en el seminario mayor.

Trabajamos muy duro para lograrlo, y cuando conseguimos la sotana, comenzamos a aprender a ser sacerdotes: vivir como un sacerdote, caminar como un sacerdote, hablar como un sacerdote e incluso comer como un sacerdote. La sotana blanca era simbólica, nos recordaba la naturaleza de nuestro llamado y lo impecable que debíamos de ser.

Años impactantes

Los años de seminario mayor fueron impactantes me abrieron la mente, estudié y filosofía y otras materias seculares en la primera etapa, y teología en la segunda etapa en el famoso Bigard Memorial Seminary de Enugu, Nigeria. Fue un momento para equilibrar la alta espiritualidad que había adquirido a lo largo de los años con una sólida formación académica.

Entré en contacto con mi primera crisis de vocación seria después de mis años de filosofía, cuando me encargaron un trabajo pastoral habitual de un año en el seminario diocesano menor, para enseñar y participar en la formación de seminaristas menores. Quise permitir que Dios dirigiera mi vida. Creo mucho que mi vida es una vida de gracia. Oré mucho para experimentar el mejor discernimiento posible.

Soy un amante de la Adoración Eucarística, y pasé mucho tiempo durante este período con el Señor en la Eucaristía. Le pedía que se hiciera en mí la voluntad de Dios también a través de la poderosa intercesión de nuestra Madre María. Pedí a mi familia que rezara por mí. Durante este tiempo, algunos amigos abandonaron el seminario porque no tenían vocación y me afectó.

Sin embargo, a través de las oraciones y la intercesión de la Santísima Virgen María, salí de la crisis más fuerte y victorioso. Finalmente elegí vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida. Y pasé los últimos cuatro años en el seminario como estudiante de teología más centrado y resuelto. Estaba decidido y listo para acoger el sacerdocio sin mirar atrás. Tomé mis estudios seriamente, pero aún más seriamente tomé mi vida de oración.

Estoy muy agradecido a mis formadores y a mis directores espirituales que jugaron un gran papel en mi formación en el seminario.

Después de nuestros estudios en el seminario mayor, los seminaristas fuimos enviados a diferentes parroquias para realizar labores pastorales según la tradición de mi diócesis y más tarde, fuimos ordenados diáconos.

El retiro de una semana antes de mi ordenación diaconal fue grandioso. Fue espiritualmente enriquecedor. Todavía recuerdo cuánto recé la última noche antes de mi ordenación, y lo conmovedor que era cuando saludé a mis padres después de que me entregaran al obispo según la costumbre de nuestra iglesia local.

«Soy un sacerdote de Dios»

Mi vida nunca se volvió igual después, mi amor por la Iglesia de Dios se hizo más fuerte, pero más especialmente mi amor por Dios. Mi ordenación sacerdotal también tomó un proceso similar. Toda la gloria a Dios, finalmente soy un sacerdote de Dios.

Fui enviado a una parroquia como vicario parroquial y profesor en la escuela secundaria parroquial, después de mi ordenación. Desarrollé el pasatiempo de escribir cuando era seminarista, y también he publicado un par de libros. No dejé de leer, como sacerdote, y mi amor por la enseñanza también creció.

Trabajé con los jóvenes y con toda la parroquia en general y la experiencia fue enriquecedora. Dos años y pico después de mi ordenación, el obispo decidió enviarme a Roma para continuar mis estudios y poder servir probablemente en el seminario mayor después de mis estudios. Estoy agradecido por su apoyo y asistencia, y más agradecido a él por elegirme como beneficiario de este fondo de becas que actualmente hace posible mis estudios teológicos.

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