Cómo deben recibirse las «directrices de acción» del magisterio social de la Iglesia
La lectura, estudio e interpretación de los documentos de la Iglesia en materia social supone, como presupuesto, contar con una distinción a veces olvidada. Este olvido responde, en buena manera, a la “masificación” que realizan los medios de comunicación al momento de informar sobre las palabras pronunciadas por los Papas o los diferentes organismos de la Santa Sede.
Esta distinción fundamental señala que hay “principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción” en la Doctrina Social de la Iglesia. Dado que la “historia” de esta distinción merecería una nota aparte, iremos al núcleo de la cuestión.
Un texto notable que recuerda la existencia de “principios, criterios y directrices” es la encíclica Solicitudo rei socialis de San Juan Pablo II. Efectivamente, el Papa enseña que la Iglesia [entiéndase el Magisterio] “no tiene soluciones técnicas” para los problemas concretos; que “no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo”; que ella “utiliza como instrumento su doctrina social” y que “en la difícil coyuntura actual, para favorecer tanto el planteamiento correcto de los problemas como sus soluciones mejores, podrá ayudar mucho un conocimiento más exacto y una difusión más amplia del «conjunto de principios de reflexión, de criterios de juicio y de directrices de acción» propuestos por su enseñanza” (n. 41).
La “difícil coyuntura actual” a la que se refiere San Juan Pablo II –en su caso, se trataba del problema del subdesarrollo– reviste tal carácter de contingencia que, si el mismo magisterio social propusiera “directrices de acción” para brindar una posible solución a esa misma “difícil coyuntura”, recibiéndolas con el debido respeto, habría que evaluar, a su vez, si las mismas resultarían viables en atención a las circunstancias concretas de los escenarios nacional e internacional.
Recientemente, a propósito de la “difícil coyuntura actual” producida por la propagación del coronavirus, se ha propuesto “un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas” que realizan, entre otros, “los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado”.
Se trata, evidentemente, de una bien intencionada sugerencia en vistas a remediar, en lo inmediato, las carencias sufridas por los protagonistas mencionados. ¿Cómo evaluar, en concreto, la posibilidad de llevar a cabo esa “directriz de acción”? Aquí es donde cobra importancia la misión específica de laicado católico en la gestión de la cosas temporales en orden al (re)establecimiento del orden social según el derecho natural y cristiano. Sin dejar de recibir con buen espíritu la “directriz de acción” que es la propuesta de un “salario universal”, juzgar en concreto la viabilidad efectiva corresponde a quienes, por su arte y ciencia, sí pueden y deben proporcionar soluciones técnicas. En este caso en particular, se trata de una propuesta que requiere, al menos, una mirada política y económica.
Debido a la brevedad propia de una nota periodística, conviene llamar la atención sobre un último punto. Las injusticias sociales ante las cuales cualquiera de nosotros debe sentir una virtuosa indignación no son resultado directo del capitalismo como sistema económico sin hacer una aclaración: una cosa, efectivamente, es el capitalismo, y otra es el liberalismo económico que, como hemos explicado en otra nota a partir de varios textos magisteriales a lo largo de la historia y que, también conviene recordarlo, señalan cierta continuidad en el mismo sentido.
Recordar la mencionada distinción entre principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción ayudaría a no malgastar energías en interminables debates en los que lo absoluto suele trastocarse y convertirse en relativo y a lo relativo se lo postula como lo absoluto.
@GermanMasser
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