Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

En la muerte del padre Torres-Pardo, testigo de Cristo Rey

José Luis Torres-Pardo.
El padre José Luis Torres-Pardo (1928-2023) fundó en Argentina el Instituto de Cristo Rey, que tiene casas también en España y en Estados Unidos.

por Jorge Piñol, ICR

Opinión

El pasado lunes 24 de abril falleció en Roldán (Argentina) el padre José Luis Torres-Pardo.

El padre Torres-Pardo había nacido en Córdoba (España) en 1928. Siendo un niño de apenas siete años vivió junto a sus padres la heroica defensa del Alcázar de Toledo, liberado finalmente el 28 de septiembre de 1936. Pasó su infancia y juventud en aquella España tan llena de valor y de sangre martirial al servicio de Cristo Rey. Fue educado en las virtudes cristianas, en un hogar cálido y en un ambiente social austero, sano y magnánimo.

En 1948 ingresó a la vida religiosa en los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey, después de haber conocido al fundador de aquella congregación, el padre Francisco de Paula Vallet.

Fue ordenado sacerdote en Digne (Francia) en 1958 y ejerció los cargos de maestro de novicios y superior de la casa de su congregación en las cercanías de Madrid. En 1968 llegó a Argentina como superior local y regional de Argentina y Uruguay, en donde también desplegó una fecunda actividad, principalmente con la predicación de ejercicios espirituales y la enseñanza doctrinal.

Luego de un serio discernimiento, en 1974 dejó su querida congregación, a la que había servido con ferviente dedicación y a la que no dejó de recordar siempre con afectuosa gratitud. El entonces arzobispo de Rosario, monseñor Guillermo Bolatti, ofreció al padre Torres-Pardo dar clases en el seminario diocesano, en el que fue profesor de espiritualidad y de varias materias filosóficas durante muchos años.

El Padre tenía un profundo gusto por la sabiduría cristiana y se dedicó a su estudio con intensidad; gozaba con la "compañía" de la Palabra de Dios, de los Padres y Doctores de la Iglesia y de otros santos de su devoción, entre los que destacaba singularmente San Ignacio de Loyola. Cuando circulaban opiniones "llamativas y extrañas" (en relación a la fe católica), se esforzaba por contrastar la luz de la verdad frente a las confusiones del momento.

Algunos de los jóvenes que hicieron Ejercicios con él en ese tiempo se sintieron llamados a seguirlo en la vida consagrada, atraídos por la claridad, la fuerza y la unción de sus palabras. Así surgió una incipiente comunidad, a la que monseñor Bolatti dio una primera aprobación en 1980.

Los primeros hermanos del Instituto de Cristo Rey: de izquierda a derecha en la foto, Jorge Piñol (autor de este artículo), José Laxague, el padre Torres-Pardo y Daniel Almada.

Los primeros hermanos del Instituto de Cristo Rey: de izquierda a derecha en la foto, Jorge Piñol (autor de este artículo), José Laxague, el padre Torres-Pardo y Daniel Almada.

De ese modo nació el Instituto Cristo Rey, formado por sacerdotes y hermanos. Junto al Instituto surgió la Legión de Cristo Rey, movimiento de laicos que comparte el mismo carisma de la realeza de Cristo.

Para favorecer la propagación del reinado de Cristo tanto en la vida personal como en la dimensión familiar y social, el P. Torres-Pardo quiso que el Instituto Cristo Rey tuviera como prioridad pastoral la dedicación a la formación y a la santificación de sacerdotes y consagrados.

Los sucesores de monseñor Bolatti en la arquidiócesis de Rosario continuaron aprobando y alentado la vida del Instituto. En la actualidad el Instituto tiene casas en Argentina y en España, y realiza su apostolado también en los Estados Unidos, en donde la Legión de Cristo Rey ha recibido la aprobación formal de dos arquidiócesis.

Por razones de salud, el padre Torres-Pardo renunció al cargo de superior general de su Instituto en 2011. Desde ese momento estuvo completamente ocupado en la oración, el estudio y la enseñanza impartida a los hermanos que residían en la casa madre del Instituto en Roldán, cerca de Rosario (Argentina).

En los últimos tres años la vida del Padre se había simplificado y consistía en estar prácticamente todo el día en su oratorio ante Jesús Sacramentado, con su rosario y algunas lecturas espirituales de su predilección. Su espíritu sacerdotal se reflejaba con la mayor nitidez en la centralidad de la Misa cotidiana.

Su constante y creciente espíritu de piedad se manifestaba principalmente en la amorosa y filial devoción a Dios Uno y Trino, a Jesucristo Rey y a María Santísima. Ese mismo espíritu le movía a "sentir con la Iglesia" en toda circunstancia, sin dejar de discernir y de sufrir las debilidades y los vicios de algunos de sus miembros. Su mirada de fe y de sincero amor a la Santa Madre Iglesia le infundía un gran respeto y una humilde obediencia a los pastores, comenzando siempre por el Sucesor de Pedro, independientemente de los caracteres personales de cada Papa del último siglo.

Los hijos espirituales del padre Torres-Pardo nos sentimos completamente agradecidos al Señor por el don de su vida, por su paternidad y sabiduría, por su ejemplo de desprendimiento y de abandono en la Providencia divina, y por su fidelidad a Cristo Rey, "herencia" que nos compromete, fortalece la esperanza y da fecundidad evangélica a tantas vidas.

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