Domingo, 05 de mayo de 2024

Religión en Libertad

El domingo, fundamento de la paz personal y familiar


Allí donde se olvidan el descanso y el culto dominicales, casi inevitablemente encontramos una práctica del cristianismo débil o inexistente. Y al revés: quienes toman en serio su vida espiritual saben que el domingo es la clave para la paz personal y familiar, la savia vital de la cultura cristiana en el hogar.

por Katie Warner

Opinión

Voltaire, filósofo francés del siglo XVIII bien conocido por sus ataques al catolicismo, escribió una vez: "Si quieres matar el cristianismo, debes suprimir el domingo".

Allí donde se olvidan el descanso y el culto dominicales, casi inevitablemente encontramos una práctica del cristianismo débil o inexistente. Y al revés: quienes toman en serio su vida espiritual saben que el domingo es la clave para la paz personal y familiar, la savia vital de la cultura cristiana en el hogar.

Muchos de nosotros conocemos el Tercer Mandamiento dado por Dios a Moisés: "Acuérdate del día del sábado, para santificarlo. Trabaja seis días, y en ellos haz todas tus faenas. Pero el día séptimo es día de descanso, consagrado a Yavé, tu Dios. Que nadie trabaje: ni tú, ni tus hijos, ni tus hijas, ni tus siervos, ni tus siervas, ni tus animales, ni los forasteros que viven en tu país. Pues en seis días Yavé hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el sábado y lo hizo sagrado" (Éx 20, 811).

Por desgracia, conocer el mandamiento no significa que se cumpla bien. Agendas repletas, acontecimientos deportivos y televisivos, restaurantes y centros comerciales abiertos y un hábito cultural generalizado de trabajar demasiado y jugar demasiado poco facilitan que los domingos pasen ante nosotros como cualquier otro día de la semana. Pero Dios fue claro: el Sabbat (que, gracias a la Resurrección de Jesucristo, los cristianos celebramos ahora el domingo) es algo totalmente distinto.

Concederle prioridad al culto y al descanso dominicales exige paciencia y determinación. Santificar los domingos y fiestas de guardar requiere un esfuerzo colectivo. Todo cristiano debería evitar pedir a los demás cosas innecesarias que les dificulten observar el Día del Señor. Las actividades tradicionales (deporte, restaurantes, etc.) y las necesidades sociales (servicios públicos, etc.) precisan que algunas personas trabajen en domingo, pero cada uno tiene la responsabilidad de dedicar un tiempo suficiente al descanso (Catecismo de la Iglesia Católica, 2187).

Hay muchas formas de mantener la santificación del domingo, entre ellas:

-No ir de compras.

-Abstenerse de los medios de comunicación.

-Exprimir al máximo el fruto de la misa volviendo luego sobre las lecturas en familia y comentando lo que cada cual sacó en limpio de la misa ese día a través de las Escrituras, de la homilía o de la oración personal.

-Reservar un tiempo para la siesta o la lectura de placer.

-Cocinar juntos una gran comida familiar.

-Jugar o ver una película en familia.

-Dedicar un tiempo fuera de casa a caminar o a jugar en el jardín o en el parque.

-Reunirse con amigos de la familia o parientes.

-Juntarse en torno al altar familiar o al espacio de oración del hogar para rezar por algo y para hacer lectura espiritual y reflexión.

-Celebrar los días de fiesta con actividades especiales o comidas relacionadas con la fecha.

-Dedicarse a algún hobby individual o colectivamente.

-Rezer el Rosario en familia.

-Servir a los pobres y a otras personas necesitadas de la comunidad.

-Participar en ministerios o reuniones parroquiales.

-Visitar a parientes o amigos enfermos.

-Fundar un proyecto de servicio a los demás, o unirse a él.

La finalidad de tus actividades y celebraciones del Día del Señor es el culto, el descanso y el ocio. Si nos descuidamos, corremos el riesgo de conducir a nuestras familias al hábito de glorificar el trabajo y despreciar el ocio. En su obra maestra El ocio y la vida intelectual, Josef Pieper sostiene que el ocio exige una afirmación constante mediante la práctica, y que nos conduce a una alegría intelectural perdurable. "Por eso la capacidad de estar ´ocioso´ es una de las potencialidades básicas del alma humana... La capacidad de estar ocioso es el poder ir más allá del mundo del trabajo y conseguir contactar con esas fuerzas sobrehumanas y vivificadoras que pueden enviarnos de nuevo, renovados y vivos, al atareado mundo del trabajo".

El ocio nos pone en contacto íntimo con el Dios que nos hizo para el descanso, no para el trabajo. El trabajo es un medio para un fin, y ese fin es el ocio, primero aquí en la tierra y al final en la gran fiesta del banquete celestial, donde la tranquilidad y la alegría y el descanso y el culto se encuentran y convergen en la paz para la que nuestro corazón fue hecho.

Como cristianos, miramos el domingo como el primer día de la semana, no el último. El Catecismo explica que "para los cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor... el ´domingo´” (2174). La forma de empezar la semana con el pie derecho debe ser disfrutar de la paz de la Resurrección, con un sentido del descanso rejuvenecedor, habiendo dedicado el día a la oración, al juego, a la acción de gracias, a la memoria de la alianza de Dios con su pueblo y, lo que es más importante, al culto comunitario en la Santa Misa.

Publicado en
Crisis Magazine.
Traducción de ReL.


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