Pero, ¿cuál conservador? Ratzinger es un reformista

"Yo tengo una gran estima por él... Aprecio mucho la pasión y la inteligencia con las cuales Benedicto XVI ha puesto en el centro de su pontificado la crítica a la modernidad por haber olvidado la dimensión del Divino y por haber reducido la existencia humana a un materialismo plano, sin esperanza y sin alegría". Así dice hablando de Joseph Ratzinger el recientemente desaparecido Raimon Panikkar, sacerdote, teólogo, gran estudioso de las religiones y un hombre de diálogo universal. Una sorpresa para muchos... Todo se puede pensar de Panikkar, pero no que fuera un "conservador", pero desde 1980 es costumbre considerar a Ratzinger un hombre de conservadurismo, de resistencia a lo nuevo y al progreso.

Desde ese año, de hecho, ha desempeñado por mandato de Juan Pablo II el papel de "el guardián de la fe" en el ex Santo  Oficio. Y sin embargo, el joven Ratzinger, teólogo ya conocido, estuvo presente en el Concilio (19621965), "experto" del cardenal Joseph Frings arzobispo de Colonia y una de las cumbres del "progresismo" del concilio, colega de teólogos como Karl Rahner y Hans Küng.

Ahora, Joseph Ratzinger es desde hace 6 años Benedicto XVI y lleva todavía consigo, sobre todo en los medio llamados "laicos", la fama de enemigo del progreso y de las novedades.

Panikkar, profeta del futuro, ¿no tiene razón? ¿O no la tienen tantos que no poseen la capacidad crítica ni la honestidad profesional para conocer antes de juzgar, de informarse para saber y de tomarse la molestia de leer para informarse? Una modo muy corriente por aquí ha construido un cliché:

Papa conservador, pontificado tradicionalista, visión negativa y tristemente bloqueada, primavera del Vaticano II enterrada... ¿Es verdaderamente así o los hechos y las palabras de este pontificado muestran que la medalla tiene otra cara, la sorprendente de la fidelidad al Concilio en su sustancia?

Cierto, los que piensan solo en el hecho de que Benedicto XVI parece haber tendido la mano reconciliante a los cismáticos de Lefebre, visibles o escondidos, pueden ver que Panikkar no tenía razón; pero si luego observan el hecho de que la condición que ha puesto para todos los acercamientos es la aceptación plena de los documentos del Concilio, y que por esto ha habido un rechazo, entonces pueden dudar del retrato de "conservador" y acérrimo enemigo de las novedades. Además lo ha dicho muchas veces, antes y después de la elección como Papa:

"Yo no soy un revolucionario. ¡Soy un reformista!" En cuanto a la tristeza, solo hay que recordar que en su entrevista con Peter Seewald, "Luz del mundo" (p. 27), 27), Benedicto XVI declara explícitamente que el único objetivo que ha perseguido durante toda su vida de sacerdote, teólogo, obispo y ahora de Papa ha sido difundir la alegría cristiana, y que la última palabra de su segundo volumen sobre Jesús (p.  324) es justo "alegría cristiana".

Pero el discurso no es sólo personal: ¿La Iglesia Católica gobernada por Joseph Ratzinger está desdiciendo las conquistas del Concilio? No parece. En uno de sus primeros discursos, él mismo ha declarado como programa de su pontificado la puesta en práctica plena del Vaticano II, definido "estrella polar", una de las más grandes gracias que el Espíritu Santo ha realizado sobre su Iglesia en el Siglo XX.

¿Desmentido el Concilio? Seguramente no por las palabras del Papa. Se bien que hay hombres de Iglesia, incluso importantes, que dan la impresión de resistir todavía a las novedades del Concilio, pero como observador atento encuentro señales en sentido totalmente contrario.

Tomo como ejemplo el “Osservatore Romano”. En los últimos años en él he leído páginas con juicios positivos, incluso en conjunto, sobre hombres como Don Milani, Don Mazzolari, Padre Turoldo, Padre Balducci etc... Más directamente, y más recientemente, un teólogo serio y de autoridad como Inos Biffi, il domingo 12 de Junio (p. 4) ha tratado sobre "Iglesia y Salvación", preguntándose el significado de la fórmula tradicional “Extra Ecclesiam nulla salus” (fuera de la Iglesia no hay salvación). Se sabe que puede ser leida - y ha sido leida abundantemente- también como afirmación de que la salvación eterna es solo de aquellos que se encuentran dentro de la Iglesia institucional, católica y romana, pero se sabe también que esta versión, que gusta a los tradicionalistas y clericales de todos los tiempos, contrasta con la doctrina bíblica de la salvación de todos aquellos que libremente responden a la llamada de Dios Creador y Salvador y con afirmación de la llamada universal a la santidad, fruto del concilio.

Si los límites de la salvación fueran de manera idéntica los visibles y comprobables de la Iglesia Católica como institución histórica, entonces la mayor parte de la humanidad estaría destinada a la perdición, y la salvación universal sería un sueño imposible... Pero ésta no es la doctrina cristiana sobre el tema. Desde sempre San Pablo nos ha enseñado que "quien no ha conocido la ley", pero obra según su conciencia con justicia obra de acuerdo con su propia ley. Siempre - hay que recordar el fragmento del Juicio final en Mateo 25-  se ha tenido claro   que seremos juzgados sobre el amor, y que el amor auténtico al prójimo valdrá también como amor a Dios:

" ¡Lo que hagáis a uno de estos pequeños, a mi lo hacéis! Cada uno de los hombres, cada una de las mujeres, desde siempre y para siempre en el designio misericordioso y de salvación del Creador puede alcanzar la salvación en Cristo Jesús, incluso si no lo conoce directamente, pero lo reconoce en el prójimo que ama en concreto...

Éste es también el espíritu original del Concilio, desde el discurso inaugural del papa Juan a la Gaudium et Spes. Hoy podemos ver así en el "Osservatore Romano”, mientras Joseph Ratzinger es Obispo de Roma desde hace seis años y se prepara a confirmar también en Asís, sin confusiones y sincretismos de ningún tipo, la fraternidad con hombres y mujeres de todas las religiones y de buena voluntad. ¿Pero entonces cuales son las fronteras de la Iglesia? Notas las de la Iglesia visible, pero las de la Iglesia misterio de salvación en Cristo nadie las puede fijar.

Doctrina antigua, cierto, de los Evangelios y de San Pablo, confirmada por Pio XII en la “Mystici Corporis”, en la que afirma que al "alma" de la Iglesia pertenecen muchos que no pertenecen a su cuerpo visible, y dada como obvia también por Benedicto XVI ("Luz del mundo", p.21) citando a San Agustín: "Muchos que parecen estar dentro están fuera, y muchos que parecen estar fuera, están dentro". Objeción de los conservadores clericales a ultranza: ¿pero dónde termina la "misión" dada por Cristo a los suyos desde los inicios, el deber de anunciar el Evangelio a todos? Quizás por eso seis días más tarde 18 de junio- de nuevo Inos Biffi, de nuevo el "Osservatore Romano", de nuevo p. 4, recuerda que este "ejercicio irrenunciable para la Iglesia no es una amenaza para la libertad del prójimo".

Esto es: hoy la Iglesia católica de Benedicto XVI no mira la historia con el retrovisor, tal vez empañado por el afán y el miedo de la novedad. El viento del Concilio sopla todavía, no obstante los retrasos y la lentitud de todos. Incluso si los periódicos y los periodistas, más o menos expertos de asuntos vaticanos, no se dan cuenta ni siquiera de la novedad que llama siempre a la puerta del hombre, también hoy...

Vatican Insider