Viernes, 11 de octubre de 2024

Religión en Libertad

SEGUNDA PARTE DE LA ENTREVISTA A ALFREDO DAGNINO

«La diversidad de movimientos es una gracia, pero tiene que haber altura de miras»

Alfredo Dagnino analiza la situación actual de los católicos españoles, la unidad de acción, los gobernantes, el bien común y la posición de la ACdP en el centenario de su fundación en 1909 a cargo del sacerdote jesuita Ángel Ayala.

Nicolás de Cárdenas/ReL

Alfredo Dagnino
Alfredo Dagnino
- Ha hablado de cómo ha habido una cierta unidad de acción en la base católica, con independencia del movimiento o la familia a la que uno pertenezca. Cierto obispo me hacía la siguiente reflexión: En España hay una comunión casi perfecta en las bases de los movimientos y realidades eclesiales, pero no en sus dirigentes. ¿Qué papel aspira a jugar como máximo responsable de la ACdP? Porque se han dado episodios ciertamente preocupantes.
- Esto es esencial. La unidad de acción en el seno de la Iglesia. La unidad dentro de la diversidad. El hecho de que hayan florecido asociaciones apostólicas y movimientos es una gran riqueza y una gracia. Lo dijo Juan Pablo II cuando habló de los carismas en la vida de la Iglesia y cómo eso es una forma de enriquecer en un momento además en que se ha dado en paralelo la crisis de las órdenes y de las fundaciones religiosas. Es un tema esencial para la vida de la Iglesia. Gracias a Dios ha habido un florecimiento laical desde mediados del siglo XX como consecuencia del concilio Vaticano II.

Es verdad que eso puede tener una implicación de diversidad y de dispersión y eso muchas veces en la acción apostólica se hace patente. Creo que tenemos un gran reto: que dentro de la diversidad de carismas en la Iglesia haya un esfuerzo porque haya siempre plena comunión en la Iglesia, y comunión entre nosotros. Unidad y fraternidad, más allá de estrategias, sino que todos formamos parte de la misma Iglesia y todos vamos en el mismo barco y servimos al mismo Señor. Es verdad que en ese contexto a veces se dan episodios que son poco edificantes, que no tienen nada que ver con la riqueza de la diversidad. Sino con esa servidumbre o esa sombra de personalismos o de la disgregación que a veces es mayor de la que sería deseable.
 
Creo que es un problema de espíritu y de disposición, que no tiene nada que ver con la diversidad, que es sana y enriquece. Es legítima esa pluralidad. Pero tiene que haber mucha altura de miras y procurar servir a la unidad. Y esa es una gran misión en el laicado católico.
 
- Dice el Padre Ayala en «Formación de selectos»: «Las obras y los pueblos son lo que sus gobernantes: si estos son aptos, aquellos prosperarán; si éstos son ineptos, se hundirán». ¿Cómo se concreta esto hoy? ¿Cómo ve el panorama de los gobernantes, de los que lideran los centros de poder en la sociedad?
- Hay un deterioro progresivo. Pero la cuestión se resume en lo mismo. Es el hombre, cómo se construye el sujeto cristiano en la vida en comunidad. Un gobernante es expresión de la humanidad de una sociedad. También ha habido un deterioro muy progresivo de la concepción recta de la democracia. Lo que es una necesidad urgente y acuciante es reconsiderar las bases de la política y de la teoría política. Es algo a lo que queremos contribuir con esta XI edición del Congreso. Primero, una política con mayúsculas, en sentido clásico, helénico, orientada al servicio al bien común. ¿A qué sirve la política? La política es expresión de la vida civil organizada del hombre. Y ¿a quién se sirve? Al bien común. ¿Qué es el bien común? La clase política o los gobernantes en un sentido más abstracto, ¿saben lo que es el bien común? ¿O a qué se sirve? ¿A los intereses de grupo? ¿A los intereses de facción? ¿Al interés particular?
 
Que se analice la política más allá de la accidentalidad de las formas, de la estructura de estado, de las organizaciones políticas. Ese es el hilo conductor sobre el que bascula el magisterio de la Iglesia y su doctrina social. Y lo que tiene que haber son hombres en la vida política que se hagan partícipes de la belleza de esa concepción de la política muy grande y muy elevada y que sirvan al bien común. Que conciban la política como un servicio transitorio no como una profesión. Y que la propia democracia sea consciente de que no se puede constituir como una pura técnica procedimental para formar gobiernos, sino que la democracia es todo un sistema que tiene unos fundamentos morales y prepolíticos y que tiene que partir de la dignidad de la persona humana y de los derecho fundamentales. Eso es lo que nos jugamos hoy. Si no, habrá una clase política cada vez más cerrada, más oligárquica, una democracia inspirada en la partitocracia que degrada el sistema, donde los partido políticos son unas estructuras de Estado alimentadas por una oligarquía que no tiene carácter democrático. Pero no es exclusivo de España. Esto está pasando en Europa y arrastra de principios del siglo XX. Lo que necesitamos son hombres que sean capaces de infundir una sanación y una regeneración del sistema. Y en esto tenemos que hacer todo lo posible porque tenemos una concepción cristiana de lo que es la vida política, susceptible de ser compartida por otros muchos, pues podamos diseñarla de tal modo y transmitirla que esa belleza haga suscitar vocaciones. Aunque la gran cuestión sea prepolítica. Tenemos que despertar vocaciones auténticas por una política auténtica. Y creo que a eso sirve esta XI edición del Congreso.
 
Entiendo que en los medios estas cosas se juzgan en un plano muy pedestre, diciendo que aquí detrás hay una estrategia [se refiere a la creación inminente de un partido confesional católico]. No. Aquí hay una estrategia a largo plazo de formar hombres que hagan pedagogía de una forma distinta de ver la política.
 
- Las encuestas sobre líderes políticos e intención de voto reflejan una creciente desafección de la sociedad por los partidos políticos. ¿Es un signo de crisis o de madurez de la sociedad española?
- Puede ser entendido de las dos maneras. Que haya ciudadanos que sean ciudadanos y no súbditos, que es la gran diferencia y es resultado de un proceso histórico Que los ciudadano sean libres y responsables y que enjuicien con mentalidad crítica el sistema y a las personas que encarnan de alguna manera el sistema no con ánimo de destruir el sistema, sino de enriquecerlo y de aportar para mejorarlo, creo que es signo de madurez progresiva de la ciudadanía y de la sociedad civil.
 
Ahora, qué duda cabe que desde la perspectiva de ese deterioro inmenso del sistema es expresión de una crisis muy profunda, que sería muy largo explicar cuáles son sus causas, pero que exigen cuanto antes una luz que permita obrar esa regeneración.

Regenarión de España desde la sociedad civil 
La ACdP se ha caracterizado por el empeño en la formación de las clases dirigentes en la política, la empresa, el sector educativo. Tiene sobre la mesa dos propuestas para un currículum académico centrado en formar líderes. ¿Cuáles son sus líneas básicas? ¿Están pensando en ponerlas en marcha en un plazo razonablemente cercano?
Más que propuestas lo que hay es un sentido institucional de cómo puede la asociación y sus obras aportar a todo este espíritu que he transmitido durante la entrevista. Hay cosas que se están haciendo y otras que tenemos la intención de hacer.
 
Una es articular alguna forma de escuela de formación de dirigentes, que no tiene que estar ligados a la política, sino en el sentido que señalaba el padre Ayala en «Formación de selectos» y que decía Fernando Martín Sánchez. Que puede ser un medio de comunicación o un responsable político. Es decir, esta casa tiene que dar respuesta a esa necesidad que además es compartida por otras instituciones con las que he intercambiado opiniones sobre este particular y se ve esa necesidad.
 
Sería una suerte de nueva línea de propuesta educativa para un público muy concreto, muy distinto del habitual en nuestras obras y con la línea de inspiración cristiana que propone esta casa. En ese contexto, he consultado con varias personas de dentro, otras de fuera, y ellos me van haciendo propuestas. La idea sería combinar las enseñanzas técnicas, porque la idea es formar a los mejores y formarles con una determinada inspiración. Y que se pueda enseñar derecho político o economía aplicada transido todo de lo que es nuestra identidad cristiana, haciendo particular hincapié en la Doctrina Social de la Iglesia.
 
Otra cosa que se está trabajando, es hacer una tarea prepolítica de reflexión porque la obra regeneradora que necesita España tiene que venir de la sociedad civil. Estoy convencido de ello. Que sea la sociedad civil, que se fortalezcan las instituciones sociales, los cuerpos intermedios, las asociaciones, las corporaciones… Que haya ciudadanos bien formados que puedan enjuiciar con sentido crítico las acciones públicas, las acciones de los gobiernos o los parlamentos eso es signo de ciudadanía; de ciudadanía cristiana como decía Ángel Herrera Oria.
 
Por ejemplo, tenemos un Aula Política  en el Instituto de Estudios de la Democracia que conforman un grupo significativo de personas destacadas en diferentes campos de la vida pública y que está trabajando temas desde el punto de vista institucional y desde el punto de vista técnico para dar respuesta futura a cuestiones que se están suscitando y que habrá que dar respuesta en no muy largo tiempo.

Por ejemplo, cómo afrontar la cuestión del ser de España desde un punto de vista especulativo de las ideas y desde un punto de vista técnico. Por que muchas veces hacemos un análisis. Pero, ¿cuál sería una propuesta para preservar el espíritu constitucional y los principios en los que se asienta el sistema? Se ha hecho una reflexión con diversas ponencias técnicas desde muchos enfoques y una propuesta de reforma constitucional.
 
Desde el punto de vista de los males del sistema democrático, de participación y de la gestión política, se está haciendo un estudio minucioso de cómo reformar el sistema electoral. Y así sucesivamente.
 
Toda esta discusión en el terreno especulativo y de las ideas tiene que llevar aparejada, si tomamos conciencia de que la situación es la que es, propuestas de regeneración que tiene dos órdenes de consideraciones. Uno en el terreno de las ideas, de cuáles son los presupuestos antropológicos, jurídicos o morales sobre los que obrar esa regeneración y de propuestas también concretas. Y luego llegará un momento en que esos hombres, que ahora hacen esa tarea prepolítica, tengan que dar el salto y digan cómo articular esto y cómo ejecutarlo o trasmitirlo a los partidos políticos.

Hay que establecer 10 puntos esenciales: la educación, la familia, la familia, el ser de España, las raíces de Europa… en el que hay mucha gente que tenemos que ponernos de acuerdo y que la clase política también sea consciente y que la sociedad civil sea cada vez más madura de qué planteamientos hace la clase política. 

- Desde la fundación de la ACdP, primero con la República tuvo gran repercusión social, posteriormente durante el Franquismo; en la Transición su papel es clave y fundamental. Ahora que estamos en el centenario ¿cómo se podría concretar su acción? ¿Dónde estaría el punto donde le gustaría poner a la ACdP?
- Hay que ser conscientes de que una cosa es la ACdP, otra cosa son sus obras, y otra cosas es lo que hagan hombres de la asociación o de sus obras, que bien actúan a título individual, o bien les encomendaron una misión. Son planos muy distintos. La ACdP no es una asociación política, ni es un ateneo cultural. Es un movimiento católico por así decirlo, aunque no lo sea en sentido estricto. Es una realidad que pertenece y está incardinada en la Iglesia. Lo que tiene que hacer la asociación es lo que ha hecho desde 1909, con los altibajos propios del la historia de España y de la Iglesia: formar hombres que se incorporen a la asociación y que vivan intensamente a su espíritu sobrenatural. Hombres que tienen que estar bien formados, que constituyan esas minorías que luego sean fecundas en la vida pública.

El gran reto que tiene la asociación 100 años después es, siendo muy fiel al pensamiento y al carisma que llevó a su fundación, intentar implicar a hombres católicos y apostólicos, para que sean el sostén de un cuerpo de Iglesia con un carisma que hoy cobra una virtualidad especial. Y que esos hombres que pertenecen a la asociación, se les anime a estar activos y de manera responsable en la vida pública.
 
Luego tiene obras concretas. Quizás, y eso lo digo también con un sentido crítico, están excesivamente decantadas en la educación en los últimos años. Lo cual no significa que no sea esencial la educación, pero tendríamos que plantear que haya obras en otros campos de la vida pública. 
 
Por ejemplo, la comunicación. Desde tiempos muy tempranos Ángel Ayala siempre tuvo presente que ese espíritu de propagandismo católico que lleva a la fundación de la asociación no basta sólo con dar mítines como se dieron a principios del siglo XX, sino que hacía falta también la palabra escrita, la Prensa. Es cuando después de una celebración eucarística se decide que hombres con nombre y apellidos pongan dinero de su bolsillo para comprar el diario El Debate en 1911. Lo compran y lo transforman. Ángel Herrera manda a tres personas a Estados Unidos: el padre Braña, Marcelino Oreja y José María Urquijo que vienen empapados de la vanguardia del periodismo anglosajón y aplican aquí todas las técnicas, las agencias de noticias, los sistemas editoriales y de redacción. Esa audacia y ese dinamismo a la hora de promover obras desde la asociación son muy importantes. Bien nosotros o nosotros en colaboración con otros.

Ahora, crear obras desde la sociedad civil entraña una dificultad que no es comparable a la situación de entonces, desde muchos puntos de vista, materiales e inmateriales. Hay muchísimas instituciones que participan del espíritu que estamos hablando que tienen que concentrar esfuerzos en esa misión apostólica. Y luego, que haya hombres, que al margen de la asociación, aunque formados en la asociación, estén presentes siendo germen de la sociedad.
 
Fortalecer la asociación, hacer de ella un gran cuerpo de Iglesia cohesionado con una línea institucional clara, promover obras en otros campos de la vida pública distintos a la educación -fortaleciendo la presencia en la educación, sobre todo con los colegios, consolidar las universidades y ampliar el número de colegios en toda España-, y sobre todo, formar hombres que sean capaces de formar grupos de acción en la vida pública , en todos los ámbitos dela vida pública, y procurar la unidad de acción en el seno de la Iglesia vertebrando el laicado son compromisos que tiene la ACdP, esté quien esté al frente.
 
- Casi nada…
- Casi nada, pero esa es nuestra historia.
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