Jueves, 02 de mayo de 2024

Religión en Libertad

PRIMERA PARTE DE LA ENTREVISTA A ALFREDO DAGNINO

«Esteban Munilla es el hombre con disposición, vocación y preparación para Radio María»

El presidente de la ACdP, Alfredo Dagnino, es un hombre de profunda reflexión. Acaba de afrontar el reto de presidir también Radio María y confía en poder dejarla pronto ordenada y en buenas manos, «porque no se puede estar en todos los sitios». Dagnino ha accedido a conversar con ReL sobre este y otros asuntos, que serán publicados en dos partes. Primera ronda.

Nicolás de Cárdenas/ReL

Alfredo Dagnino
Alfredo Dagnino
- Usted ejerce el liderazgo de la ACdP y, recientemente ha asumido la presidencia de Radio María. El proceso ha sido complejo, con larguísimas negociaciones que finalmente llegaron a buen puerto. Alguien puede plantear que asume usted demasiadas responsabilidades o que ejerce de «apagafuegos» de asuntos que no están relacionados con su tarea principal…
- Bueno, cada uno es muy libre de pensar lo que quiera. Yo fui elegido presidente de la Asociación Católica de Propagandistas hace más de tres años y como consecuencia de eso, y dada la configuración interna de la casa, soy presidente de sus obras apostólicas. Lo de Radio María ha sido una cosa que ha surgido incidentalmente en el camino. Yo era colaborador de Radio María desde hace muchos años en diversos programas y en el ámbito del arzobispado de Madrid y de la Familia Mundial en la que está incardinada Radio María en España, pues me pidieron que, si lo tenía a bien, pudiese contribuir a facilitar una transición de una situación bastante complicada.

En su momento manifesté mi cierta incapacidad para asumir más cosas. Lo que sí he pedido es que en la medida en que esto se vaya resolviendo, que se me pueda liberar de esa responsabilidad, porque no se puede estar en todos los sitios. Pero cada cosa tiene una justificación objetiva y en este caso, ha sido también que a uno también le cuesta decir que no y sobre todo cuando se trata de una misión eclesial.
 
- Entonces, ¿será un periodo transitorio?
- Bueno, en eso estamos. Ahora mismo se acaba de concluir todo el proceso de cambio de los socios, porque es una estructura jurídica muy singular. Es una asociación civil que está ligada al arzobispado de Madrid en virtud de convenios que se tiene ahora que reforzar, y que es quien concede la missio canónica al director editorial y de programación que es un sacerdote. Y ese es el esquema internacional de Radio María. Yo di mi aquiescencia a prestar ayuda en ese proceso de negociación y lo normal sería que alguien pudiese asumir ahora esa responsabilidad. Pero bueno, formalmente estoy yo, hemos configurado la Junta Directiva, se está reactivando de nuevo el voluntariado, las emisiones y los contenidos… Y en esa línea estamos.
 
- ¿Cuáles son las líneas a futuro de la emisora? Porque en este tiempo se ha hablado de que tiene una delicada situación económica y legal, aparte de las luchas internas, ya solventadas.
- No hay problemas de tipo económico, lo que ocurre es que Radio María es un proyecto que nace en el entorno de la Italia de hace 15 o 20 años, como consecuencia de un planteamiento que hizo un grupo de personas de una radio con un profundo espíritu evangélico. No como una radio que esté terciando en las contingencias del mundo, sino que nace como una radio de oración y de piedad. Y se va extendiendo. Ahora mismo está presente en 65 países. Y lo que tiene es una estructura que, en principio es de asociación civil, pero en plena comunión con la Iglesia, que es quien provee, a través de la missio canónica los directores de las radios nacionales.
 
En este caso se dieron dificultades derivadas primero, desde el punto de vista técnico. La radio en España tiene un régimen muy riguroso de cómo se utiliza el espectro radioeléctrico y de concesiones administrativas. Y luego, desde el punto de vista de la organización, porque muchas veces se promueven proyectos que tienen una estructura jurídica dudosa.
 
Creo que el reto es fortalecer y dar continuidad a este proyecto que desde el primer momento me ha impresionado -yo lo conocía desde hace mucho años sin estar en ninguna responsabilidad-, con cientos de miles de oyentes, aunque es difícil cifrarlo puesto que no está en el EGM, pero que por los boletines que se cumplimentan para los folletos informativos, la fundación, para los donativos que verdaderamente tiene detrás muchísima gente; y luego, una masa crítica de voluntarios distribuido por toda España. Es un proyecto muy bonito que acompaña a mucha gente, algunos están solos: desde directores de medios de comunicación a amas de casa, pasando por un recluso en un centro penitenciario. Es verdaderamente impresionante.
 
Lo importante en estos momentos es consolidar y dar continuidad a un proyecto precioso y benemérito desde el punto de vista evangelizador y apostólico y darle una estructura rigurosa y seria.

- ¿Qué papel desempeñará el padre Esteban Munilla?
- Ha sido el director de programación durante los últimos cuatro años y medio o cinco años. Creo que la labor que ha hecho hasta ahora ha sido extraordinaria a pesar de todos esos avatares y todas esas dificultades. Él de alguna manera también se vio cuestionado por la Junta directiva anterior y he intentado, salvando los compromisos y los acuerdos que se han hecho, el que él esté allí, porque es bueno para Radio María y, además –esto es lo más importante- es el sacerdote al que el arzobispado de Madrid le dió la missio canónica. Y desde esa perspectiva yo creo que es un hombre importante para el proyecto de Radio María. Hay que tener en cuenta que, en ese esquema que tiene Radio María de que un sacerdote asuma la dirección de programas así, a priori, no es fácil encontrar uno con esa disposición, esa vocación y esa preparación. Entonces, cuando tenemos uno, como es Esteban Munilla, que cuando uno se enfrenta al día a día de Radio María se da cuenta de que «es el hombre»... Al menos, es mi juicio personal, creo que ha hecho una gran labor, que no es fácil encontrar un sacerdote que tenga esa vocación de realizar su misión y su ministerio a través de la comunicación. Y creo que en el caso de Radio María España dio en su momento con el hombre, no tengo la menor duda. Y la idea es que siga en el ministerio de Radio María.
 
- Pero no como director de programación…
- Ahora es asesor de contenidos, pero en la operativa del día a día está muy presente.
 
- ¿Es cierto que se trabajó en la fundación de una nueva asociación que sustituyera a la presidida por Olegario Díez ante la imposibilidad inicial de un acuerdo?
- Fueron momentos difíciles desde el punto de vista de la viabilidad y la sostenibilidad del proyecto. No es cuestión ahora de entrar en pormenores, pero sí es verdad que la reflexión que nos hicimos es: «Cómo darle viabilidad futura a este proyecto». Pero gracias a Dios fue de la manera más natural, que es una sucesión ordenada dentro del esquema institucional de la Asociación Radio María. Y así no hubo necesidad de otros mecanismos subsidiarios que hubiesen sido (hace una breve pausa) creo que más complejos.
 
- Cambiando de tercio. En la clausura del próximo Congreso Católicos y Vida Pública comparte «cartel» con José Luis Gutiérrez y Alfonso Coronel de Palma, para hablar de «La España necesaria». ¿Qué es lo que necesita España hoy desde el punto de vista católico?
- Ese es un planteamiento que hemos hecho en la sesión de clausura del Congreso y que está muy meditado porque celebramos el centenario de la ACdP. Primero queríamos que quien ha sido presidente de la asociación y sus obras y que ahora es presidente y consejero de COPE [Coronel de Palma]estuviese en esa sesión; el Comité Ejecutivo quiso que tuviese dos personas más. Uno [José Luis Gutiérrez] que diese una visión histórica de lo que ha sido la aportación de la Asociación a la vida política de España, como asociación, o más concretamente de los hombres que han formado parte de la asociación. Y luego, una prospección de futuro sobre estas bases acerca de cuál sería el planteamiento hoy del carisma de la asociación frente al futuro. En ese contexto y bajo esa rúbrica de «La España necesaria», cómo desde un juicio crítico de la realidad que vivimos y desde nuestras convicciones y nuestro carisma, desde la ACdP anhelamos una España mejor. 

En ese sentido, y lo haremos explícito ese 23 de noviembre, desde el catolicismo social, se trata de exponer cómo se podría hacer una regeneración moral de la sociedad.  Y eso pasa por reconocer las bases morales del bien común y que se reconozca cómo el cristianismo juega en la plaza pública un valor humanizante. Y eso es una premisa muy importante. Es esencial que en el panorama de la vida pública se reconozca que la fe cristiana tiene algo que decir y algo que aportar. Y, por consiguiente, quienes son portadores de la fe cristiana, que son los católicos. Que no son ciudadanos de segunda, sino de pleno derecho y que tienen todo el derecho a estar presentes, a participar de manera activa en el debate público bajo cualquier forma (sea individual, colectiva, a través de medios convencionales u otras formas nuevas de participación).
 
Eso entra dentro del discurso de la sana laicidad que no es nuevo en el magisterio de la Iglesia, sino que está formulado por ella y que está siendo una de las ideas esenciales en el magisterio de Benedicto XVI. A partir de ahí, tanto desde el punto de vista de los principios, como desde el punto de vista técnico, en qué ámbitos tendríamos que trabajar para lograr una regeneración en España. Fortalecer la sociedad civil, la acción en la educación y la cultura, la presencia en la vida política… Hay unos vastos campos en los que ahora los católicos tenemos que ser fermento de una España nueva.
 
- Los Congresos Católicos y Vida Pública han servido, según sus propias palabras, para hacer una profunda reflexión en el mundo católico. ¿Diez años de reflexión son suficientes? Es la hora de entrar en acción? Y si es así ¿cómo concretarla?
- Los congresos nacen hace 10 años con una triple misión. Lo digo porque ese proceso de reflexión es muy importante para decir si ha llegado o no la hora de la acción. Hay tres cuestiones que están presentes cuando se gesta el Congreso.
 
Una primera que sería tratar la cuestión relativa a si se puede construir o no la sociedad la margen de Dios y todo lo que eso trae por añadidura. Esa cuestión que habiéndose marginado en occidente, no digo desde la Revolución Francesa, pero como consecuencia del proceso de la Ilustración, de las Luces, y de las ideologías postilustradas se ha conformado un pensamiento y una cultura. Y en ese pensamiento y en esa cultura moderna y posmoderna no se contempla que la vida humana se pueda construir sobre la base de la idea de Dios. Y por eso la frase de «vivir como si Dios no existiese». Esa cuestión, que está en el fondo del pensamiento laicista y de las nuevas ideologías, la quiere afrontar el congreso. Romper esos tópicos y esas leyendas que están en la raíz del pensamiento dominante.
 
Segundo, desde un punto de vista más apostólico, alentar el catolicismo. Y de alguna manera despertar un espíritu católico que yo creo que estaba bastante adormecido.
 
Y, en tercer lugar, la unidad de acción en el seno de la Iglesia. Constituir un lugar de encuentro en un ámbito como es el catolicismo tan propicio a la dispersión y a los personalismos y a los particularismos, que también lo vemos hoy día. Hay que contribuir a la unidad.
 
Esas tres patas en las que se asienta el congreso, creo que, en mayor o menor medida –siempre se puede hacer un juicio crítico- se ha contribuido de manera significativa. A lo largo de las sucesivas sesiones se han abordado las grandes cuestiones de nuestro tiempo de maneras muy distintas, a la luz del Evangelio de Jesucristo y el magisterio de la Iglesia. Eso no significa que esos congresos no estuviesen orientados a la acción. 

«Hay mucha mediocridad en el laicado católico»
Muchas veces se nos dice: «Es que el congreso debería tener una especie de conclusiones, o de reflexión»… Muchas veces no se es consciente de donde venimos. De una situación de adormecimiento y desvertebración muy grande.

Han tenido que producirse sucesivas ediciones de congresos para que el catolicismo tome conciencia de la realidad de las cosas; del sentido de pertenencia a la comunidad cristiana; de la madurez progresiva del laicado católico; de saber cuál es su responsabilidad, con autonomía, pero en comunión con la Iglesia; de que los católicos tengamos una voz y una palabra sobre las grandes cuestiones sobre las que hay criterios decantados en el magisterio de la Iglesia. Y también de formarse los laicos. Es esencial, y no sólo espiritual y teológicamente, sino técnica y doctrinalmente, porque hay mucha mediocridad.
 
Cuando los congresos nacen, lo hacen para emular los que había en España en el siglo XIX y muy enraizados en el carisma y en el pensamiento de la asociación, que está siempre orientado a la acción.
 
No es que nos hayamos planteado si ha llegado ahora el momento de pasar a la acción. El planteamiento de reflexión orientado siempre a la acción es una línea continua en la historia de la ACdP. La cuestión es –y yo me lo planteado ahora-, que es verdad que en el estado de cosas que coinciden en España sí que convendría hacer un esfuerzo de trabajo en el que el catolicismo diga: «Hemos hecho un cuerpo social». Lo estamos viendo incluso en las manifestaciones que se hace visible en la calle (aunque sea una expresión muy concreta). Pero tenemos una misión prepolítica, de formar hombres, de proponer una cultura cristiana y de difundirla en medio del mundo. Y eso exige ser complementarios, la unidad de acción, poner en común y ver cada uno qué puede aportar a la vida pública española. 

Eso se puede hacer en el congreso o fuera de él. Ver cómo podemos estar presentes y a urdir propuestas de acción no es nuevo, pero quizás en España era el momento de hacerlo con un cierto rigor y seriedad. A lo mejor el congreso no es el ámbito y son otros, pero esas reflexiones también las propicia el congreso y están saliendo en las reuniones que tenemos a lo largo del año.
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