Viernes, 26 de abril de 2024

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La contaminación es un pecado

La contaminación es un pecado

por La divina proporción

Confieso que cuando hablo de ecología e Iglesia siempre tengo la sensación de hablar a la pared. ¿Por qué digo esto? Porque las posturas que suelo encontrar van de la tibieza hasta el rechazo. Pocas veces he encontrado receptividad a enfrentar este desafío. Creo esta actitud se debe a una sana desconfianza a los panteísmos de moda y de los activismos vacíos. Pero esta desconfianza no debería hacer huir de la necesidad de entender la relación de nuestra fe con el compromiso medio ambiental. 

En la actualidad la crisis económica copa todas las informaciones, lo que hace complicado que volvamos la vista al trato que damos a nuestro mundo.  Hace pocos días la contaminación de las ciudades chinas saltó a las noticias internacionales e incluso se nos mostraron algunas imágenes de cómo tienen que vivir millones de personas sometidas a todo tipo de sustancias contaminantes. Hay fotos de satélite de la gran nube que cubre la inmensa superficie de 12 provincias chinas. 

No se trata únicamente de salir a la calle con mascarillas y sufrir problemas respiratorios, se trata de una apuesta para que una gran cantidad de personas enfermen de manera crónica o mueran a corto o medio plazo. Es imposible dejar de pensar en los niños y ancianos que sufren, así como en los enfermos que ven agravados sus padecimientos. ¿Qué tenemos que decir como cristianos? 

En la exhortación apostólica Christifidelis Laici, Juan Pablo II nos dice:“… es cierto que el hombre ha recibido de Dios mismo el encargo de "dominar" las cosas creadas y de "cultivar el jardín" del mundo; pero ésta es una tarea que el hombre ha de llevar a cabo respetando la imagen divina recibida, y, por tanto, con inteligencia y amor: debe sentirse responsable de los dones que Dios le ha concedido y continuamente le concede. El hombre tiene en sus manos un don que debe pasar —y, si fuera posible, incluso mejorado— a las futuras generaciones, que también son destinatarias de los dones del Señor 

Debemos sentirnos corresponsables del cuidado de la naturaleza, que es un regalo de Dios. Es nuestra responsabilidad cuidarla y conseguir que del cuidado se desprendan dones como la prosperidad, la salud y sobre todo la esperanza. ¿Esperanza? ¿Por qué esperanza? 

Benedicto XVI, en la Encíclica Spe salvi, nos dice que “La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una "prueba" de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro "todavía-no". El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras 

Si esperamos vivir el Reino de Dios, algo de ese Reino vive ya en nosotros. ¿Qué esperanza puede tener quien vive en un entorno ambiental contaminado e insalubre? Nuestra esperanza tiene que hacer que la sociedad global sea consciente del maltrato que realizamos a los dones del Creador. Ser irresponsable con la salud de nuestros hermanos y con la de nuestros hijos, es también un pecado, por lo que nuestra tibieza debería de ser analizada como una omisión de ayuda a quienes nos necesitan. 

¿Qué relación existe entre la responsabilidad medio ambiental y le Iglesia? Una relación tan intima, que me sorprende que en las catequesis pre-sacramentales y en los cursos de formación religiosa, no se señale con más asiduidad, que estamos llamados a cuidar el entorno para que la Esperanza del Reino de Dios se haga presente entre nosotros. 

Sin duda desde la Iglesia tenemos mucho que meditar sobre estos asuntos. Juan Pablo II y Benedicto XVI han sido pioneros en mostrarnos el camino que hemos de andar. Camino que va más allá del puro activismo. ¿Por qué no orar, también, para que el Señor nos ayude a ser más conscientes de la responsabilidad que tenemos entre manos?

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