Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Lazzaro Spallanzani, un pionero de la fecundación in vitro ¡en el s.XVIII!

¿Conoces al sacerdote que llamaron «el príncipe de los biólogos»? Estos son sus 8 grandes logros

¿Conoces al sacerdote que llamaron «el príncipe de los biólogos»? Estos son sus 8 grandes logros
Lazzaro Spallanzani, príncipe de la biología, genial sacerdote científico, viajero, pionero de la fecundación in vitro e inseminación artificial, estudioso de los jugos gástricos...

Ignacio Del Villar / ReL

Lazzaro Spallanzani (1729-1799) fue un sacerdote de religiosidad sincera y un científico genial y pionero en varios campos. Entre sus principales aportaciones a la ciencia están:

- la primera fecundación in vitro,
- la primera inseminación artificial,
- la destrucción del mito de la generación espontánea,
- el descubrimiento de la respiración tisular
- la demostración de que la digestión es un proceso
- la creación del Museo de Historia Natural de Pavía, en Italia, que actualmente cumple 250 años.

Se ha llegado a calificar al sacerdote italiano Lazzaro Spallanzani como el príncipe de los biólogos. No resulta exagerado este apelativo. El famoso químico Louis Pasteur (1822-1895) se refirió a él como “uno de los más grandes experimentadores que ha habido en el mundo y una de las mayores glorias de Italia”. Lo admiraba tanto que encargó un retrato suyo para su apartamento.

Además, Spallanzani se dedicó a otras ciencias como la fisiología, física, matemáticas, astronomía, meteorología, mineralogía, geología, vulcanología, botánica, química y la zoología. Incluso fue un apasionado de las letras, profesor de griego y conocedor de muchos otros idiomas como el italiano, el latín, el francés, el alemán y el inglés.

Pericle di Pietro, su mejor biógrafo, explica que en Reggio Spallanzani aprendió retórica y filosofía con los jesuitas. Tanto los jesuitas como los dominicos detectaron su talento y le ofreciero ingresar en su orden, pero él se mantuvo como sacerdote secular.

A continuación, citaremos 8 razones por las que vale la pena recordar a este sacerdote científico.

1. Desmontó el mito de la generación espontánea

Desde la antigüedad se creía que algunas especies animales y vegetales surgían de forma espontánea a partir de materia orgánica o inorgánica. Esta concepción predominó hasta el siglo XVII, cuando el también italiano Francesco Redi ofreció la primera y clara objeción, al demostrar que las larvas de las moscas se obtienen a partir de los huevos que estas ponen y no de forma espontánea a partir de materia putrescible.

Sin embargo, para convencer a toda la comunidad científica quedaba pendiente saber si esta idea se podía trasladar a los microorganismos y, por ende, a todos los seres vivos en general. El inglés John Needham, otro sacerdote católico, había probado a hervir materia putrescible para matar las bacterias y, luego de introducirla en vasos sellados con tapones de corcho, había visto que con el paso del tiempo aparecían microorganismos.

Pero Spallanzani sospechaba que a través de los agujeros del corcho se introducía aire con bacterias. Así que repitió la prueba con dos variantes: un mejor sellado basado en la fusión del vidrio y una posterior ebullición del contenido durante más tiempo: una hora. Después de este tratamiento constató, con ayuda de un microscopio, que en los frascos no existían vestigios de vida.

Spallanzani mostró muchas más evidencias que sirvieron para destruir el mito de la generación espontánea y para sentar las bases con que construir instrumentos libres de microorganismos (la esterilización), un proceso indispensable en ciencias como la medicina.

También ayudaron a que el francés Nicolas Appert inventara a principios del siglo XIX el método de la apertización, consistente en hervir en agua recipientes sellados que contengan cualquier tipo de alimento en su interior. Se fundaba con este descubrimiento la industria conservera, que mueve cantidades ingentes de dinero cada año.

2. Efectuó la primera fecundación in vitro y la primera inseminación artificial

Lazzaro constató que si les colocaba a las ranas macho pequeños pantalones no se inhibía su deseo por las hembras y seguían acercándose a ellas, con la llamativa diferencia de que los huevos no se fecundaban. Spallanzani también observó unas gotas en los pequeños pantalones: el líquido seminal de las ranas. A un maestro del método experimental como Lazzaro ya no se le podía escapar el remate final. A continuación, utilizó el líquido seminal para fecundar ranas de forma artificial. Fue la primera fecundación in vitro de la historia. Era el año 1777 y este descubrimiento abrió el camino para la mejora de razas y fue sin duda uno de los principales detonantes del nacimiento de la genética.

Después nuestro protagonista consiguió la inseminación artificial de una hembra de perro caniche mediante la introducción de esperma en su cavidad uterina (1780), e incluso intentó sin éxito un híbrido: una gata con semen canino.

3. Demostró que la digestión en el estómago es un proceso fundamentalmente químico

Extrajo jugo gástrico en ayunas de animales como el gallo de India y la oca, ambos con gran tamaño de molleja y, por tanto, con capacidad para contener más jugo gástrico que el resto de animales. Con este líquido llenó dos pequeños tubos de vidrio, cuyo extremo selló con lacre. En uno metió trocitos de carne de carnero y en el otro granos vegetales partidos (antes los había dejado macerar en el buche del animal).

A continuación, puso los tubos a temperatura constante bajo del sobaco. Después de tres días verificó que la digestión se había completado tanto para los granos vegetales como para la carne, demostrando lo indispensable del jugo gástrico y que la causa de la digestión no es una fuerza vital, como creían algunos.

Más tarde pasó a experimentar la digestión en humanos, pero no encontró voluntarios. De modo que decidió hacerlo él mismo, mediante un procedimiento que pone los pelos de punta a cualquiera: él mismo relata que se generó un vómito “estimulando dulcemente el gaznate con la punta de dos dedos”. Lo hizo en ayunas, para evitar interferencias en los resultados, y solo en dos ocasiones, porque “era muy desagradable”.

Spallanzani puso el jugo con carne en un tubo de vidrio y lo dejó reposar en el horno contiguo al fogón de una cocina, para conservarlo a temperatura similar a la de la digestión. ¡Otra vez eureka! Los resultados confirmaron los logrados con animales.

4. Descubrió la respiración tisular (intercambio de gas entre la sangre y los tejidos)

Este hito se le atribuye al alemán Justus von Liebig. Pero Lazzaro demostró, muchos años antes, que la absorción de oxígeno y la emisión de CO2 ocurría tanto animales sin pulmón como en especies a las que les había extirpado los pulmones. Para ello se ayudó del eudiómetro, un aparato que permitía calcular la variación de volumen de gas tras un proceso de combustión.

La conclusión final a la que llegó es que órganos aislados y tejidos varios ejercen la función de respirar. Incluso verificó, tanto con animales (caracoles) como con órganos aislados, que estos eran capaces de emitir CO2 en un ambiente sin oxígeno, lo que indicaba que la generación del CO2 no era debida a la unión del oxígeno del ambiente con el carbono del tejido o del ser vivo, sino que se trataba de un proceso de combustión interno en el que se une oxígeno con carbono.

Jean Senebier, químico y pastor protestante que tradujo la obra de Spallanzani al francés, contabilizó entre 11.000 y 12.000 experimentos sobre respiración ejecutados en solo tres años.

5. Un científico viajero: se le quemó el pelo en un volcán

Lazzaro es quizá el mayor exponente de este modo de trabajo durante el periodo que vivió. Para él la observación era el primer paso en el proceso de conocimiento de la naturaleza. Sin posibilidad de filmar, Spallanzani nos deja como testimonio sus escritos, en los que describe sin artificios y como un espectador lo que ve.

Además de pequeñas excursiones emprendió un total de diez grandes viajes. El más destacado fue uno que hizo a Constantinopla, la actual Estambul, para el que invirtió prácticamente dos años, aunque también son dignos de mención el que efectuó a Portovenere, Italia, donde instaló la que probablemente sea la primera estación biología marina al borde del mar, o las visitas que realizó a volcanes como el Vesubio, el Estrómboli o el Etna, en una de las cuales se le quemaron las pestañas y los cabellos debido a una llamarada.

El cura científico Lazzaro Spallanzani junto al Etna

Un litograbado coloreado con la famosa escena de Spallanzani junto al volcán Etna

6. Fundó el Museo de Historia Natural

Spallanzani concibió, desarrolló y llevó a término en 1771 el proyecto de Museo de Historia Natural de Pavía, del que se cumplen 250 años.  Para la puesta en marcha del museo le asistieron la emperatriz María Teresa; su valedor, el conde Firmian, y su querida prima Laura Bassi (la primera mujer que alcanzó la cátedra de Física), que le ayudó con el diseño de los armarios que contendrían las colecciones de minerales, animales y plantas que fue recopilando a lo largo de sus viajes.

El acondicionamiento del Museo le supuso a Lazzaro un intenso trabajo de tres años que se refleja en sus escritos. Tras uno de sus viajes a Marsella decía lo siguiente: “Gracias a Dios he tenido felizmente éxito en llevarme doce grandes cajas de fósiles y animales para Pavía […] una colección de peces que llega hasta los doscientos, la mayor parte de especies diversas […] Estoy seguro de que en ningún museo de Italia se encuentra una colección similar”.

7. A sus clases llegaron a acudir 1000 alumnos por año

Preparaba sus clases con sumo cuidado y previsión, hasta un año antes en algunos casos. Así se explica que en una de sus cartas le confiese a su hermano Nicolò: “no tengo tiempo ni para dormir”. Pero esta ardua labor, unida a unas inigualables dotes como orador, se vio recompensada.

Giuseppe Frank, profesor de la Universidad de Viena, rival de la de Pavía, lo describe así: “Era un referente en la Universidad. Ninguna de las aulas de este gran edificio era capaz de contener su inmenso auditorio. Desde su cátedra, la más alta de todas, siempre con el gorro en la cabeza, declamaba sus lecciones con un aire de predicador y con extrañas inflexiones de voz. […] Sus gestos también eran originales. Algunas veces golpeaba en la mesa como un furioso, y en otras se volvía tan tierno que se podía creer que quisiera abrazarse a su auditorio. De manera que, sin falta de razón y por hacerle un cumplido, le pusieron este apodo: el bufón de Italia”.

A comienzos de los años 1780 contaba con unos cien alumnos y en sus últimos años de vida alcanzó la espectacular cifra de mil. No cabe duda de que Spallanzani gozaba de carisma. Por este motivo, lo eligieron rector de la Universidad, aunque declinó continuar en esta posición tan sólo un año después de su nombramiento, porque le absorbía demasiado el tiempo.

8. Sus grandes valores humanos

El mejor biógrafo de Lazzaro Spallanzani, el profesor Pericle di Pietro, hace una extensa semblanza del genio italiano que se puede resumir de la siguiente manera:

"Luchaba internamente contra un orgullo y amor propio que le salían por naturaleza. De modo que la mayoría de veces lograba dominarse, a lo que contribuía su práctica religiosa. Además, Joseph Tourdes, un médico que estuvo cerca de él los últimos años, testimonia que Spallanzani raramente hablaba de sus trabajos si no venía a cuento en la conversación con su interlocutor. Es más, a menudo cambiaba hábilmente el discurso para evitar alabanzas inmerecidas".

Lazzaro entabló amistad con los más famosos naturalistas, médicos, físicos, químicos e incluso literatos de la época, aunque también se carteaba con exalumnos y con personas de poco renombre con las que se había encontrado puntualmente en algún viaje. En cuanto a las convicciones de sus corresponsales, no le importaba que estos profesaran otra religión, como fue el caso de los calvinistas suizos Jean Senebier y Charles Bonnet. La amistad con este último fue tan profunda que, cuando Bonnet se volvió ciego, este le rogó a Spallanzani que ejecutara las ideas investigadoras que ya no podía llevar a cabo, convirtiéndose el sacerdote italiano en las gafas de Bonnet.

Spallanzani incluso se carteaba incluso con ateos como Voltaire. Aunque de todas sus amistades la más importante fue la de su hermano Nicolò, el mayor confidente del sabio, lo que se encuentra en relación con la gran estima que Lazzaro tenía por sus familiares. Siempre se preocupaba de ayudarles económicamente. Su sobrino nieto Giovanni Battista se convirtió en médico gracias al apoyo de su tío Lazzaro.

Tampoco conviene olvidar a la madre de Lazzaro, a la que dedicó estas palabras con motivo de su muerte: "Hablando humanamente tengo por segura su salud eterna. Y esta seguridad moral es la única consolación en medio de tanta tristeza. No dejo y no dejaré en la Misa de acordarme, aunque indignamente, por ella, y así permitiré que otros lo hagan de una forma más digna".

No cabe duda de que Lazzaro Spallanzani gozaba de una sana religiosidad de fondo que le guiaba constantemente en la vida y le permitía comprender que la familia es una de las cosas más importantes en la vida.

Se puede aprender más de Lazzaro Spallanzani y otros sombrosos sacerdotes científicos en el libro “Sacerdotes y Científicos: de Nicolás Copérnico a Georges Lemaître” de Ignacio Del Villar (aquí en Digital Reasons; 6 euros versión digital, 14 euros en papel).

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