Se celebra este sábado 30 de septiembre el
Día Internacional de la Traducción. Este día tiene, por suerte, mucho que ver con la compatibilización ciencia y fe, ya que es la fecha en la que se conmemora el fallecimiento de
San Jerónimo, traductor de la Biblia y
santo patrono de los traductores.
San Jerónimo quitándole una espina de la pata a un león que sufría por ello, y que en agradecimiento le acompañó el resto de su vida.
Alguien como San Jerónimo sería hoy llamado científico especializado en
filología. El primer libro que imprimió
Gutenberg, inventor de la imprenta, fue la Biblia.
La Biblia impresa por Johannes Gutenberg (13981468) en torno a 1454, de la que se conservan 48 ejemplares en el mundo, es la Vulgata, traducción al latín de San Jerónimo declarada canónica por el Concilio de Trento.
Es la tradición católica la que probablemente más haya contribuido al
fomento de la traducción a lo largo de la historia, y en España ocupan lugar destacadísimo las
escuelas de traductores formadas por eclesiásticos y amparadas por papas y obispos.
La Escuela de Traductores de Toledo
Sin duda la más importante y conocida de todas es la
Escuela de Traductores de Toledo (en torno a 1126). Su fundación, en parte derivada de la conquista de Toledo en 1085 por
Alfonso VI y la incautación de la Biblioteca de Córdoba en manos del califa
Al Hakam II, llevó a un conjunto de personalidades relevantes en el campo de lo que hoy llamaríamos filología clásica a dedicarse en cuerpo y alma a las traducciones del griego, greco-árabe, árabe y hebreo al latín o al romance (español), sobre
medicina, álgebra, astronomía, etc. Esto ocurría en el emblemático Toledo de las tres culturas, que se dio
cuando el gobernante era católico.
Alfonso X el Sabio (12211284) continuaría un siglo después la Escuela de Traductores de Toledo.
Así, tenemos a grupos de especialistas formados por ejemplo por
Raimundo de Sauvetat (Gascuña, en fecha desconocida - Toledo, 1152), a quien se considera fundador de la escuela, monje cluniaciense (reforma benedictina), que fue en 1126 nombrado arzobispo de Toledo y en el periodo 11301140 montó un equipo de traductores de su cabildo (clérigos). Más tarde, en 1141,
Pedro El Venerable, abad Cluny, impulsó dicho grupo, y entre 1152 y 1166 el arzobispo Juan continuó la obra.
También
Domingo González (
Gundisalvo), arcediano de Cuéllar (Segovia) y
Juan Hispano traducirían del árabe al romance castellano y latín el
Algoritmi de numero Indorum de
Al Hawarizmi (musulmán) , la
Física de
Aristóteles (pagano) o
De Caelo et Mundo y
De Scientiis de
Al Farabi (musulmán). No quemaron libros escritos por musulmanes o paganos,
los tradujeron para que no se perdieran.
El Planisferio de Ptolomeo.
Lo mismo hicieron
Marcos de Toledo (canónigo de la catedral) y
Guillermo de Stadford (arcediano de Toledo), o
Gerardo de Cremona (Cremona, ca. 1114 - Toledo, 1187) con el famoso
Almagesto de Ptolomeo de Alejandría (astronomía): tradujeron 87 obras de
Ptolomeo,
Arquímedes,
Aristóteles,
Hipócrates,
Galeno…todos paganos politeístas, o
Roberto Retines y
Hernan el Dálmata con el
Planisferio de Ptolomeo, o el
Álgebra de Al Harawizmi…
Pero Toledo no fue el único lugar en España que se hizo lo mismo: no quemar libros de paganos, sino
traducirlos para que no se perdiera el conocimiento.
Escuela de Traductores de Ripoll
Está también la Escuela de Traductores de Ripoll (siglos X-XI), en la que el eminentísimo
Abat Oliba (9711046), benedictino, tradujo de 66 a 246 manuscritos, la primera traducción del
Libro del Astrolabio y varios libros de matemáticas, astronomía…
Fachada del Monasterio de Santa María de Ripoll (Gerona), donde estuvo asentada la escuela de traductores. Foto: Universidad Carlos III de Madrid.
Escuela de Traductores de Tarazona
Por último, la Escuela de Traductores de Tarazona (siglo XII), en la que
Hernán el Dálmata (o de Carintia), dedicado a las ciencias, transcribió al latín los comentarios de
Maslama de Córdoba sobre el
Planisferio (Ptolomeo) o el
Corán (1141), además de opúsculos con fines de evangelización entre los musulmanes aún no convertidos.
Palacio Episcopal de Tarazona (Zaragoza), donde estuvo la Escuela de Traductores. Foto: Fuenterebollo.
En ella también trabajó
Hugo de Santalla (o
Sanctallensis) que tradujo del árabe al latín entre otras obras el
Centiloquium (Ptolomeo), los comentarios de
Al Biruni (1048) sobre las
Tablas de Al-Hawarizmi, los
Liber ymbrium y
De nativitatibus de Masallah, la
Geomancia (o tratado de adivinación) de autor anónimo, o la
Tabula Smaragdina (citada por San Alberto Magno en su obra
De rebus metalicis et mineralibus).