Miércoles, 08 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Misa en el Shopping, comulgue y gane...

Misa en el Shopping, comulgue y gane...

por Marcelo González

Conocíamos la piadosa iniciativa de celebrar misas los domingos en las playas argentinas durante la época estival. Allí pulposas devotas de menguada vestimenta y señores con sus partes pudendas apenas disimuladas, “cumplen” ¿cumplen? el precepto dominical. ¿O no? Ahora venimos a saber que hay misa en un shopping. ¿No se trataba de “santificar las fiestas”?
 
- Jesús esté con Uds.

- ¡Y con los otros salames!
 
Silencio sepulcral. No era la respuesta de los creyentes, sino el grito de un repositor del sector fiambrería.
 
- Con los otros salames, te digo, ¿estás sordo?, repitió el ayudante de aprovisionamiento a su compañero. Los creyentes congregados en la celebración litúrgica del P. Tiburcio no dejaron de sentirse aludidos.
 
- P. Tiburcio: (reponiéndose) Queridos amigos, demos comienzo a la celebración eucarística, en cuanto termine de pasar la fila de carritos del supermercado… Bien, que la gracia y la fuerza de nuestra fe nos sea propicia en este día fraternal.

- Creyentes: Amén.

Pero no pasemos adelante sin describir la…
 
escena: hall central de un shopping center (para los que no hablan castellano, patio de circulación de un centro comercial). El P. Tiburcio, cincuentón, de chombita Lacoste, pelilargo sin exagerar, algo de panza sin llegar a “buzarda”, blue jeans (o sea: pantalones de tela más cara porque destiñe), sonrisa Colgate.

Viste, o mejor, sobreviste una larga faja de ancho mayor en las puntas, las cuales forman figuras geométricas piramidales. Dicha faja cuelga de su cuello sobre ambos hombros rozando casi el piso por delante con sus largos flecos. La prenda se presume una estola.

Nada más. Es decir, no sobreviste nada más.
 
* * *
 
 Fue una iniciativa de los dueños del Shopping, con esa mezcla de astucia, ingenuidad y ramplonería piadosa propia del comerciante exitoso que ha mamado la Fe y la guarda en algún viejo arcón de su alma. Si la gente no puede ir a misa porque tiene que ir al shopping … qué mejor que hacer la misa en el shopping, el cual tiene algo de templo, con sus alturas imperiales y sus bóvedas de plástico, hierro y vidrio, bajo las cuales peregrinan miles de personas cada domingo y fiestas de guardar, cumpliendo el precepto: gastarás hasta lo que no tienes.
 
Los shoppings y la neo liturgia tienen mucho en común, particularmente la artificialidad. Parecen sólidos, brillantes, limpios y da gusto visitar hasta los retretes. Pero, con el paso del tiempo se va viendo que lo que semejaba muro era cartón prensado y los tersos cielorrasos empiezan a mostrar las rajaduras de su ensamblaje de aserrín prensado y enduido plástico. Aserrín que quizás fue en algún tiempo buena madera, pero ahora es una partícula de un módulo reconstituido por el ingenio humano, de falsa tersura y escasa durabilidad.
 
* * *
 
Al P. Tiburcio la idea lo sedujo desde que, como una iluminación celestial, se la presentó el gerente comercial de la digna institución para la facilitación del consumo. Angelicales palabras fueron esas: el Shopping se hace cargo de todo y le paga su estipendio más un vale para reclamar la “hamburguesa feliz” en la cadena MacBull, de prestigio internacional. Descontado el estacionamiento gratuito. Sin considerar las atenciones espontáneas de los dueños de los locales (el clero, en los países hispanoamericanos al menos, siempre tiene un rebusque).
 
Pero volvamos a la estola, que tiene ribetes épicos. Está adornada con auspicios de las primeras marcas que venden sus productos en el shopping, tales como: “Match 1, la bebida que te lleva al cielo”, rica en cafeína, de la cual son especialmente devotos los jóvenes. Sola también, pero mejor acompañada. Y el toque asociativo cuasi subliminal: “Vodka Tovarich, ¡te da vuelta!” (¡qué metáfora de la conversión!).
 
Ocupa un lugar preeminente la “Farmacia Paternidad Responsable” la cual –obviamente- pertenece a un farmacéutico y ministro extraordinario muy cercano a la curia local. Su slogan clásico ha sido siempre: “Todo para que la familia no sea una carga”…

Y para que no haya cortapisas sociales, participa también “Ferretería Carlitos”, de un viejo militante de la Cofradía Penitencial, en cuyas orejas han resonado otrora palabras santas, y por eso ha elegido como slogan de su comercio una paráfrasis evangélica: “El buen ferretero conoce cada pituto por su nombre”.

Chabela Fernández Pérez y Villaensenada, pasó a la haute couture cuando la familia quedó con más nombre que acciones bursátiles: aprovechando el apellido elegante y su robusta talla impuso la línea femenina, en todos los aspectos, con gran éxito. No podía menos que incorporar a la estola su reciente producto “Lencería Seducción”, para que tu… (no alcanzamos a leer bien) produzca sensación”.
 
La Chabela había sobrepasado la edad de pecadora activa. Haciendo honor a la elegancia propia de su estirpe decidió retirarse con gloria, y no hacer el ridículo, como esas otras multiquirurjizadas. Se acercó a la práctica religiosa –moderada- gracias a las misas del P. Tiburcio, no sin algo de remordimiento, pero sin quemar lo que adoró. Ni siquiera acercarle un fosforito.

“Supermercados La Nutrición, fuera de los cuales no tenés salvación”
auspiciaba el otro lado de la estola epónima, cual larga era. Es que este emporio corta el bacalao (particularmente en Cuaresma) porque es de los dueños del Shopping y también de su pescadería. Su lema obedece a cierto carácter monopólico que la familia propietaria le ha dado a la actividad en la región.
 
Una parte del anverso de la susodicha estola, sin embargo, aun dice: “espacio disponible”. Esto explicaría la longitud, dado que no se conocen otros arcanos litúrgicos que justifiquen tan insigne elongación. Místicamente podría decirse que el P. Tiburcio estaba lleno de fervor en su apostolado del shopping y quería atraerlos a todos sí. Por cierto, como en toda obra católica, no faltaba la “adhesión NN”, alguno que conservaba cierto sentido del ridículo, decían las lenguas venenosas que nunca faltan.

* * *
 
Pero, la ceremonia no puede seguir esperando.
 
No bien estuvo todo dispuesto: a saber, mostrador de información al público adaptado como altar, velas provistas por “Iluminación Fernández, más luz cuanto más grandes”. Mantel de “Regalos Susana” (en realidad una cortina con las argollas cayendo por dentro del mostrador). A falta de confesor, los penitentes podían dejar asentados sus pecados en el libro de quejas o enviarlas por email al servicio de atención al cliente. El presidente de la liturgia dio comienzo a los ritos:
 
P. Tiburcio: (algo perplejo todavía por los salames del repositor):

- Hagamos nuestro pedido de perdón. Por nuestro apego a las riquezas, ¡Señor, ten piedad!

- ¡Sumá puntos y ganá! Sos un millonario en potencia. No te pierdas la super promo de Supermercados La Nutrición, tu única opción, fuera del cual, flaco, no tenés salvación. Juntando 144.000 tapitas de yogur….
 
La tanda comercial de los altavoces fue rápidamente puesta en off por un operador de sonido que sonreía entre temeroso y divertido.
 
- Señor, ten piedad, contestaron tardíamente los creyentes.
 
- Por nuestra indiferencia ante los pobres, Señor ten piedad. Reiteraba el P. Tiburcio.
 
- La puse de patitas en la calle, te imaginarás… resonó entonces en la escalera mecánica que descendía de la planta alta.
 
- No te sigo. ¿Te robó, o qué?

- Peor. La descarada me pidió franco el domingo. ¿Qué se cree esa piojosa? Yo no pienso estar el fin de semana sin servicio en casa. Decíme si media tarde los jueves no es suficiente para lo que tiene que hacer. ¿Dónde va a ir, si no tiene donde caerse muerta? Ahora que sufra. Seguro que cuando vuelvo me pide perdón…
 
- ¡Y la pensás perdonar?

-¡Y qué remedio! ¿Dónde consigo otra por ese precio?
 
- Señor, ten piedad, contestaron de nuevo tardíamente los creyentes, entre guiños y sonrisitas maliciosas.
 
- Queridos hermanos, acerquemos nuestras ofrendas a la mesa de nuestra común-unión, invitó Tiburcio, con cierto acento en la etimología, que casi nadie consideró relevante considerar.
 
Dos secretarias de la agencia de viajes “Surcando los Cielos”, ataviadas con escuetas minifaldas, depositaron en una canastita el voucher válido por 6 días y cinco noches en un hotel de cinco estrellas en el paradisíaco pueblito de Calzas da Reina, by de sea (vuelo, bus y excursión escoltada por la gendarmería al cerro Da Pringa e da Cochambre, de celebridad reconocida por su vista de la favella homónima) desayuno americano incluido.
 
Como era habitual, cada comulgante guardaría su forma recibida en la mano, (una galletita, especialidad de panaderías La Nutrición, previamente numerada) y luego del reparto se haría el sorteo. Tras lo cual se podrían consumir y hacer una breve acción de gracias, particularmente fervorosa en el caso de los favorecidos.
 
Fue entonces cuando el P. Tiburcio inició la plegaria eucarística 34.456/5, versión 5.3. -estreno mundial, porque la había inventado la noche anterior, después de varios porrones de cerveza-.
 
-Oh, Madre Gea, que te amemos y respetemos como Jesús de Nazaret te respetó. Que todos los hombres y mujeres del planeta separen los residuos en reciclables y no reciclables, a fin de que no falte con qué alimentar a la humanidad más pobre…

- ¿Les irán a dar de comer la basura?
susurró un chusco poco fervoroso, que se paró en el hall creyendo que había un show auspiciado por el shopping.
 
- …que las riquezas no sean tan solo de unos pocos… prosiguió el P. Tiburcio con su plegaria.

-Y en todo caso, que estemos entre esos pocos... susurró la patrona airada, con un vozarrón cuyo eco repitieron las arcadas del gran salón.
  
- Te ofrecemos nuestras dudas y nuestras incertidumbres que son lo mejor de nosotros. No permitas que nunca tengamos certeza de nada. Amén.
 
Ahí concluyó la plegaria y todos se tomaron de las manos, o de lo que pudieron, para hacer un minuto de silencio en memoria de las víctimas del huracán Julito, recientemente acaecido en el Caribe. Tras el minuto o algo así, el P. Tiburcio invitó a los concurrentes:
 
-Acerquémonos a recibir este símbolo de nuestro amor fraternal.
 
Huelga decir que cada vez que se regala algo en un shopping el tumulto supera toda dignidad. Verdadero nivelador fraternal de ricos y pobres, doctos e ignorantes, ávidos y desganados.
 
El P. Tiburcio, profundo conocedor del alma humana, había preparado ya una pequeña tropa de porristas para entregar las formas numeradas. No faltaron manotones a las canastas… y a las porristas, pero todo se mantuvo bajo control.
 
Una nota aparte merece el sistema de seguridad de las galletitas para comulgar. Hechas en la panadería de los supermercados La Nutrición, como se ha dicho, fueron motivo de corruptela: ¡horneadas fraudulentas! que generaron problemas de doble numeración.

El dueño del shopping debió afrontar con admirable entereza el pago del premio a los dos presuntos ganadores, (por suerte era un horno de microondas chino) dado que ni el MIT de Massachussets lograría determinar la autenticidad. (Además de que el MIT cobraba mucho más de lo cuesta un horno chino).
 
Así pues, con religioso respeto, el P. Tiburcio cuidaba de revisar los números antes de cada ceremonia para evitar cuestiones enojosas. Y dejando a juicio de la Iglesia el grado de virtud, cabe sin embargo reconocerle su extraordinaria dedicación, porque el apostolado de las hostias con premio tuvo un éxito fulminante. El aumento de la feligresía, especialmente a la hora de la comunión, era impresionante.

Se acercaban no solo creyentes, sino ateos, agnósticos, deístas, masones y hermanos mayores, separados y malquistados. Algunos comulgaban dos y hasta tres veces. Esto dio pie a que la seguridad vigilara el acto religioso con cámaras de video. Otra generosa inversión del shopping.
 
- El pelado ya comulgó tres veces y se puso de nuevo en la fila. Fichálo, si gana lo descalificamos, repetían atentos los vigilantes, con un celo por la justicia que envidiaría el propio Salomón en sus buenos tiempos.
 
Dado lo cual la ceremonia debió alargarse a causa de esto, antes de determinar el ganador se volvía a invitar a una reflexión acompañada por un conjunto musical juvenil especialmente invitado. El P. Tiburcio se veía obligado a llenar es tiempo comentando con cierta natural destreza el profundo sentido cristiano de la canción interpretada.

Hizo época su glosa de “Estoy podrido de mí mismo” y el modo en que logró exhumar su profundo sentido evangélico dejó alelados a los propios autores, que en ese momento estaban bajo el efecto de las drogas, como de costumbre.
 
Después de que el comulgante ganador era proclamado, se lo invitaba a decir algunas palabras espirituales. Mientras la gente, un poco harta ya, fumaba, comentaba viva voce y, se entregaba a la consumición de superpanchos, helados, gaseosas y otras vituallas adquiridos en el patio de comidas. Después de todo, si había alguna norma vinculada al ayuno tenía que aplicarse antes y no después del sorteo. La Iglesia suple, decía el P. Tiburcio con benevolencia, mientras despedía a la feligresía pronunciando dificultosamente
 
- pueden irse en paz… o quedarse por ahí si quieren.

con el micrófono en la mano izquierda y una salchicha en medio de un pan de Viena untado en mostaza en la derecha.

¿O es que acaso la eucaristía no es un banquete?
 
Según supimos por fuentes allegadas a la nunciatura, el P. Tiburcio fue ternado para obispo, pero no llegó a ser elegido. El éxito apostólico siempre es semillero de envidias. ¡Y pensar que logró detener la sangría de fieles…!
 
***
Es posible que el relato anterior no se ajuste exactamente a la realidad de los hechos, al menos hasta el momento. Sin embargo nos asalta la presunción de que es solo cuestión de tiempo.
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