Domingo, 28 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Filones pastorales desaprovechados evocados por los protestantes

por José Alberto Barrera

El pasado domingo fui a misa a una parroquia de Madrid, y he de confesar dos cosas. Por un lado la misa fue deliciosa, el sacerdote, algo mayor,  amaba lo que decía y hacía, y celebraba con pausa y unción.

Por el otro lado andaba yo con prisa, por lo que no disfruté la misa todo lo que hubiera podido, pues quería llegar también al servicio de una iglesia protestante cercana.

Como buen católico que trabaja con protestantes, es una alegría poder participar de la oración en común con hermanos de otras iglesias, y cuando es en domingo voy  antes a misa, y así me llevo el “pack” completo. Eucaristía para empezar y luego un servicio dominical fresco y vibrante, que es como ir a un grupo de oración, pues consiste en un rato de oración cantada y hablada, más una predicación.

Por si a alguno le suena raro, citaré a tantos documentos que parten de la Unitatis Redintegratio, como Ut unum sit, en los que se habla de tender puentes entre los miembros separados de la iglesia. Decía el Cardenal Kasper este año en un congreso:

El ecumenismo no es un lujo, que se suma a la normal actividad eclesial y pastoral, sino un deber esencial y actual de la iglesia y de todos los cristianos”. 

A mayor abundamiento sirva la Tertio Millennio Adveniente de nuestro querido, admirado y venerado Juan Pablo II: 

34. Es necesario al respecto —cada uno lo ve— un enorme esfuerzo. Hay que proseguir en el diálogo doctrinal, pero sobre todo esforzarse más en la oración ecuménica. Oración que se ha intensificado mucho después del Concilio, pero que debe aumentarse todavía comprometiendo cada vez más a los cristianos, en sintonía con la gran invocación de Cristo, antes de la pasión: « que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros » (Jn 17, 21).”


El caso es que en la parroquia a la que fui me senté en el medio, y caí en la tentación de hacer la cuenta. Delante de mi había unas sesenta personas, de las cuales cincuenta y ocho me doblaban la edad (al menos) y detrás algo parecido.

Acabada la misa llegué al servicio protestante, y allá me encontré con unas doscientas personas, de mi edad para abajo; veinteañeros, treintañeros, y por supuesto también personas más entradas en sabiduría y edad, pero en minoría.

Es un contraste al que estoy más que habituado, y esta vez no hizo falta hacer la cuenta, pues me era casi imposible encontrar gente que me doblara en edad.

Conste que no quiero entrar en comparaciones, ni pretendo dar el valor a un servicio dominical que tiene la Eucaristía.

Tan sólo quiero fijarme en el hecho de que nuestra Iglesia, por mucha verdad que tenga -haec ecclesiasubsistit in Ecclesia catholica (Lumen Gentium)- se está envejeciendo sin que llegue el recambio.

Misas como la del domingo pasado me recuerdan al pianista del Titanic, que tocaba maravillosamente el instrumento de cola mientras el barco se estaba hundiendo, y alguna gente prefería abstraerse en la música antes que afrontar la realidad del hundimiento del barco.


Que conste que es una mala comparación con la Navis Ecclesiae, pues como dice el capitán del barco ““Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.” (Mt 16, 18)

Sabemos, pues, que el barco no se hundirá como el Titanic, por lo que la conclusión lógica es pensar que algo tiene que cambiar; al ritmo presente en veinte años no quedará ni un 10% de la gente que actualmente va a la iglesia.

Permítanme una reflexión muy cruda. Me decía un buen amigo sacerdote, formador de un seminario, que en las parroquias actuales hay suficiente trabajo para que los curas se entierren en afanes administrativos, asistenciales y pastorales, sin realmente hacer nada más que agobiarse infructuosamente.

Nuestra pastoral es un auténtico coladero en el que se desaprovechan tantos filones pastorales, por donde pasan niños, catecúmenos, novios, padres de bautizandos y en menos medida confirmandos. ¿Es que nadie se da cuenta de que nadie se queda luego en la iglesia y seguimos siendo los mismos?

Existen filones pastorales en los colegios, en los centros asistenciales, en los hospitales, en las parroquias, en el camino de Santiago, en las universidades…pero nos hemos conformado con tener las iglesia llenas en bodas, bautizos, y funerales, y algún que otro domingo suelto.

La Iglesia Católica tiene el triste mérito de ser el lugar por donde casi todos han pasado, y muy pocos se han quedado, y aún así, seguimos empeñados en interpretar la melodía del Titanic, sin que casi nadie piense que más valdría ponerse a achicar el agua con la que está cayendo...pero el agua no se achica con un coladero.


En conclusión, no quería ponerme a ensalzar las virtudes de los protestantes, ni hacer demérito de la Iglesia Católica. Los lectores saben cuánto aprecio y admiro realidades , parroquias y movimientos a los que no se aplican las diatribas que desde aquí me permito lanzar….pero me duele mi Iglesia, me duelen los años perdidos en debates estériles sobre lo progre y lo carca, me duele que se esté vaciando y que no haya gente dispuesta a tomar medidas radicales.

Creo que nos espera un nuevo pentecostés, si escuchamos la voz de los pastores y nos atrevemos a soñar desaferrándonos de lo que es accesorio, para así encarnar una pastoral que sea capaz de transmitir la verdad que atesoramos en la Iglesia (Traditio), en vez de quedarse en lo que no es sino una tradición pastoral  pasajera  que sin querer se está volviendo contra nosotros.

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