Miércoles, 08 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Blog

Tocada, desprendida y comprometida

por Marcelo González

Sainete Trágico-Surrealista en un Cuadro con efecto psicoanalítico no deseado, pero inevitable.

La acción se desarrolla en una librería católica de Buenos Aires. Es una agobiante tarde de febrero de 2003. Sensación térmica, 43º C. Humedad, 85%. Cándida Pérez, una señorita soltera, madura, educada en la Fe en un colegio de monjas, que no practica pero conserva, sin embargo, un respeto atávico por las cosas de la Iglesia. Va en búsqueda de un regalo para su sobrino nieto que tomará la primera comunión, lo cual le parece algo bueno e importante. Es atendida por tres religiosas de la Congregación de Santa Irene, Mártir de la No Violencia (conocidas también como "las irenistas”), que antes tenían otro nombre del cual preferimos no acordarnos.

La religiosa más vieja viste un jumper de color entre celeste sucio y azul de Francia desteñido, con camisa blanca, falda a media pantorrilla y una minitoca, que, en cabeza de un hombre, bien pudiera pasar por solideo. A los efectos de la identificación escénica la llamaremos “religiosa tocada”.

A su lado otra “religiosa”, más joven, viste traje laico, un tanto mundano, bastante parecido al que usaría una estudiante de Psicología en la universidad estatal: un poco estrecho de aquí y de allá. Acusa los agobios del calor desprendiendo todo lo que resulta posible desprender. A los efectos dramáticos la llamaremos “religiosa desprendida:”.

Una tercera aparece haciendo tareas sobre un escritorio. Viste igualmente ropa laical. Es novicia y está “probando” su vocación, por lo cual alterna el claustro con el noviazgo. La llamaremos “religiosa comprometida”.

Cándida: Buenas tardes, hermanita

Religiosa tocada: (a disgusto por lo de “hermanita”). Buenas tardes, señora.

Religiosa desprendida: (decididamente irritada) Hola, ¿que buscás?

Cándida: (sobrellevando la “bienvenida” con exquisito don de gentes) Un libro para regalarle a mi sobrinito que toma la Primera Comunión. Quisiera que sea un recuerdo para toda su vida… es algo muy importante lo que va a hacer.

Religiosa tocada: ¿…Él está de acuerdo?

Cándida: (maternal) Por supuesto. ¿Qué chico no va a querer que le regalen…?

Religiosa tocada: (interrumpiendo) Le pregunto si está de acuerdo en lo que va a hacer. (levantando el tono, como enojada porque no entienden la obviedad de su pregunta) Digo si su sobrino está de acuerdo en tomar la Comunión.

Cándida: (algo desconcertada) Sí… bueno… claro. Supongo que sí. Hizo dos años de catecismo y ahora toma la Comunión…

Religiosa tocada: O sea, que no está segura de si el chico está de acuerdo.

Religiosa desprendida: (a religiosa tocada) Seguro que al chico lo bautizaron sin preguntarle y ahora le hacen tomar la Comunión sin preguntarle.

Cándida: Bueno, seguro que no le preguntaron cuando lo bautizaron porque tenía pocos días de vida. Yo fui la madrina y hablé por él. Pero no sabía que tuviera que dar un consentimiento expreso para recibir el Santísimo Sacramento. ¿Eso no es para casarse?

Religiosa tocada: O sea, que no es un acto libre, el chico está siendo coaccionado…

Cándida: No, mire, me parece que usted no entendió. El chico es católico, es de familia católica y va a tomar la Comunión. El padre que lo prepara –el sacerdote, que es muy bueno- me ha dicho que tiene un gran entusiasmo por recibir a Jesús sacramentado.

Religiosa tocada: ¿Así le dijo, “Jesús sacramentado”?

Cándida: (precavida) Sí. ¿Por…?

Religiosa desprendida: ¡No me digas que usa sotana!

Cándida: (sorprendida y un poco ruborizada, como temiendo haber dicho algo malo) Bueno… sí. Sé que ahora ya no se usa, pero es un hombre mayor y…

Religiosa desprendida: ¿Qué tal si el pibe quería ser musulmán o ateo? ¿Qué tal si opta por otro camino para llegar a Dios? (Dirigiéndose a la religiosa tocada) Tenés razón, otro acto de coacción de conciencia.

Cándida: No, no, nadie lo coacciona. Gracias a Dios quiere ser católico. Y me alegro porque no quiero que su alma peligre… su salvación eterna. Además si fuera musulmán o ateo no llegaría a Dios… al Dios de la Iglesia, al verdadero, ¿no le parece?

Religiosa desprendida: Nena, vos no pertenecés a ningún movimiento cristiano, ¿me equivoco? ¿Cuánto hace que no pisás una parroquia?

Cándida: (disculpándose) Reconozco que no voy a misa muy seguido… bueno, no voy a misa. Me parece muy bien ir a misa, pero yo no sé por qué, pero no voy. Eso sí, respeto mucho a la Iglesia, al Papa… Pero, ¿qué tiene que ver eso?

Religiosa tocada: Está desactualizada. (Cándida pone cara de no entender nada).

Religiosa desprendida: Estás atrasada, nena, a-tra-sa-da. Si el chico quiere libremente pertenecer a la comunidad cristiana, entonces debe ser recibido. Si no, no hay que forzarlo a ningún compromiso que él no quiera aceptar maduramente, como adulto en la fe. Nosotros como comunidad no lo podemos aceptar.

Candida: Pero él ya sabe que va a recibir el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.

Religiosa tocada: (dirigiéndose a la "religiosa desprendida" con cara de “no lo puedo creer”) Habla como Pío XII… Solo le faltó decir “la Sangre, el alma y la divinidad”

Religiosa comprometida: (Que siguió con interés la discusión, mirando a las religiosas tocada y desprendida con sincero desconcierto) ¿De qué están hablando?

Religiosa tocada: Así es como decían antes de que vos nacieras…Que la Comunión era “en serio” el “cuerpo, sangre, alma y divinidad” de Jesús. Entendés. Que estaba presente de verdad. Imagináte. Y te lo hacían aprender de memoria en el catecismo. Lo que habré sufrido.

Cándida: Es verdad. Yo lo aprendí de memoria en el catecismo y todavía me acuerdo hasta del número de pregunta…Creo que era la…

Religiosa desprendida:: ¡Ay! Calláte que me da vértigo. Tenés que rescatar a ese chico. Hay que impedir que asuma un compromiso sin plena madurez de laico adulto. Dame el nombre del cura que lo voy a denunciar al obispo.

Cándida: Oiga, yo vine acá a comprar un libro. No voy a darle ningún nombre y si no me quieren vender me voy a otra parte.

Religiosa tocada: Por mí puede irse ya mismo.

Religiosa desprendida: (Por lo bajo a religiosa tocada) Pará, loca, que con la malaria que hay no vendemos ni para los cigarrillos. (Ahora a Cándida, viva voce) Bueno, hacé como quieras, si vos decís que el chico optó por la Comunión… allá vos. ¿Qué querés llevarle? Tenemos todo Harry Potter…

Cándida: (Apenas reponiéndose de lo que ha escuchado) ¡No! Yo quiero algo piadoso. Algo para su edad pero formativo.

Religiosa tocada: (mirándola con una expresión de profunda piedad y haciendo un guiño a la "religiosa desprendida") Formativo, formativo... a ver… Historia comparada de las religiones… ¿Le parece?

Cándida: Pero si el chico tiene 9 años. Otra cosa, textos espirituales.

Religiosa desprendida: Como espiritual, tenemos los libros de Paulo Coelho. Ahí habla mucho del espíritu. ¡Hasta habla de Jesús! ¿No te parece ideal?

Cándida: ¡Pero Paulo Coelho no es católico!

Religiosa comprometida: ¿Y eso qué tiene que ver? Luther King tampoco era católico y es nuestro autor de cabecera en el noviciado. Mi novio me regaló la colección completa de sus discursos.

Cándida: (espantada) ¿¡Ud. es religiosa y tiene novio!?

Religiosa comprometida: (con sincera naturalidad) Sí, ¿por…?

Religiosa desprendida: (viendo venir la crisis, patea la pelota fuera de la cancha) ¡Ah!, ya entiendo. Ud. quiere libros de autores católicos… exclusivamente católicos.

Cándida: (aliviada ante lo que parece ser, por fin, un principio de entendimiento) Me parece lo más adecuado para una primera comunión.

Religiosa tocada: (sonriendo maliciosamente a "religiosa desprendida") Tenemos Sadhana, un camino de oración, de Anthony de Mello.

Cándida: (por lo bajo, avergonzada por el tema que tiene que mencionar) Perdóneme, hermana, pero este Anthony de Mello ¿está segura de que es católico? Una vez escuché por radio unas frases de sus libros… me parecieron un poco raras. Medio como budistas, o algo así…

Religiosa desprendida: ¡Escucháme, desubicada, el padre De Mello es a la vez sacerdote y gurú! Fue el descubridor de nuevas formas de espiritualidad…

Cándida: (con mezcla de horror e incredulidad) ¿¡Es a la vez cura y gurú!? A mí me parece que eso no es posible, eso tiene que estar condenado por la Iglesia.

Religiosa desprendida: Sí, ¿y qué? La burocracia del Vaticano lo condenó. (Con tono de predicador evangélico) ¡Bienaventurados los que sufren persecuciones…!

Cándida: (airada, harta de vueltas y dispuesta a patear el mostrador y a las monjas mismas si se ponen al alcance) No use las Escrituras para encubrir las patrañas de un cura revirado. Lo que yo quiero es un libro católico. ¿Es que no hay un solo libro católico en una librería católica?

Religiosa tocada: (fuera de sí) Retírese inmediatamente de aquí o llamamos a la seguridad. Nadie nos falta el respeto. Somos religiosas ¿o no?

Religiosa desprendida: (con aire cínico) Supongo que sí. (Ahora con fiereza) Tomátelas de acá. Ninguna vieja retrasada nos va a hacer perder el tiempo. ¡Chau, fuera, no aparezcas más! ¡Retrógrada, cavernícola, preconciliar!

(Cándida se retira, apabullada, llena de amargura e incredulidad, mascullando una mezcla de escándalo y repugnancia. Al cerrar la puerta del local que deja atrás siente el agobiante calor de la calle con más fuerza que nunca. Se vuelve a contemplar el cartel de la librería donde se afirma que es una “institución católica”.

Mientras se aleja, murmura para sí: “Ahora empiezo a comprender por qué deje de ir a la iglesia”)

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