El coscorrón, jefe de estudios
Como la caridad es anterior a la ideología fue San José de Calasanz, y no Felipe González, quien fundó la escuela gratuita. A la izquierda se debe, como mucho, el profesor no numerario, la ratio y la pérdida de autoridad. Sobre todo la pérdida autoridad. De momento iban a faltarle el respeto al maestro los alumnos del colegio escolapio que participaban en Cesta y Puntos: los ensarta en la canasta desde el perímetro. Cuando el coscorrón oficiaba de jefe de estudios ni la tuna se atrevía a irrumpir con Clavelitos en el examen de botánica.
Habrá quien crea lo contrario, pero haber estudiado en un colegio de los de antes equivale a ser socio de un club inglés. Hasta quienes no pasaron de EGB muestran su graduado escolar como el que enseña su máster de gestión de empresas de Harvard. Lógico: son méritos equivalentes. Mi padre, octogenario, abandonó las clases cuando tenía 10 años. Para entonces, no sólo sabía leer bien y escribir mejor, sino que era experto en historia de España y Meseta Central. Ni la gesta de Viriato ni los montes de Toledo tenían secretos para él. En cuanto a los Reyes Godos, aún los recita.
Ahora, sin embargo, hay universitarios que ignoran quien fue Carlos III y creen que Calderón juega en el Betis. De modo que la mejora de los resultados de los alumnos españoles avalada por un estudio internacional hay que circunscribirla a las ciencias, que convierten al hombre en ingeniero hidráulico, pero no le enseñan a disfrutar del Duero. Estaría bien que, mientras dibuja planos, leyera a Gerardo Diego, pero para eso es preciso cambiar el modelo educativo a fin de que el eje sea el profesorado en lugar de la política. Es lo que propone la sabiduría popular de diversos lares. Entre el dicho oriental que afirma que es mejor enseñar a pescar que regalar un pez y el español que asegura que bien aprende quien buen maestro tiene me quedo con el autóctono. Aunque practicamente quieren decir lo mismo. Al fin y al cabo, un proverbio chino no es más que un refrán español traducido por un pedante.
Habrá quien crea lo contrario, pero haber estudiado en un colegio de los de antes equivale a ser socio de un club inglés. Hasta quienes no pasaron de EGB muestran su graduado escolar como el que enseña su máster de gestión de empresas de Harvard. Lógico: son méritos equivalentes. Mi padre, octogenario, abandonó las clases cuando tenía 10 años. Para entonces, no sólo sabía leer bien y escribir mejor, sino que era experto en historia de España y Meseta Central. Ni la gesta de Viriato ni los montes de Toledo tenían secretos para él. En cuanto a los Reyes Godos, aún los recita.
Ahora, sin embargo, hay universitarios que ignoran quien fue Carlos III y creen que Calderón juega en el Betis. De modo que la mejora de los resultados de los alumnos españoles avalada por un estudio internacional hay que circunscribirla a las ciencias, que convierten al hombre en ingeniero hidráulico, pero no le enseñan a disfrutar del Duero. Estaría bien que, mientras dibuja planos, leyera a Gerardo Diego, pero para eso es preciso cambiar el modelo educativo a fin de que el eje sea el profesorado en lugar de la política. Es lo que propone la sabiduría popular de diversos lares. Entre el dicho oriental que afirma que es mejor enseñar a pescar que regalar un pez y el español que asegura que bien aprende quien buen maestro tiene me quedo con el autóctono. Aunque practicamente quieren decir lo mismo. Al fin y al cabo, un proverbio chino no es más que un refrán español traducido por un pedante.
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