Sábado, 27 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Terroristas de la fe

por José Alberto Barrera

 La expresión la tomo prestada de un buen amigo, y se refiere a todos aquellos celosos cristianos, que hacen de su cristianismo un arma arrojadiza contra los equivocados infelices que no están en la posesión de la verdad como ellos.

En el mundo protestante angloparlante se llama “Bible bashing” y se puede traducir por ir por la vida dando “bibliazos” a la gente.

En épocas como la nuestra, en la que la gente practicante de la Iglesia se puede sentir asediada por una cultura militante muy opuesta a la fe y los valores cristianos, es una reacción que se puede explicar pero no justificar, si queremos vivir al estilo de Jesús.

En el nombre de la verdad y de la doctrina, se puede hacer daño a la gente y perjudicar la causa del Evangelio, pues se olvida fácilmente el hecho de que se trata de anunciar la buena noticia para concentrarse en condenar lo equivocado.

Decía un profesional del ramo de la banca que dejó de ir a la iglesia cuando se dio cuenta de que las exigencias de beneficios en la empresa, y las arengas para que trabajara más y mejor, no eran en nada diferentes de los sermones al uso en los que parece que se está pasando revista a la lista de los compromisos y exigencias cristianas para que seamos mejores.

Cuántas veces predicamos los mandamientos y olvidamos que al predicarlos, estamos predicando la condenación de no poder cumplirlos, de no poder ser justos por nosotros mismos,  y por lo tanto estamos cargando peso a la gente, sin darles la solución, que no es otra que la vida en Jesucristo que nos trae la gracia de la salvación.

Cuántos sermones no hablan de Jesucristo sino del hacer cristiano. Cuántos no hablan de parte de un Dios que nos llama por nuestro nombre, sino en nombre del imperativo del “debemos”, “tenemos que”, como si el cristianismo no fuera más que eso.

En la catequesis del 19 de noviembre de 2008, Benedicto XVI declaró: “"Cristo nos hace justos. Ser justo quiere simplemente decir estar con Cristo y en Cristo. Esto basta. No hacen falta otras observancias".

Cuando la Fe se reduce a una observancia, a tratar de ser justos por nosotros mismos, entonces todo se convierte en moralina, y un cumplimiento que nos hace sentir justificados y  capaces de condenar a los demás.

Me preocupa que haya cristianos a quienes nunca dejaría en una habitación a solas con mis amigos que no creen o no practican, porque los espantarían.

Me preocupa que el análisis generalizado para explicar la descreencia sea “a la gente no le interesa la verdad”, en vez de la autocrítica de examinar cómo hemos presentado esa verdad, pues tristemente ha habido mucho “terrorista de la fe” por ahí suelto.

Me preocupa también ver el tono en el que muchas veces se escribe desde ciertos medios religiosos, y en especial lo que podamos hacer desde este renovado proyecto de Religión en Libertad.

A la gente le gusta el titular fácil y morboso, y a poder ser condenatorio. Y lo difícil no es eso, lo difícil es hablar en positivo, desde la doctrina sana, por supuesto, pero conscientes de que la forma es tan importante como el fondo.

Un ejemplo positivo de esto fue la manifestación del 17-O a favor de la vida. Se podría haber caído en la condena fácil, en la polémica política, en la descalificación personal y de partido…y no se hizo. Se habló con firmeza, con verdad, y con elegancia.

Personalmente aspiro a que mi crítica sea siempre constructiva y a hablar sin poner pesos encima de la gente. Sin condenar, siempre animando, y a Dios le pido poder mirar con sus ojos a todo el mundo -progres, carcas, alejados, ateos, agnósticos, o cristianos de otras confesiones- y ver en ellos la única etiqueta que todos tenemos, la de hijos de Dios y hermanos en Cristo.

Sé que no es fácil y que no siempre acertaré a hacerlo, pues es cierto que todos tenemos la tentación de condenar y de pontificar, absolutizando todo lo que vivimos.

Sólo espero que Dios tenga misericordia de mí, y que nunca se me olvide aquello de que mucho ama a quien mucho se le perdona.

Sana doctrina sí, pero sin bibliazos, ni corazones duros, al estilo de Jesús, que tenía gancho con la gente, porque en vez de condenarlos se ponía a comer con ellos.




 

 

 

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