1.200 sacerdotes juntos dispuestos a salvar el mundo

Acabo de terminar mi tercer día en Ars, Francia, donde se celebra el segundo Retiro Internacional de Sacerdotes, predicado por el cardenal Schönborn. Aunque agotado de tanto presentar el curso Alpha, me he propuesto escribir unas líneas antes de irme, por aquello de dar alguna noticia recién sacada del horno.

Desde luego es impresionante ver a tanto sacerdote junto, venido de todos los rincones de la tierra. Tenemos veinte sacerdotes chinos, de los cuales nueve estudian en Roma, australianos, americanos (de todo el continente), africanos y, por supuesto, un montón de europeos y franceses. Hay traducción simultánea en ocho idiomas, aunque las intervenciones son la mayor parte en francés.

El tema el encuentro es “La alegría de ser sacerdote para la salvación del mundo”, y está organizado por la comunidad de las Beatitudes (las Bienaventuranzas), que muchos conocen en España por Phillippe Madre y Jacques Phillippe, el cual nos habla mañana.

Además de saludar a muchos sacerdotes y algún obispos, también he tenido la ocasión de hablar con Patty Mansfield, una de las iniciadoras de la Renovación Carismática, en losEE.UU., allá por los años sesenta, gracias al desparpajo de unos curas un carismáticos de Getafe con los que he coincidido.

De Schönborn he de decir que me ha cautivado tanto su cercanía y sencillez como su claridad en la exposición en un perfecto francés (no en vano es secretario de redacción del Catecismo que se trabajó en el idioma galo). Nos ha dado recuerdos del Santo Padre con quien desayunó el día antes de venir. Supongo que a los que son más papistas que el Papa, y se han cebado con él en los últimos días, les convendrá recordar que como cardenal de la Iglesia es un hombre muy cercano a Benedicto XVI, y digo yo que está donde está por algo.

Rescato una frase de su intervención inicial: “el ministerio de los sacerdotes se trata de conducir a los hombres al cielo, de conducir a los hombres a la felicidad”.

Es emocionante encontrarse con una riada de hombres que, venidos de todos los confines de la Tierra, viven entregados a la causa de la felicidad de los hombres. Esta gente, nuestros sacerdotes, dedican sus vacaciones a alimentarse en esta tierra de Ars, para luego dar sin medida a sus hijos espirituales. Puedo decir con orgullo, que son una panda de hombres geniales, nada parecidos a los estereotipos que de ellos se ha formado nuestra sociedad.

Hay una alegría fraterna y un ser como niños, que se transmite a cualquiera que se acerque a ellos. Los hay de todos los colores, blancos, negros, amarillos; de todas las nacionalidades; misioneros en tierras extrañas, y misioneros en su propia casa. Muchos son jóvenes, otros no tanto, pero tienen algo que no envejece, que les lleva a recorrer medio mundo para solazarse en la contemplación del Señor y la imitación de Cristo, a ejemplo del Cura de Ars, a quien admiran y quieren imitar.

Son humanos, se confiesan entre ellos, ríen y lloran, sufren y caen, y se levantan para vivir, todos los días, una fidelidad contra viento y marea, en unos tiempos en los que sacerdote es cada vez más heroico. Y no lo digo por los chinos sólo, sino también por tantos párrocos rurales, como uno que hoy se acercaba a nuestro stand y me decía, como si tal cosa, que tenía diecisiete parroquias a su cargo (pequeñitas, eso sí).

Aquí se juntan desde jovenzuelos secretarios de obispos de diócesis importantes, como el de Boston, con quien he hablado hoy, hasta el anciano párroco del pueblo de al lado, que ha venido desde una distancia de diez kilómetros.

Hablando de lo mío un párroco jubilado de Australia me ha estado contando como llevó el Curso Alpha a su parroquia hace quince años, y no sabía que la Conferencia Episcopal Francesa lo había aprobado (tenemos también a Vingt-Trois en el encuentro, uno de los grandes promotores de Alpha, pues le tocó ser parte de la comisión que lo estudió).

Esta Iglesia que se palpa aquí es formidable, es una troupé de locos geniales, tenemos hasta un párroco nigeriano que se va ahora de vacaciones a Texas, y calza unas botas de cowboy con su sombrero de vaquero, vestido de riguroso negro con su clergyman. Un sacerdote retirado que ayuda en la diócesis de Nueva York me ha invitado a visitarle en las cataratas del Niágara (y ni siquiera usa el email). Los españoles de Tenerife son los que más han venido, y abundan los estudiantes en Roma de licenciatura y doctorado de Hispanoamérica.

En el stand de Alpha tenemos que atender a la riada de sacerdotes que vienen a descubrir nuevos métodos para evangelizar en sus parroquias. Lo mejor es cuando los que ya han hecho Alpha se lo cuentan a otros entusiasmados, como un senegalés que siendo párroco, hizo de cocinero en su curso, y se le presentaron ciento cincuenta personas a  cenar, cuando sólo tenía cena para cincuenta.

En fin, que esto de Ars da para mucho, y me vuelvo con pena, a mitad del encuentro, pues otros colaboradores de Alpha toman el relevo, y me llaman mis ocupaciones para las que no doy abasto.

Espero y deseo que los sacerdotes vuelvan llenos de la fuerza que da la comunión de los santos, conocedores de que no están solos, y convencidos de su misión y vocación de servir al pueblo de Dios. Es una vocación hermosa y como decía Schönborn lo importante es la santidad a la que todos hemos sido llamados, y toda vocación se ordena a la misma. Pero qué hermoso es el sacerdocio ministerial y la llamada a ser servidores de la felicidad de los hombres, es un tesoro que nunca sabremos apreciar del todo.