Miércoles, 17 de abril de 2024

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Los manuscritos de Nag-Hammadi

por Vida en abundancia

 Presentación

Los manuscritos de Nag Hamadi son una colección de textos gnósticos de los primeros cristianos, descubiertos cerca del pueblo egipcio de Nag Hammadi, en el cuso medio del río Nilo, a unos 100 kms de Luxor, en 1945. Un total de 13 códices de papiro, forrados en cuero y enterrados en viajas vasijas cerradas, fueron encontrados por campesinos locales.

Estos 13 códices manuscritos están escritos en lengua copta, aunque las obras son, probablemente, traducciones del griego. La obra más famosa entre estos manuscritos es el Evangelio de Tomás, del cual los códices de Nag Hammadi contienen la única copia completa.

Estos manuscritos comprenden 52 tratados de carácter gnóstico, pero también tres obras pertenecientes al Corpus Hermeticum, y una traducción parcial y alterada de La República, de Platón. Los manuscritos datan del siglo III y IV d.C., y actualmente se conservan en la Biblioteca Copta de El Cairo, Egipto.

Su descubrimiento

En 1945, en un lugar cerca del pueblo de Al-Qasr, al pie de Djebel-el-Tarif y a 6 kms de Xhnobockeion, la actual Nag Hammadi, en Egipto, el campesino Abu, junto con sus dos hermanos Mohamed y Jalifa, del clan Al-Samman, encontraron enterrada una vasija que al principio no se atrevieron a abrir, pensando en la leyenda de que podía contener un espíritu maligno. Pero una vez abierta la vasija encontraron unos textos cristianos de los cuales esperaban obtener algún beneficio.

Pero un incidente imprevisto, ajeno por completo a los rollos encontrados, hizo que los tres hermanos permanecieran unos días en prisión. Cuando salieron y regresaron a su casa, Abu se encontró con la sorpresa de que su madre había utilizado parte de los manuscritos hallados para encender fuego. El resto de los manuscritos fueron vendidos a un comerciante llamado Rajib por once libras egipcias. Los manuscritos se desperdigaron por manos particulares hasta que finalmente en 1956 fueron guardados en la Biblioteca Gnóstica Copta de El Cairo, dado que dichos documentos eran casi todos de carácter gnóstico.

Recientemente ha salido a la luz un nuevo manuscrito perteneciente a la colección de escritos gnósticos, el cual fue encontrado en 1978 por unos campesinos egipcios a orillas del río Nilo, cerca de Al-Minya. Se trata de un papiro escrito en copto, y las pruebas con carbono 14 lo datan entre los años 22º y 340 d.C. Según los expertos, este texto copto contiene giros que revelan que es la traducción de otro documento escrito en griego en el siglo II d.C., en donde se menciona la obra Contra la Herejías, escrito en el año 180 d.C. por San Irineo, Obispo de Lyon.

En ese texto se menciona la existencia de un grupo de herejes cristianos que veneraban a Judas, entre quienes circulaba el texto íntegro del Evangelio de Judas. Además de este Evangelio contiene otras tres obras: el Primer Apocalipsis de Santiago, la Epístola a Felipe (atribuida a San Pedro), y otro texto aún sin identificar, al que provisionalmente se le ha puesto el nombre de Libro de Alógenes.

Se cree que los códices encontrados formaban una biblioteca oculta en urnas entre las piedras, escondidas hace 1,600 años por los monjes del Monasterio de San Pacomio, cercano al lugar del hallazgo, cuando el obispo Atanasio de Alejandría emitió un decreto prohibiendo las escrituras no autorizadas por la Iglesia Católica.

La razón por la cual los textos de Nag Hammadi son tan importantes, es porque nadie ha podido distorsionar o destruir. Estos escritos hablan en su mayoría de determinados momentos de la vida de Jesús de Nazaret, distintos a lo que la Biblia nos transmite. Sin embargo hay que recalcar que son obras gnósticas que nos indican cuál era el pensamiento de los cristianos gnósticos de la antigüedad.

El gnosticismo

En primer lugar debemos ser conscientes en no confundir el gnosticismo con el agnosticismo, ya que el agnóstico es aquel que ni cree ni niega la existencia de una deidad o deidades, mientras que el gnosticismo es una conjunto de corrientes sincréticas filosófico-religiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos. El término gnóstico proviene del griego gnostikismós y significa conocimiento.

El gnosticismo cristiano, pagano en sus raíces, llegaba a presentarse como representante de su tradición más pura. El texto gnóstico de Eugnosto el Beato parece ser anterior al nacimiento de Jesús de Nazaret. La enorme diversidad de doctrinas y escuelas gnósticas hace difícil hablar de un solo gnosticismo. Algunos aspectos comunes de su pensamiento, no obstante, podrían ser:

Su carácter iniciático: por el cual ciertas doctrinas secretas del Cristo estaban destinadas a ser reveladas a una élite de iniciados. De esta forma, los gnósticos cristianos reclaman constituir testigos especiales de Cristo, con acceso directo al conocimiento de lo divino a través de la gnosis o experimentación introspectiva a través de la cual se podía llegar al conocimiento de las verdades trascendentales. La gnosis era, pues, la forma suprema de conocimiento, solamente al alcance de iniciados. El mismo conocimiento de las verdades trascendentes producía la salvación. Según las diversas corrientes, la importancia de practicar una vida cristiana podía variar, siendo en cualquier caso algo secundario.

Su carácter dualista: por el cual se hacía una escisión tajante entre la materia y el espíritu. El mal y la perdición estaban ligados a la materia, mientras que lo divino y la salvación pertenecían a lo espiritual. Por esa razón no podía existir salvación alguna en la materia ni en el cuerpo. El ser humano sólo podía acceder a la salvación a través de la pequeña chispa de divinidad que era el espíritu. Sólo a través de la conciencia del propio espíritu, de su carácter divino y de su acceso introspectivo a las verdades trascendentes sobre su propia naturaleza podía éste liberarse y salvarse. Esta experimentación casi empírica de lo divino era la gnosis, una experiencia interna del espíritu.

Su peculiar cristología: Siendo la materia el anclaje y origen del mal, no es concebible que Jesucristo pudiera ser un ser divino y asociarse a un cuerpo material a la vez, puesto que la materia es contaminadora. Por esa razón surge la doctrina del Cuerpo aparente de Cristo, según la cual la Divinidad no pudo venir en carne sino que vino en espíritu mostrando a los hombres un cuerpo aparentemente material (docetismo). Otras corrientes sostienen que Jesucristo fue un hombre vulgar que en la época de su ministerio fue levantado, adoptado por una fuerza divina (adopcionismo). Otras doctrinas afirman que la verdadera misión de Cristo era transmitir a los espíritus humanos el principio del autoconocimiento que permitía que las almas se salvaran por sí mismas al liberarse de la materia. Otras enseñanzas proponían incluso que Jesús no era un ser divino.

Peculiares enseñanzas sobre la divinidad: Entre éstas se encontraba la de que todo espíritu era divino, incluyendo la parte espiritual del hombre (el alma), que no necesitaba a nadie para salvarse a sí mismo, siendo Cristo enviado a revelar esa verdad. Por otra parte, el creador/ordenador de la materia (llamado Demiurgo), al multiplicar con su creación la materia, sería un ser malvado y opuesto al verdadero Ser Supremo del cual surgió.

Conclusiones éticas muy divergentes: Siguiendo la idea de la condenación de la materia, algunas corrientes afirmaban que era necesario el castigo y martirización del cuerpo para, a través del padecimiento de la carne, contribuir a la liberación del espíritu, propugnando un modo de vida ascético. Sin embargo, otras corrientes afirmaban que, siendo la salvación dependiente únicamente de la gnosis del alma, el comportamiento del cuerpo era irrelevante, disculpándolo de toda atadura moral y librándolo a toda clase de goces. Otras enseñanzas reprobaban la multiplicación de la materia, siendo así la procreación un acto condenable. También existían corrientes que, al igual que el platonismo y las filosofías orientales, creían en el retorno cíclico de las almas a la prisión de la materia a través de la reencarnación.

Establecimiento de jerarquías espirituales: Según ellos, en la cima de los seres existe un Dios, un ser perfecto e inmanente cuya propia perfección hace que no tenga relación alguna con el resto de seres imperfectos. Es inmutable e inaccesible. Descendiendo en una escala de seres emanados de aquél llegamos al Demiurgo, antítesis y culmen de la degeneración progresiva de los seres espirituales, y origen del mal. En su maldad, el Demiurgo crea el mundo, la materia, encadenando la esencia espiritual de los hombres a la prisión de la carne. En este escenario se libra una batalla entre los principios del bien y el mal, la materia (apariencia) y el espíritu (sustancia). Podemos ver paralelismos claros con el zoroastrismo.

Establecimiento de jerarquías humanas: En la cima de la jerarquía humana estaban los iniciados, en los que es predominante el espíritu. Ellos pueden experimentar la gnosis y acceder así a la salvación. Por debajo está el resto de los cristianos, en los que predomina el alma sensible y que se pueden salvar siguiendo la guía de los primeros. En la parte más baja están aquéllos en que predomina el cuerpo y que, por tanto, no alcanzarán la salvación.

En definitiva, el gnosticismo se trata de una doctrina según la cual los iniciados no se salvan por la fe en el perdón gracias al sacrificio de Cristo, sino que se salvan mediante la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino, que es un conocimiento superior a la fe. Ni la sola fe ni la muerte de Cristo bastan para salvarse. El ser humano es autónomo para salvarse a sí mismo. El gnosticismo es una mística secreta de la salvación. Se mezclan sincréticamente creencias orientalistas e ideas de la filosofía griega, principalmente platónica. Es una creencia dualista: el bien frente al mal, el espíritu frente a la materia, el ser supremo frente al Demiurgo o Maligno, el espíritu frente al cuerpo y el alma.

Los Evangelios Apócrifos

Evangelios apócrifos o extra canónicos es el nombre dado a escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo en torno a la figura de Jesús de Nazaret que no fueron incluidos posteriormente en el canon de la Iglesia católica, ni fueron aceptados tampoco por otras Iglesias cristianas históricas, como la Iglesia ortodoxa, Comunión anglicana e Iglesias protestantes.

Entre esos escritos se encuentran los Manuscritos de Nag Hamadi. En general, el término el término apócrifo deriva del verbo griego apokrypto que significa esconder, poner aparte. Con él se califican una cantidad de libros que las Iglesias cristianas de los primeros siglos no reconocieron como parte de la Sagrada Escritura, pero que se presentan con nombres o características que los hacen aparecer como si fueran libros canónicos.

Diferencias entre los evangelios canónicos y apócrifos

Papiro de Oxirrinco: Es un fragmento de papiro con dichos o pronunciamientos escritos en griego que el autor pone en labios de Jesús. Fue descubierto por Grenfell y Hunt en 1897 y está datado de la primera mitad del siglo III. Se considera una sección del apócrifo evangelio de Tomás.

A los evangelios apócrifos se les dio el nombre de evangelios por su aspecto, similar al de los cuatro evangelios admitidos en el canon del Nuevo Testamento. Sin embargo, difieren de los evangelios hoy llamados canónicos en su estilo y en su contenido, y fueron abrupta o progresivamente desconsiderados por las comunidades cristianas para el anuncio de la buena noticia, que es el significado etimológico del término evangelio.

Estilo y contenido en general

Los evangelios denominados canónicos conservan el estilo propio de una predicación apostólica templada, carente de adornos. Algunos autores redactaron otros escritos distintos de los evangelios resultantes de aquella predicación apostólica. En los evangelios apócrifos se pueden encontrar relatos resultantes de abundante fantasía, o doctrinas diferentes de las transmitidas en los evangelios canónicos, o enseñanzas misteriosas reservadas a unos pocos. Las Iglesias cristianas históricas consideraron que estos escritos son el resultado de una incorrecta intelección de lo que significa la palabra evangelio. En general, se observa en los evangelios canónicos un estilo mucho más sobrio que en los evangelios apócrifos. Varios apócrifos ya no fueron aceptados por las primeras comunidades cristianas.

Autoría

A diferencia de los evangelios canónicos, cuyos autores apenas señalan su autoría de los escritos, los autores de cada uno de los evangelios apócrifos destacan muchas veces la presunta autoría del escrito por parte de algún personaje distinguido de la comunidad, tal como Pedro, Felipe, Santiago, María Magdalena, Tomás, etc., buscando un respaldo en ese nombre.

Intelección

Algunos de los Evangelios apócrifos surgieron en comunidades gnósticas, como por ejemplo, el evangelio de Tomás, y contienen palabras ocultas al entendimiento de la mayoría, quizá con la finalidad de dar apoyo a sus doctrinas cuando éstas no estaban en total acuerdo con los materiales canónicos, incluidos hoy en la Sagrada Escritura. Estos mensajes ocultos entre los discursos atribuidos a Jesús estaban reservados a los iniciados en esas comunidades. Aunque en principio se calificó como apócrifo únicamente a este tipo de escritos, se extendió posteriormente esta valoración a todos los materiales que no se incluyeron en el canon del Nuevo Testamento, independientemente de su finalidad, oculta o no. Según el Diccionario de la lengua española, apócrifo significa fabuloso, supuesto o fingido. En nuestros días, la acepción más utilizada para el término apócrifo presenta una connotación de falsedad. Por tal motivo, se ha empezado a llamar también a esos escritos evangelios extra canónicos, para evitar la evocación de algo falso, siendo que las Iglesias cristianas históricas consideran que son materiales no inspirados por Dios, aunque no por eso carentes de todo valor.

Valoración de los evangelios apócrifos

Durante algún tiempo, varios de esos escritos fueron tenidos como canónicos por comunidades o grupos del judaísmo o del cristianismo. Más aún, algunos de ellos dejaron su huella en textos y celebraciones litúrgicas y en la piedad popular. Si bien muchos textos apócrifos permearon ciertos aspectos de la liturgia y de la piedad de los fieles cristianos, las Iglesias cristianas históricas tienden a considerar que los materiales apócrifos en general no aportan contenidos de relevancia para la fe de los creyentes. Sin embargo, los estudiosos y especialistas de las propias Iglesias consideran que el estudio de los evangelios apócrifos puede ser útil para conocer el pensamiento y la forma de expresión de la fe que tuvieron ciertos grupos judíos, cristianos o sectarios en momentos específicos de la Historia.

Conclusión

La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo que Jesús prometió, determinó qué libros debían ser incluidos en el Canon de las Sagradas Escrituras, y se aceptaron los textos que las iglesias apostólicas reconocían por su antigüedad y autoría.

Bajo dichos criterios los textos gnósticos fueron rechazados. La Iglesia tiene el deber de enseñar la doctrina de Cristo y cuidar que no se confunda con otras ideas.

Sin embargo hay que destacar que el verdadero obstáculo para nuestra fe no son los falsos evangelios, sino la ignorancia y la falta de interés en buscar la verdad.

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