Jueves, 25 de abril de 2024

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Por qué no es posible una ruptura pacífica de España

La dificultad que desaconseja la independencia de Cataluña

por No robarás

"Qué bien se llevan estos hermanos, aún no han repartido, ¿verdad?"

Antes que cualquier consideración sobre si la unidad de España es un bien moral, un deber histórico, o parte del bien común de todos los españoles, la unidad de España es una necesidad ante el ingente y casi irresoluble problema que generaría cualquier intento de reparto del patrimonio del Estado y de la Deuda Pública. La "lógica" del Estado moderno, expansivo e invasivo, nos guste o no, nos tiene firmemente unidos por la hipoteca que nos ha generado.

Hay familias enzarzadas en pleitos cainitas o que llevan generaciones sin hablarse porque se llevó a cabo un reparto injusto. Unos hermanos aprovechándose de las circumstancias promueven un reparto que perjudica al resto, o una herencia queda mal definida y no es posible el acuerdo. Esto es suficiente para provocar la más virulenta de las “guerras civiles” a nivel familiar.

Lo mismo pasa con España. Mientras que no se resuelva entre todos, no solo por la decisión de unos, cómo se va a hacer el reparto del patrimonio del Estado y, sobre todo, quién se va a hacer cargo de la ingente Deuda Pública, pensar en una ruptura de España es hoy técnicamente imposible. Forzarla, y más de una forma ilegal, es de una irresponsabilidad que solo cabe en los cálculos de poder de lo peor de nuestra clase política.

La ruptura de España, para que sea pacífica, ha de pasar, primero por un acuerdo de reparto de los bienes, derechos, cargas y responsabilidades del Estado. La independencia no es una cuestión unilateral de los políticos de una región. Ha de ser un acuerdo de todos los “hermanos” sobre cómo separarse.

Si el reparto no es posible de ningún modo, habría que proceder primero a la liquidación del Estado y la total devolución de la Deuda Pública, para proceder después a una nueva división territorial y reasignación de contribuyentes.

Para poder hablar de la ruptura de España, antes de entrar en consideraciones de tipo moral o históricas, muy importantes, primero habría que tener resuelto el problema técnico del reparto económico. Un problema que hace que todo lo demás sea poco más que irrelevante. Un problema que hoy duerme, pero que si no está bien resuelto brotaría con inusitada fuerza y podría acabar en un conflicto social mucho más grave.

Y tiemblo solo de pensar en qué más puede acabar cuando oigo hablar con semejante superficialidad y frivolidad a ciertos politicuchos, de esos que solo nos traen pobreza y corrupción, jaleados por sus palmeros, que también los hay entre el clero, de algo tan delicado como independencia y nacionalismos. Cuando jesuitas y claretianos catalanes le hablen de fantasías independentistas, pregúnteles cómo se hará el reparto y, en particular, quién pagará los casi 950.000 millones de euros de Deuda Pública que hoy pesan como una losa sobre todos los españoles, sus hijos y sus nietos.

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