Sábado, 04 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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La culpa es de los ateos y alejados

por Una iglesia provocativa

Me preocupa escuchar a muchos en la Iglesia centrando su discurso en la necesidad de evangelizar a los de fuera.

Como si la Nueva Evangelización se tratara sólo de eso…los Lineamenta para el Sínodo de la Nueva Evangelización no van por ahí sino que la definen como una operación espiritual que atañe en primer lugar a la Iglesia. Dicho de otra manera la Nueva Evangelización pasa primero por la Iglesia, por sus miembros, por cada evangelizador.

Acabo de escuchar unas conferencias de un encuentro en el que el ponente hablaba de “hacer lío”, del “hospital de campaña” del que acaba de hablar el papa y de un hacer que a mí me huele a naftalina en estado puro.

Parece que el discurso no va más allá de intentar poner a los pocos que quedan en la Iglesia en orden de batalla y salir a evangelizar…

¿Pero alguien se ha parado a examinar con qué contamos para evangelizar? Como en la parábola del hombre que se dispone a la guerra, o el que va a construir una torre, más nos valdría ponernos a hacer inventario para ver si seremos capaces de ir a alguna parte con lo que tenemos.

Yo no soy para nada pesimista, creo que tenemos materia con la que trabajar en la Iglesia…pero como en los buenos equipos sin un entrenador con una estrategia adecuada de nada serviría tener el mejor presupuesto y los jugadores más talentosos.

Si miramos la evangelización desde la finalidad de esta, el fin a donde lleva, veremos que hay algo que no puede salir bien cuando no hay detrás de tanto afán por hacer comunidades sólidas preparadas para acompañar a los nuevos conversos.

A mí cuando una persona me dice que quiere evangelizar lo que me sale es preguntarle cómo es su comunidad cristiana y si va a evangelizar desde por ella o en plan francotirador. Y esto es porque se evangeliza como enviados de la Iglesia desde una comunidad concreta, para acompañar desde esa comunidad a los evangelizados. Sin esto detrás, anunciar a Jesucristo es ir de playboys espirituales por la vida (que como Josué Fonseca dice es engendrar hijos en la fe para luego dejarlos tirados en la calle…)

Me dirán si nuestras comunidades y parroquias están como para acompañar a alguien o más bien para que las acompañen. Que yo sepa los hospitales de campaña comienzan por tener en ellos a los propios heridos…

La segunda pregunta que me surge, que nunca hago por delicadeza, es acerca de la fe de esa persona que me dice que quiere evangelizar. Me pregunto si evangeliza porque cree en Jesucristo-Creí y por eso hablé (2 Cor 4,13)- o simplemente porque es lo que toca hacer.

Me pregunto si recibió algo más que una superficial catequesis sacramental o una voluntarista y pelagiana formación de soldado de primera fila en algún movimiento de estética de los años 50 al uso.

Me pregunto al fin y al cabo, si esa persona es un discípulo de Cristo, porque como al Papa en Río, me preocupa que antes de ser misionero sea discípulo para poder ser las dos cosas a la vez.

Sonará a juicio, pero es que cuando uno ve una Iglesia en la que no se entiende el quid de la evangelización se lanza a evangelizar, toda precaución es poca.

De ahí los análisis al uso que cargan las tintas en los alejados, en la increencia y en la crisis de la sociedad, dando por buena una iglesia que muchas veces no hay por donde cogerla porque ha perdido lo más esencial, lo más básico y está afanada en mantener una maquinaria de parroquias, colegios, Cáritas y mil obras más que no evangelizan y raramente mantienen lo que hay porque son un coladero pastoral.

Si buscamos una clave y algo que arreglar en el hospital de campaña de la Nueva Evangelización tenemos que empezar por preguntarnos acerca de la Fe de los evangelizadores y por eso la Iglesia nos ha propuesto vivir un año de la fe. El análisis empieza no por la situación del ateo, de la increencia, de la deserción de la Iglesia, sino por la falta de fe que hay en la propia Iglesia.

Y esta falta de fe se disfraza de muchas maneras. A veces con militancia, otras con fanatismo, otras con pietismo…y tiene como común denominador una patente esterilidad que viene a ser la prueba del algodón para saber si una comunidad cristiana está donde tiene que estar (Jesucristo lo dijo, no yo, por los frutos los conoceréis). No tenemos que tener miedo a hablar en términos de fecundidad (he venido para que tengan vida) y a hacer autocrítica en función de la misma.

Para mi es sintomático que el análisis empiece por los de fuera y no por lo que tenemos dentro…está muy bien evangelizar…¿pero estamos seguros de que el evangelizador está evangelizado?

Como me replicaba un parroquiano el otro día tras una charla: “sí pero… ¿Quién evangeliza al evangelizador?” Esta es la pregunta que lanzó a los sacerdotes que estaban presentando el plan pastoral en su vicaría el año pasado.

Me hubiera encantado estar ahí para oír la atónita respuesta de esos pastores que estaban enseñando a la gente lo que había que hacer en el enésimo plan pastoral en nombre de la sempieterna misión en la que parece que nunca cesamos de estar embarcados.

Y es que hay mucha gente dispuesta a apuntar con el dedo acusando a la situación ambiente, a la increencia, al abandono de la Iglesia…y en ello acaban por tener una condescendencia hacia alejados y ateos que raya la paradoja pues a lo mejor los que están más perdidos son ellos mismos en su Fe.

Porque estoy convencido de que donde hay Fe viva en comunidades vivas, Jesucristo brilla, salva y atrae…

Y por eso la Nueva Evangelización empieza por nosotros mismos, por los de dentro, y no consiste en apuntar a los pobres ateos y alejados que a lo mejor lo son porque nadie ha sido capaz de ofrecerles una alternativa de testimonio de fe verdadera más genuina que un “ven a la iglesia o al grupo de oración”.

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