Domingo, 05 de mayo de 2024

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¿Hacia dónde vamos si vamos como vamos? (II)

por Un obispo opina

El mundo no tiene solución desde el mismo hombre; no puede cambiar por sí mismo. Si estamos todos enfermos de amoralidad y necesitamos todos una inyección de moralidad, si nadie la tiene, estamos todos como metidos en un pozo del que nadie puede salir por sí mismo y, menos, ayudarnos a todos a salir. La posibilidad de salir nos ha de venir de fuera; y es aquí donde los cristianos encontramos una salida: Salvador, Jesús, portador de la moralidad del amor, moralidad que únicamente él nos puede ofrecer. Jesús nos ofrece una vida nueva, incompatible con la vida vieja moral que llevamos. O aceptamos esa vida nueva que nos ofrece o seremos siempre esos hombres egoístas, sin esperanza en un más allá en plenitud de felicidad. La aceptación de la oferta de Jesús es nuestra salvación de cara a un mundo nuevo. Son muchos los que rechazan a Dios, pero rechazarlo no es destruirlo.

Hemos de ser muy conscientes de que no es el mundo lo que debe cambiar, sino nosotros. No son las estructuras la raíz del mal; las estructuras las hacemos los hombres. El mundo cambia en lo externo: ciencia, industria, técnica, leyes, estructuras sociales... pero ¿y en los valores morales? Y sin valores bien cimentados y vividos ¿podemos esperar un mundo más humano y fraterno?

Están bien los avances en tecnología, en medicina, en informática… (He oído decir que si desapareciesen las computadoras, el problema del paro se resolvía en un momento) pero si no hay moralidad en los comportamientos humanos ¿no aumentan los peligros en cuanto a abusos, opresiones, instrumentalizaciones, esclavitudes…?

Yo me imagino a un hombre que viene de la selva, sin instrucción y le contratan para la limpieza de los aviones; de repente, estando limpiando un Airbus, al ver que la cabina está abierta, se le ocurre ponerlo en marcha y empezó a volar; ya nos podemos imaginar lo que sucedió. El avión es fruto de un progreso, pero si no se sabe pilotar no hay avance. El fallo no está en el avión; está en que quien debe pilotarlo y no está capacitado para ello.

Lo mismo podríamos decir de nuestro mundo. Se ha avanzado mucho en la técnica, pero, por muy perfecta que sea, no sirve si los criterios del hombre siguen siendo los mismos de siempre, aprovecharse de todo y de todos. Hay que capacitarse para esa vida nueva a la que aludíamos, y capacitarse supone saber vivir amando a todos como a uno mismo y decidirse a ello. Y uno se inutiliza para capacitarse, si no sabe ver el sentido de las cosas: todas, para el servicio a todos los hombres.

Los cristianos somos conscientes de que hay un mundo nuevo en el que hay que nacer de nuevo; y al nacer a una vida nueva, hay que empezar a vivir de manera distinta. En la actualidad creo que estamos en la misma situación en que se encontraba la sociedad al principio del cristianismo, y que la causa es la misma.

¿Se acuerdan de lo que decía San Pablo respecto al estilo de vida que se llevaba en su tiempo? Vale la pena meditar sobre ello. Dice: "Porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos… Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador… Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre… Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen." (Rom. 1, 21-32)

¿No hay algo en esta lista que vale también para nuestros días? Subrayo las últimas palabras de la cita: aprueban a los que las cometen. ¿No se han estado aprobando legalmente acciones como las que señala San Pablo, dándoles categoría de ley? ¿No habla San Pablo de la homosexualidad, del cambio de la verdad de Dios por la mentira, de la injusticia, de homicidios (también el aborto lo es)… ¿Y cuál es la raíz de estos extravíos?

Bien claro lo dice: Porque no tuvieron a bien guardar el conocimiento de Dios. ¿Y es admitido Dios en la actualidad, o se actúa como si Dios no existiese y se le considera como un obstáculo para lo que dicen que es libertad? Estorba y se le suprime, no cuenta.

Realmente no es el mundo lo que no tiene solución sino el propio hombre si no cambia la orientación de su vida. Es el hombre el que está desorganizado y es el que hace que la naturaleza esté desorganizada y que esté siempre en función de los más poderosos.

Es posible que alguien diga que no le importa lo que pueda decir San Pablo, pero a mí, cristiano, sí me importa. Pero es que, además, el mundo en tiempos de San Pablo tiene los mismos defectos que el mundo de hoy, y el remedio para entonces y para ahora, es el mismo: volver a Dios. Y el pecado de entonces y el de hoy es el mismo: haber rechazado a Dios, cambiando la adoración a Dios por la adoración a los ídolos.

¿Cuáles son nuestros ídolos modernos? Lo veremos en el próximo artículo

José Gea
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