Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Nos seguimos queriendo

por Una fe con chispa

NOS SEGUIMOS QUERIENDO

El verdadero amor es eterno, infinito.
 El aspecto puede cambiar, pero no la esencia.
-Honoré de Balzac-

          Mis amigos Felisa y Agustín están muy adentrados en la decena de los sesenta y van camino de las bodas de oro matrimoniales. Me ha costado trabajo, pero al fin he conseguido que me resuman en un párrafo 44 años de matrimonio:

    Estuvimos ocho años de novios y aunque llevamos cuarenta y cuatro casados, siempre que nos encontramos de improviso por la calle, seguimos sintiendo un remusguillo en el corazón. Nuestra experiencia es que, si lo cuidas día a día con detalles, el amor no muere ni languidece, sino que se mantiene y crece. No nos vemos perfectos el uno al otro y tenemos nuestras diferencias que nos han llevado a épocas tormentosas; pero, con el cariño como motor, superamos todo.

   Después de cuarenta y cuatro años, hemos perdido quizás algo de aquel amor superficial y sensiblero de los principios; pero hemos ganado en serenidad y profundidad. Después de tantos años nos seguimos queriendo.

          ¿Qué está sucediendo en nuestra sociedad para que algo que debería ser normal, nos llame la atención? En nuestra sociedad de usar y tirar, en la que hasta las personas se convierten en objetos, la fidelidad no está de moda. Se nos vende por los medios de difusión la «ejemplaridad» de personajes casquivanos que, incapaces de ser fieles, nos proponen como modelo a seguir el mariposeo.

          Hoy estamos creando personas «juncos» al vaivén de cualquier viento pasional. Y así nos va: personas veletas sin raíces ni orientación estables.

          Hablando de estas personas veletas que temen dar un sí para siempre por temor a que mañana puedan cambiar de idea, Kierkegaard escribe:

    Es evidente que, para estas personas, el amor no es lo supremo, pues de lo contrario estarían contentas de que exista un poder que se capaz de forzarles a permanecer en él.

          Esta es la cuestión, quienes temen al amor eterno deberían ser sinceros consigo mismos y reconocer que no es que sus inteligencias sean muy largas, sino que su amor es demasiado corto.

          Tenemos que recuperar la cordura y formar personas «encinas», estables y con raíces que desafían el paso del tiempo aportando equilibrio al paisaje.

          El amor rejuvenece y el haber estado —el estar— enamorado de un hombre, de una mujer, de un ideal, de una misión, es lo más rejuvenecedor que existe; por eso, aunque pasen muchos años, si hemos sabido cuidar el amor con detalles diarios, podremos afirmar como mis amigos Felisa y Agustín: «Sí, sí, han pasado muchos, muchísimos años, pero nos seguimos queriendo».

 

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