El SIAME (Sistema informativo de la Archidiócesis de México) ha publicado un artículo en el que presenta seis consejos para enseñarles a los hijos a ser agradecidos.

En el texto de Dulce María Fernández, se recuerda que “el mundo de hoy necesita reaprender el valor de la gratuidad. Estamos sumergidos en esta sociedad que solo busca acciones que lleven al éxito”.

A continuación, seis consejos para educar en la gratuidad:

que nos ama con un amor infinito, más allá de nuestros méritos: Por eso nos regala un sol que sale todos los días, una luna que ilumina nuestras noches, unas estrellas que adornan el cielo, un paisaje que cambia con las estaciones del año, un río, un arroyo, una playa, un mar; así como el frío, el calor, la lluvia, el viento o la nieve.

Nos regala todo para que nos sorprendamos y encontremos variedad en la naturaleza y en las personas.

: Evitar en el trato diario esa mala costumbre de dar todo por hecho. Que vean que damos las gracias cuando nos ceden el paso, o cuando nos sirven los alimentos, o cuando nos atienden en un hospital, o cuando el maestro nos enseña.

: En nuestra “casita sagrada”, de todo lo que unos hacemos por los otros, cumpliendo con nuestras obligaciones, expresándonos un agradecimiento aunque no haya visitas. Se aprende a agradecer agradeciendo.

, especialmente cuando atravesamos momentos de sufrimiento: Ahí es cuando hay que derramar ternura y aplicar la famosa “cariñoterapia” que recomienda el Papa Francisco, aprovechando el momento para recordarnos entre familia que Jesús nos quiere, que siempre está a nuestro lado pase lo que pase, y que hay que agradecer hasta los malos momentos, porque nos pueden llevar a reconocer a Dios y su misericordia en nuestra vida familiar. Así de grande es su  amor de gratuidad. Como decía San Pablo: “Todo es para bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28).

: la unión, la alegría, la inteligencia, el sentido del humor, la dulzura, la empatía, la conversación agradable, la amabilidad, el ser deportista, el tener buen sazón, el carisma personal, entre otros muchos dones.

No podemos exigir a los demás algo a cambio de eso. ¿Cuánto cuesta dar un abrazo o regalar una sonrisa? ¿Cuál es el precio de escuchar durante media hora? ¿Qué nos quita el ir a visitar a un anciano o a un enfermo? ¿Cuál es el precio que hemos puesto a los minutos que nos ha dado Dios gratis?

: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿de qué te glorías?” (I Cor 3,7). Y de todo lo que hemos recibido gratis  lo más grande es el amor de Dios, que Cristo mereció por nosotros.

Ahora Cristo nos pide que lo demos a los demás igualmente gratis, y lo podemos hacer en familia de un modo concreto: id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.