[A continuación reproducimos, tomada de Tempi, la carta que Emanuela, casada con Giovanni y madre de cuatro hijos, dirigió al Papa tras el nacimiento en marzo del último de ellos con síndrome de Down y otras complicaciones físicas. Francisco hizo realidad su sueño y les recibió al finalizar la audiencia general del 9 de diciembre, agradeciéndoles «su testimonio». Los ladillos son de ReL.]

Queridísimo Papa Francisco,

Le escribo para contarle nuestra historia, para compartir con usted la alegría de lo que ha sucedido en nuestra familia, con el deseo de que usted sepa que aún hay familias que aman la vida en cuanto don.

Me llamo Emanuela, tengo 41 años y desde hace once estoy casada con Giovanni, que tiene 40. Nuestra unión ha sido bendecida con cuatro hijos estupendos: Tommaso, Martino, Jacopo y Michele.

Llegado desde Fátima
Exactamente una semana después de que usted recibiera en audiencia el 7 de marzo a los miembros de la Fraternidad Comunión y Liberación, de la que nosotros formamos parte, nació nuestro hijo Michele. Ese 7 de marzo mi marido y mis primeros tres hijos estaban en la Plaza de San Pedro, mientras yo estaba en casa, embarazada de ocho meses.

El 13 de marzo nació Michele. El año anterior mi marido y yo habíamos ido a Portugal para celebrar nuestro décimo aniversario de matrimonio. En Fátima le entregué a la Virgen varias intenciones entre las cuales mi deseo de ser madre de nuevo, si bien a veces prevalecían preocupaciones prácticas (una casa pequeña, estrecheces económicas, etc.). Un mes más tarde, María respondió a mi oración y ¡Michele ya estaba de camino!

Problemas desde el principio
Llegó al mundo antes de lo previsto y no quiso pasar inadvertido: nació prematuro de tres semanas, pues la fecha prevista para el parto era el día de Pascua, el 5 de abril.

El parto fue algo problemático y para mí muy cansado. Casi una hora después, una “sensibilísima” pediatra nos dijo bruscamente lo que la realidad ya se nos había manifestado a Giovanni y a mí como una posibilidad. Sus crudas palabras resonaron afiladas en mi corazón: «Tengo que comunicarles urgentemente que hemos empezado toda una serie de análisis porque su hijo parece tener una forma de síndrome de Down».

A partir de entonces empezó un mes muy difícil para mi marido, para nuestros hijos y para mí, pero al mismo tiempo, un periodo de gracias y de milagros que se han ido manifestando en nuestras pobres vidas a cada instante, sobre todo cada vez que el desconsuelo se hacia patente en nosotros. Estoy segura de que esa era la mano de Jesús que nos acompañaba y sostenía.

De UCI en UCI, de complicación en complicación
La noche del día 13 Michele fue trasladado de urgencia del hospital de Carate Brianza al hospital San Gerardo de Monza por una trombocitopenia grave (sobre un nivel de 150.000 plaquetas, el pequeño tenía sólo 23.000). Fue entonces cuando el miedo nos tomó la delantera: cuando vi que salía del hospital para ser trasladado en ambulancia sentí que daba de nuevo a luz, fue una separación dolorosa.

Pero he aquí que, de nuevo, la mano del Señor me acarició la cabeza. Desde Monza vino a buscar a Michele un médico del que habíamos oído hablar porque se había ocupado de los hijos de algunos amigos nuestros. En resumen, me sentí reconfortada. Era como si el Señor me dijera: «Deja que se vaya, está en buenas manos».

El 16 de marzo nos convocaron urgentemente algunos médicos de la Unidad de Cuidados Intensivos-UCI: había que operar a Michele. De hecho, ese día el personal sanitario se había dado cuenta de que después de comer Michele vomitaba muchísimo, hasta darse cuenta de que lo que vomitaba era bilis. Era evidente que había una obstrucción, pero sólo operando se podía saber de qué se trataba exactamente. Mientras tanto las plaquetas seguían disminuyendo. Se le hicieron varias transfusiones, también pensando en la intervención quirúrgica.

Bautizo inmediato
El 17 de marzo empezaron las pruebas pre-operatorias. Michele tenía una sonda naso-gástrica que le mantenía limpio el estómago y un catéter central que lo alimentaba. Ese día le sacaron sangre una primera vez para hacer un mapa genético, que quince días después confirmó el síndrome de Down, y luego de nuevo otra vez, de la médula ósea, para verificar el problema de las plaquetas. Ese día yo estaba destrozada: ese niño de apenas dos kilos, nacido cuatro días antes, estaba siendo atormentado con agujas, sondas, análisis, extracciones de sangre… Estaba verdaderamente triste. Nos comunicaron que la operación se llevaría a cabo en la Clínica Mangiagalli de Milán y que por consiguiente Michele sería trasladado allí.

Así, Giovanni y yo decidimos bautizarlo inmediatamente porque era lo único que nos daba paz: la certeza de que ese hijo donado era ya signo de grandes cosas y que lo único que nos importaba era que fuera amigo de Jesús, así su vida y su misterioso sufrimiento tendrían un sentido.

Rodeado de oraciones
Michele fue operado el viernes 20 de marzo, cuando tenía una semana de vida. Lo operó un médico amigo de mi cuñada. También esto, que puede parecer casualidad, para mí no lo es en absoluto. El cirujano y Chiara, la hermana de mi marido, habían estudiado juntos Medicina en la universidad. Así, la tía Chiara (también ella cirujana) pudo entrar en el quirófano para acariciar la cabeza del pequeño Michele.

El mundo, mientras tanto, rezaba por nosotros y con nosotros. Giovanni y yo nos sentimos sostenidos por la oración y las fuerzas, milagrosamente, nunca nos fallaron. Rezaban los compañeros de trabajo, los amigos de la infancia, los compañeros de universidad, los parientes cercanos y lejanos, los vecinos de casa, los padres de los compañeros del jardín de infancia y del colegio de nuestros otros hijos. Rezaban en el trabajo, en el colegio… ¡en todas partes!

Convertido en un guerrero
La operación salió bien. Era un páncreas anular que circundaba y comprimía el intestino impidiendo el paso de lo que llegaba desde el estómago. Tras unos diez días en la Clínica Mangiagalli nos mandaron a la UCI de Monza, de la que nos dieron el alta el 12 de abril. Al día siguiente Michele cumplió un mes y ya estaba guerrero como el arcángel del que lleva el nombre.

Empezaron a llegar con cuentagotas los resultados de los análisis: el mapa genético confirmaba la sobreabundancia de cromosomas; el resultado de la médula ósea era bueno y de hecho, lentamente las plaquetas empezaron a subir hasta regularizarse. Ahora Michele tiene seis meses de vida y ¡es una alegría verlo!

Agradecidos por el don de la vida
El 13 de marzo nuestra vida cambió de manera inesperada y especial. Michele entró de golpe en nuestras vidas y a partir de ese momento ha sido una sucesión de hechos extraordinarios y milagrosos y de encuentros especiales.

Cuando en la sala de parto vi su carita que casi se perdía entre la tela verde, mi corazón se sobresaltó. Mire a mi marido y pensé: «Este niño será un bien para nuestra familia». Porque a pesar del dolor, la fatiga y a veces también el miedo, siempre hemos estado seguros del plan bueno de Dios.

Giò, Tommaso, Martino, Jacopo y yo damos las gracias a Dios cada día por este pequeño gran don, tan deseado y buscado, con el que Él nos ha preferido de manera especial. Puedo decirlo: jamás me he enfadado porque Michele no sea perfecto, al contrario, siempre he estado agradecida por el don de su vida a la nuestra. ¡Sentimos ahora más que antes que Dios nos ha preferido y no nos ha dejado nunca solos!

Michele, presencia de Dios en nuestra vida
Durante ese mes de hospital, en el paso de una UCI a la otra, en las interminables horas de espera antes y después de la operación, siempre ha surgido de manera clara, cierta y poderosa que Jesús nos esperaba, nos había precedido.

El signo de esto han sido los rostros de nuestros amigos, los de siempre (pienso en mis amigas que, desde el momento en que entré en la sala de parto, no me han dejado nunca sola) y los que se han convertido en tales gracias a Michele, como es el caso de algunas enfermeras que hemos encontrado en esta aventura y que ahora forman parte de nuestra historia.

Gracias a Michele hemos vuelto a descubrir la belleza de confiarse, de pedir incansablemente, y el Señor siempre nos ha respondido. Hemos vuelto a descubrir la alegría de formar parte de un pueblo, la Iglesia, que nos ha abrazado y sostenido en cada circunstancia.

Tantos amigos viejos, nuevos, redescubiertos...
Doy gracias a Dios por el don de todos los amigos. Pienso en quien me ha abrazado en la sala de parto, en la tía de Michele que estuvo con él en el quirófano, en todos los médicos y el personal sanitario que se ocuparon de él de un modo fantástico, y que aún lo hacen. Pienso en nuestros amigos que, en ese primer mes, un poco complicado, nos ofrecieron una ayuda muy concreta: uno se ocupaba de la colada, uno nos traía el café, uno nos acompañaba en las distintas salas de espera. Pienso en las maestras de nuestros otros hijos, presencias atentas y discretas que los han acompañado de manera increíble. Pienso en todos lo que han rezado con nosotros y por nosotros. Pienso también en algunas amigas de la infancia con las que la relación ha renacido.

En resumen, cuánta riqueza… es innegable. Estamos contentos y agradecidos, por lo que pedimos a la Virgen que proteja a Michele y que el milagro de esta alegría y de esta compañía verdadera para nosotros y para nuestros hijos esté siempre.

Un encuentro con el milagro
Michele es para nosotros una presencia santa, es la posibilidad de pedir a Dios cada mañana, a través de su dulce rostro, el sentido de nuestras jornadas. Y está claro también que su vida es portadora de milagros que siguen acaeciendo.

Precisamente hace unos días fui a un encuentro en el hospital de Monza y sucedió algo increíble. El encuentro había sido organizado por una doctora responsable de la UCI para involucrar a los padres en el lanzamiento de un proyecto que prevé la reestructuración del servicio de la UCI neonatal. Mientras caminaba por los pasillos de ese hospital me volvían a la mente algunos momentos y surgía en mí la tristeza. Llena de preguntas sobre mis hijos y sobre mí, al mismo tiempo me invadía una gran alegría en cuanto me acordaba de los rostros de las personas queridas y de todo lo que el Señor nos había donado con Michele.

Entonces, por casualidad -pero nada sucede al azar-, me encontré con Adele Schilirò, la madre de Pietro que, hace trece años, fue objeto de un milagro por intercesión del matrimonio Martin. En pocos minutos nos contamos todo y entonces le pedí que se acordara en sus oraciones de nuestro pequeño Michele. Aceptó, explicándome que, después de Pietro, ella también tuvo un hijo Down que nació muerto.

[Pincha aquí para conocer el caso del milagro de Pietro Schirilo al que se refiere Emanuela (es el noveno de los diez referidos en el artículo).]

No sabemos nada sobre lo que pasará
Pienso que Alguien esa tarde quiso que nos encontráramos. El Señor me acompaña siempre y no me deja nunca sola, ¡sobre todo cuando prevalece la tristeza o el miedo! Porque de vez en cuando miro a mi hijo y me pregunto qué será de él o que podrá hacer en la vida y no escondo mi miedo.

Pero ninguno de nosotros sabe que pasará con sus hijos ni podemos saber en qué consiste su realización y su felicidad. Esto Michele nos lo está enseñando desde su primera respiración; sus dulces sonrisas nos muestran cada instante la belleza de la vida, nos ha sido donado para esto.

Misionero y guerrero: la carta de Santa Teresita
Como dice la carta de Santa Teresa de Lisieux que hemos elegido para el recordatorio de su bautismo: «Estoy encantada por el niño pequeño y Aquel que lo lleva en brazos lo está aún más … ¡Qué bella es la vocación del niño! No es una misión que debe evangelizar, sino todas las misiones. ¿Cómo?… Amando, durmiendo, esparciendo flores a Jesús cuando duerme. Entonces Jesús cogerá estas flores y dándoles un valor inestimable, las esparcirá a su vez: las hará volar hacía todas las orillas y salvará las almas, con las flores, con el amor del niño pequeño que no verá nunca pero ¡que sonreirá siempre a través de las lágrimas! Un niño misionero y guerrero, ¡qué maravilla!».

La certeza de Jérôme Lejeune
En 2012, en el Meeting de Rimini se presentó una exposición que llevaba el título: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? Genética y naturaleza humana en la mirada de Jérôme Lejeune. En el vídeo que acompañaba esta exposición, Lejeune decía: «No tengáis miedo. Vosotros que defendéis la familia seréis objeto de burla, os dirán que estáis pasados de moda, que impedís el progreso de la ciencia, se levantará contra vosotros la bandera de la tiranía técnico-científica, os dirán que intentáis amordazar la ciencia con una moral superada. Pues bien, lo que quiero deciros es: no tengáis miedo, sois vosotros los que transmitís las palabras de la vida. Nos queda la sabiduría eterna, la que los hombres no han inventado, y esta sabiduría se resume en una frase que explica todo, que responde a todo, que os dirá en cada momento lo que tenéis que hacer o no hacer y esta frase es sencillísima, es la Madre de todos quien nos la ha enseñado: lo que habéis hecho al más pequeño de mis hermanos me lo habéis hecho a mí».

Esto es lo que nuestra familia está viviendo gracias a Michele. Deseo, Santo Padre, hacerle partícipe de esta gran alegría. Permítame que le envíe una foto del Bautismo, una foto de Michele y el recordatorio. Le prometo nuestras oraciones y confío a las suyas a toda nuestra familia. Mi mayor deseo sería que usted pudiera recibir a toda nuestra familia para poder recibir su santa bendición y para mostrarle qué belleza son nuestros hijos, sus miradas y su corazón sencillo.

Publicado en Tempi.
Traducción de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá
de Henares.

VÍDEO RELACIONADO.- Su niña tenía que ser «perfecta»
Ésta es la historia de Heath White, piloto de las Fuerzas Aéreas y agente del FBI, que quiso abortar a su hija porque le diagnosticaron síndrome de Down. La madre se negó, y él prolongó su rechazo una vez que la pequeña nació. Hasta que algo empezó a cambiar. Ésta es la emocionante historia contada por él mismo. Pincha aquí para leer la noticia cuando la dio a conocer ReL. Fuente: Youtube.