El Papa Francisco ha recibido este viernes en audiencia a los participantes de la plenaria del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos y durante su discurso les indicó que “la pena canónica tiene siempre un significado pastoral” reparador y que pretende también ayudar al culpable.

En su intervención, Francisco recordó que “es necesario readquirir y profundizar el verdadero significado del derecho en la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, donde la preeminencia es la de la Palabra de Dios y  la de los Sacramentos, mientras que la norma jurídica tiene un papel necesario pero subordinado y al servicio de la comunión”.

De este modo, indicó que “dar a conocer y aplicar las leyes de la Iglesia no es una traba para la presunta ‘eficacia’ pastoral de quienes quieren resolver los problemas sin el derecho; al contrario, es la garantía de la búsqueda de soluciones no arbitrarias, sino verdaderamente justas y, por tanto, verdaderamente pastorales”.

El obispo, como cabeza y juez

Por ello, el Papa añadió a los presentes que “evitando soluciones arbitrarias, el derecho se convierte en un baluarte válido en defensa de los últimos y de los pobres, en un escudo protector para aquellos que corren el riesgo de ser víctimas de los poderosos de turno”.

“El obispo debe ser cada vez más consciente de que en su Iglesia, de la que es constituido  pastor y cabeza, es precisamente por ello también juez entre los fieles que le han sido confiados. Pero el papel de juez siempre tiene una huella pastoral en cuanto está encaminado a la comunión entre los miembros del Pueblo de Dios”, agregó.

Reparación y buscar también el bien del culpable

El Santo Padre quiso insistir en que “a diferencia de la prevista por el legislador estatal, la pena canónica tiene siempre un significado pastoral y persigue no sólo una función de respeto del ordenamiento, sino también la reparación y sobre todo  el bien del culpable. El fin reparativo se propone restablecer, en la medida de lo posible, las condiciones que precedieron a la violación que perturbó la comunión. En efecto, cada delito afecta a toda la Iglesia cuya comunión ha sido violada por quien deliberadamente atentó contra ella con su comportamiento”.

“El fin de la recuperación del individuo subraya que la pena canónica no es un instrumento meramente coercitivo, sino que tiene un carácter marcadamente medicinal. En última instancia, representa un medio positivo para la realización del Reino, para reconstruir la justicia en la comunidad de los fieles, llamados a la santificación personal y común”, concluyó.