Para llegar a la unidad, hay que empezar construyendo la paz, y eso se logra desde la humildad, la dulzura y la magnanimidad. Ese fue el tema central de la homilía del Papa Francisco en la misa matinal de Casa Santa Marta de este viernes 26 de octubre.

 

Reflexionando sobre la primera lectura del día, de la Carta de San Pablo a los Efesios, Francisco recordó cómo Pablo, desde la soledad de la prisión, dirigió a los cristianos un verdadero “himno a la unidad”. “Los cristianos – observó el Papa- estaban demasiado ocupados en sus luchas internas”, y desatendía a Pablo.

"El mismo Jesús antes de morir, en la Última Cena, pidió al Padre la gracia de la unidad para todos nosotros”. Y sin embargo, constató Francisco, estamos “acostumbrados a respirar el aire de los conflictos”. Cada día, en la televisión y en los diarios se habla de conflictos, “uno detrás de otro”, de guerra, “sin paz y sin unidad”. 

"Incluso las instituciones mundiales -hoy lo vemos- creadas con la mejor voluntad para ayudar a la unidad de la humanidad, la paz, se sienten incapaces de encontrar un acuerdo: que hay un veto aquí, un interés allá... Y se les hace difícil encontrar acuerdos de paz. Y mientras tanto los niños no tienen comida, no van a la escuela, no tienen educación, no hay hospitales porque la guerra lo destruye todo. Hay, por parte nuestra, una tendencia a la destrucción, a la guerra y a la desunión. Es la tendencia que siembra en nuestro corazón el Enemigo, el Destructor de la Humanidad: el diablo. Pablo, en este pasaje, nos enseña el camino hacia la unidad. Él dice: “la unidad está cubierta, está blindada -se puede decir- con el vínculo de la paz”. La paz lleva a la unidad".

Con humildad, dulzura, magnanimidad

He aquí entonces el apelo a un comportamiento digno de la llamada recibida, “con toda humildad, dulzura y magnanimidad”. 

"Para hacer la paz, la unidad entre nosotros: humildad, dulzura. Nosotros que estamos acostumbrados a insultarnos, a gritarnos... dulzura y magnanimidad. ¡Deja estar! Abre el corazón. ¿Se puede hacer la paz en el mundo con estas tres pequeñas cosas? Sí, es el camino. ¿Se puede llegar a la unidad? Sí, por ese camino: 'humildad, dulzura y magnanimidad'. Pablo es práctico, y da un consejo muy práctico: 'soportarse los unos a los otros en el amor'. Soportarse los unos a los otros. No es fácil, siempre sale el juicio, la condena, que lleva a la separación, a la distancia....

Comprensión desde el principio

Esto sucede, notó también el Papa, cuando se crea una distancia entre los miembros de una misma familia. El diablo "es feliz" con eso: es “el inicio de la guerra”. El consejo es, pues, “soportar”, porque "todos damos motivo de fastidio, de impaciencia, porque todos -recordó el Papa- somos pecadores, todos tenemos nuestros defectos”. San Pablo recomienda “preservar la unidad del Espíritu a través del vínculo de la paz”, “seguramente bajo la inspiración de las palabras de Jesús en la Última Cena: ‘Un solo cuerpo y un solo Espíritu’”. Luego “va hacia adelante y nos hace ver el horizonte de la paz, con Dios; como Jesús nos mostró el horizonte de la paz en la oración: ‘Padre, que sean uno, como tú y yo’. La unidad”.

El Santo Padre recordó luego que en el Evangelio de Lucas proclamado hoy, Jesús aconseja encontrar un "acuerdo" con nuestro adversario “a lo largo del camino”. Es un “buen consejo”, comentó, porque “no es difícil encontrar un acuerdo al principio del conflicto”.

El consejo de Jesús: ponte de acuerdo al principio, haz la paz en el principio: esto es humildad, esto es dulzura, esto es magnanimidad. La paz se puede construir en todo el mundo con estas pequeñas cosas, porque estas actitudes son la actitud de Jesús: humilde, manso, lo perdona todo. El mundo de hoy necesita paz, nosotros necesitamos paz, nuestras familias necesitan paz, nuestra sociedad necesita paz. Comencemos por casa a practicar estas cosas sencillas: magnanimidad, dulzura, humildad. Vamos adelante por este camino: hacer siempre la unidad, consolidar la unidad. Que el Señor nos ayude en este camino.