Frente al consumo desenfrenado y voraz es necesario educar en la sobriedad y el respeto, "a un modo de vivir más sencillo y ordenado, utilizando los recursos de la creación, con sabiduría y moderación", pensando en la entera humanidad y en las generaciones futuras, y no sólo en los intereses propios.

A eso animó el Papa Francisco este jueves por la mañana en un encuentro con 200 personas que pertenecen a distintas religiones pero que destacan por su trabajo en obras de misericordia y solidaridad.

Lo escuchaban en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano, en el contexto del Año Jubilar, cristianos de distintas denominaciones, judíos, musulmanes, budistas e hinduistas, entre otros. 

Llamándolos “queridos amigos”, el Papa Bergoglio les dio su cordial bienvenida, manifestando su satisfacción por este encuentro que les permitió reflexionar juntos sobre el tema de la misericordia.

Y añadió que este misterio de la misericordia no debe celebrarse sólo con palabras, sino sobre todo, con las obras, con un estilo de vida que sea realmente misericordioso, hecho de amor desinteresado, servicio fraterno y participación sincera.


Aseguró el Papa que la Iglesia, y también otras religiones, están llamadas a ser mensajeras de paz y artífices de comunión, "para contrarrestar a quienes alimentan choques, divisiones y cerrazones", puesto  que éste es el tiempo de la fraternidad.


 En la Sala Clementina, Francisco se dirigió a 200 personas de distintas religiones que trabajan por la misericordia y la compasión

De ahí que Francisco haya manifestado la importancia de buscar el encuentro entre nosotros, un encuentro que, sin sincretismos conciliadores, nos haga más abiertos al diálogo, elimine toda forma de cerrazón y desprecio, rechazando  cualquier forma de violencia y discriminación, tal como él mismo ha escrito en la Bula de convocación del Jubileo Extraordinario, Misericordiae Vultus, (n. 23), del 11 de abril del año 2015.


Después de destacar que el tema de la misericordia es familiar a numerosas tradiciones religiosas y culturales, donde la compasión y la no-violencia son esenciales, el Pontífice enumeró una serie de actitudes que bien pueden considerarse obras de misericordia corporales y espirituales, aludiendo también al drama del mal.

Sin embargo el Obispo de Roma recordó que la misericordia también se extiende al mundo que nos circunda, a nuestra casa común, que estamos llamados a custodiar y preservar del consumo desenfrenado y voraz.

Por esta razón afirmó que es necesario educar a la sobriedad y al respeto, a un modo de vivir más sencillo y ordenado, utilizando los recursos de la creación, con sabiduría y moderación, pensando en la entera humanidad y en las generaciones futuras, y no sólo en los intereses propios.


Antes de despedirse, el Sucesor de Pedro indicó la vía maestra común que resumió con una serie de afirmaciones, comenzando por el hecho de que se condenen de modo claro "las actitudes inicuas que profanan el nombre de Dios y contaminan la búsqueda religiosa del hombre".

"Que en cambio se favorezcan por doquier el encuentro pacífico entre los creyentes y una real libertad religiosa. En esto nuestra responsabilidad frente a Dios, a la humanidad y al futuro, es grande y requiere todo esfuerzo, sin ninguna simulación", dijo.

"Es una llamada que nos implica, un camino que hay que recorrer juntos por el bien de todos, con esperanza. Que las religiones sean regazos de vida, que lleven la ternura misericordiosa de Dios a la humanidad herida y necesitada; y que sean puertas de esperanza, que ayuden a atravesar los muros levantados por el orgullo y el miedo", finalizó.