Los nuevos obispos son "fruto de un trabajo asiduo y de la incansable oración de la Iglesia que, cuando debe elegir sus pastores, quiere rememorar esa noche entera pasada por el Señor en el monte, en presencia de su Padre, antes de llamar a los que quería para estar con Él y ser enviados en el mundo".

Con estas palabras se ha dirigido el Papa Francisco a los obispos nombrados durante el último año, quienes están participando en estos días en el Congreso promovido por la Congregación para los Obispos y de la Congregación para las Iglesias Orientales.

Durante el discurso, Francisco ha indicado que conoce sus currículos y que tiene grandes esperanzas en sus potencialidades. Y ha añadido que ahora finalmente puede escuchar personalmente el corazón de cada uno y mirarles para ver las muchas esperezas pastorales que Cristo y su Iglesia ponen en ellos.

Asimismo, el Papa les ha indicado que al haber ya experimentado el Evangelio sus cabezas "se han convertido en hogar donde se puede vivir con la Palabra de Dios; y el anillo en la mano derecha, que a veces aprieta demasiado o a veces está en peligro de caer, sin embargo, tiene el poder de unir vuestra vida a Cristo y a su Esposa".

Al ser la primera ocasión en la que el Santo Padre les recibe, les ha hecho una petición: que ellos no den "nunca por descontado el misterio que Dios ha concedido, no perder el estupor frente al diseño de Dios, ni el temor de caminar en conciencia, ante su presencia y ante la presencia de la Iglesia que es en primer lugar, suya".

Y a continuación, el Obispo de Roma les ha hablado "con sencillez" de algunos temas que tiene en el corazón.

En primer lugar, el Papa se ha sentido en el deber de recordar a los pastores de la Iglesia "la inseparable unión en la estable presencia del obispo y el crecimiento del rebaño".

Es decir, "cualquier reforma auténtica de la Iglesia de Cristo comienza por la presencia, la de Cristo que no falta nunca, pero también la del pastor que sostiene en nombre de Cristo".

Al respecto, el Santo Padre ha recordado que en los pastores que Cristo dona a la Iglesia, Él mismo ama a su Esposa y dona su vida por ella. "El amor vuelve parecidos a quienes lo comparten, por eso todo lo que es bello en la Iglesia viene de Cristo, pero también es verdad que la humanidad glorificada del Esposo no ha despreciado nuestros rasgos. Dicen que después de años de intensa comunión de vida y de fidelidad, también en las parejas humanas los rasgos de la fisionomía de los esposos gradualmente se comunican y ambos terminan por parecerse", ha observado. Para esta relación obispo-Iglesia es necesaria "la intimidad, la asiduidad, la constancia, la paciencia".

Por otro lado, Francisco les ha subrayado que no quiere obispos contentos en la superficie, "se debe cavar hondo para rastrear lo que el Espíritu continúa inspirando a vuestra Esposa", dijo.

Y les pidió no ser "obispos con caducidad fija, que necesitan siempre cambiar de dirección, como medicinas que pierden la capacidad de sanar, o como esos alimentos insípidos que hay que tirar porque son inútiles".

Por esta razón, les ha aconsejado que "para habitar plenamente en las Iglesias es necesario habitar siempre en Él y no escapar de Él: habitar en su Palabra, en su Eucaristía, en ´las cosas de su Padre´".

Por tanto, ha advertido el Papa, "no obispos apagados o pesimistas, que descansan solo en sí mismos y por tanto están entregados a la oscuridad del mundo o resignados a la aparente derrota del bien, y claman que la fortaleza ha sido atacada".

Otra recomendación: "no caer en la tentación de cambiar al pueblo. Amar al pueblo que Dios nos ha dado, también cuando ellos hayan ´cometido grandes pecados´, sin cansaros de ´ir al Señor´ para obtener perdón y un nuevo inicio, también al precio de ver canceladas las falsas imágenes que uno tiene del rostro divino y las fantasías que uno ha alimentado sobre el modo de suscitar la comunión con Dios".

Abordando el tema de los sacerdotes, el Santo Padre ha explicado a los nuevos obispos que "hay muchos que ya no buscan donde Él habita, o que habitan en otras latitudes existenciales, algunos en los bajos fondos. Otros, olvidados de la paternidad episcopal o quizá cansados de buscarla en vano, ahora viven como si no fueran ya padres o se creen no necesitar padres".

Por eso, les ha exhortado a cultivar "un tiempo interior en el que se pueda encontrar espacio para sus sacerdotes: recibirlos, acogerlos, escucharlos, guiarlos".

Francisco ha dedicado también unas palabras "al Pueblo que les ha sido confiado". Y así, ha indicado que "este Pueblo necesita vuestra paciencia para cuidarlo, para hacerlo crecer". De hecho, ha advertido el Pontífice, "¡nada es más importante que llevar las personas a Dios!"

De una forma especial les ha pedido cuidar de los jóvenes y los ancianos.

Al finalizar el discurso, el Santo Padre ha afirmado que ve en ellos "centinelas, capaces de activar las Iglesias, levantándose antes del alba o en medio de la noche para despertar la fe, la esperanza, la caridad; sin dejarse vencer o conformar por el lamento nostálgico de un pasado fecundo pero que ya se ha ido".

Y para finalizar un nuevo consejo del Obispo de Roma: "Dialogar con las grandes tradiciones en las que uno está inmerso, sin miedo de perderse y sin necesidad de defender las propias fronteras, porque la identidad de la Iglesia está definida por el amor de Cristo que no conoce fronteras".