El Papa Francisco obligó a la mafia calabresa a enfrentarse a su imagen horrible visitando en la cárcel al padre y las dos abuelas de “Cocó” Campolongo, el niño de tres años asesinado por la ‘Ndrangheta el pasado mes de enero junto con su abuelo materno, que ejercía la custodia ya que la madre también está en la cárcel.

«Nunca más víctimas de la ‘Ndrangheta. No debe suceder jamás en la sociedad una cosa de ese tipo», dijo el Papa a los familiares del niño, asegurándoles que «he rezado y rezo mucho por Cocó y por todos los niños víctimas de este sufrimiento». Los asesinos de “Cocó” mataron también a la compañera sentimental del abuelo y después prendieron fuego al coche con las tres víctimas dentro. La ‘Ndrangheta deja como firma cuerpos carbonizados. El Santo Padre condenó inmediatamente el crimen, pero se quedó con ganas de hacer más en cuanto pudiese.


Al cabo de cinco meses, el gesto realizado hoy en el corazón de Calabria ha sido todo un mensaje para los criminales, las autoridades y los ciudadanos de Italia. El Papa llegó en helicóptero a las nueve de la mañana a la cárcel de Castrovillari, para visitar a los presos como primer acto de una visita de nueve horas a esa zona de laderas que bajan hasta el golfo de Tarento. Durante la jornada se reunirá también con los enfermos, los ancianos, los jóvenes en programas de desintoxicación y los sacerdotes. Almorzará con los pobres en el comedor de Cáritas y celebrará una misa al aire libre.

En la cárcel, el Papa saludó personalmente a todas las mujeres y buena parte de los hombres entre los 220 detenidos en un establecimiento con capacidad para 140. Entre ellos se encontraba el padre de “Cocó”, condenado por tráfico de drogas –la industria que promueve la ’Ndrangheta con miles de peones-, así como las dos abuelas del pequeño. Es una familia con problemas, y el Papa quería consolarles y animarles personalmente. Francisco pidió a las dos abuelas que transmitiesen un saludo personal suyo a la madre de “Cocó”, internada en otra cárcel por haber violado las condiciones de libertad bajo fianza.


Entre los detenidos de Castrovillari figura también, a la espera de juicio, el presunto asesino que el pasado mes de marzo mató a golpes de barra de hierro delante de su iglesia al sacerdote de Síbari, Lazzaro Longobardi, por haberse negado a aceptar una extorsión. En su breve discurso, del que tachó en el último momento la palabra «detenidos» para dirigirse a ellos simplemente como “amigos”, el Papa subrayó la importancia de las actividades de reinserción “pues si la cárcel descuida esa finalidad, la ejecución de la pena se degrada a un mero instrumento de castigo y revancha social, dañino para el individuo y para la sociedad”. En Castrovillari se ofrecen dos programas de bachillerato y dos de formación profesional: hostelería y contabilidad.

Recordando que Jesús es también «maestro de reinserción», el Papa les animó a aprovechar el tiempo para «haceros mejores vosotros y hacer mejor la comunidad pues, para el bien y para el mal, nuestras acciones incluyen sobre los demás». Francisco se despidió con una súplica significativa: «Rezad por mí, porque yo también cometo errores y debo hacer penitencia».

Durante el saludo personal de cada una al Papa, la mayoría de las mujeres lloraban, igual que muchos hombres, conmovidos por la bondad de una persona a la que admiran. Muchos siguen en televisión el Ángelus del domingo, y prácticamente todos han contribuido al adecentamiento y remozado de los locales en vísperas de la visita. “Sandrone”, el mayordomo del Papa, le acompañaba de cerca recogiendo las cartas y mensajes en la cartera negra del Santo Padre, la que él mismo lleva en la mano cada vez que hace un viaje. Las detenidas le hicieron también pequeños regalos, sobre todo bordados que han preparado en estas últimas semanas.

El Papa estaba conmovido. En el breve trayecto a pie del helipuerto a la cárcel, había saludado a las familias del personal: los dirigentes, la policía penitenciaria, el servicio de mantenimiento e incluso los bomberos. Saludaba, sobre todo, a los hijos de inmigrantes, en un bonito mosaico racial en este pueblecito del fondo de Calabria, que ha sabido acoger, aun en su pobreza, a norteafricanos y refugiados de las guerras de Oriente Medio.