«»Este domingo de Pentecostés, el Santo padre Francisco presidió en la basílica de San Pedro la santa misa, concelebrada con cardenales y obispos.

Una solemne eucaristía que incluyó también las ceremonias de la bendición del agua, el canto del Ven Espíritu Creador, el Aleluya, y el color rojo vivo de los paramentos como otra de las expresiones de esta festividad.


“Todos fueron colmados por el Espíritu Santo”.

»Hablándole a los apóstoles en la Última Cena, Jesús dijo que después de su partida de este mundo les habría enviado a ellos el don del Padre, o sea el Espíritu Santo.

»Esta promesa se realiza con potencia en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos reunidos en el Cenáculo. Aquella efusión, además de extraordinaria, no se quedó única y limitada a aquel momento, pero es un evento que se ha renovado y todavía se renueva. Cristo glorificado a la derecha del Padre sigue realizando su promesa, enviando en la Iglesia el Espíritu Vivificante, que enseña, nos recuerda y nos hace hablar.

»El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el camino justo, a través las situaciones de la vida. Él nos enseña el camino, la vía. En los primeros tiempos de la Iglesia, el Cristianismo era llamado “el camino” y Jesús mismo es la vía.

»El Espíritu Santo nos enseña a seguirlo, a caminar en sus huellas. Más que un maestro de doctrina, Espíritu es un maestro de via. Y de la vida hace parte también el saber, el conocer, pero dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana.

»El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que Jesús ha dicho. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace entender las palabras del Señor.

»Este recordar en el Espíritu y gracias al Espíritu, no se reduce a un hecho recordativo, es un aspecto esencial de la presencia de Cristo en nosotros y en la Iglesia. El Espíritu de verdad y de caridad nos recuerda todo lo que Jesús nos ha dicho, nos hace entrar siempre más plenamente en el sentido de sus palabras.

»Todos nosotros hemos tenido esta experiencia, un momento, alguna situación en la que nos viene otra [inspiración], y se relaciona con una frase de la Escritura. Es el Espíritu que nos hace realizar este camino, el camino de la memoria viviente de la Iglesia.

»Esto nos pide una respuesta: más nuestra respuesta es generosa, más las palabras de Jesús se vuelven en nosotros vida, y se vuelve actitudes, gestos, testimonio. En sustancia el Espíritu nos recuerda el mandamiento del amor y nos llama a vivirlo.

»Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un hombre o una mujer prisionera del momento, que no sabe hacer tesoro de su historia, no sabe leerla y vivirla como historia de salvación.

»En cambio con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar la inspiración interior y los hechos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sapiencia de la memoria, la sapiencia del corazón, que es un don del Espíritu. Que el espíritu santo reviva en nosotros la memoria cristiana.

»En ese día con los apóstoles estaba la mujer de la memoria, aquella que en el inicio meditaba todas estas cosas en su corazón. Era María nuestra madre, que Ella nos ayuda en este camino de la memoria.

»Y el Espíritu Santo nos enseña, nos recuerda --es otro aspecto-- nos hace hablar, con Dios y con los hombres. No hay cristianos mudos, mudos de alma, no hay lugar para esto.

»Nos hace hablar con Dios en la oración. La oración es un don que recibimos gratuitamente; es diálogo con Él en el Espíritu Santo, que reza en nosotros y nos permite de dirigirnos a Dios llamándolo Padre, Abbá. Y esto no es solamente un modo de decir, pero es la realidad: nosotros somos realmente hijos de Dios. ´De hecho todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los hijos de Dios´.

»Nos hace hablar en el acto de fe. Nadie de nosotros puede decir: ´Jesús es el Señor´, lo hemos escuchado hoy, sin el Espíritu Santo.

»Y el Espíritu nos hace hablar con los hombres en diálogo fraterno. Nos ayuda a hablar con los otros reconociendo en ellos a los hermanos y hermanas; a hablar con amistad, con ternura, con mansedumbre, entendiendo las angustias y las esperanzas, las tristezas y las alegrías de los otros.

»Además el Espíritu Santo nos hace hablar también a los hombres en el profecía, o sea, haciéndolos ´canales´ humildes y dóciles de la Palabra del Señor. La profecía es hecha con franqueza para mostrar abiertamente las contradicciones y las injusticias, pero siempre con mansedumbre e intención constructiva. Penetrados por el Espíritu de amor, podemos ser signos e instrumentos de Dios que ama, que sirve, que dona la vida.

»Recapitulando: el Espíritu Santo nos enseña la vía; nos recuerda y nos explica las palabras de Jesús; nos hace rezar y decir Padre Dios; nos lleva a hablar a los hombres a través del diálogo fraterno y nos hace hablar en la profecía.


El Papa Francisco rezó después la oración del Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Vaticano.

Desde allí se dirigió a los varios miles de fieles que le escuchaban en la Plaza de San Pedro.

Les recordó que por la tarde se reuniría en los jardines vaticanos con los presidentes de Israel y Palestina y el patriarca ecuménico de Constantinopla para invocar de Dios el don de la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en el todo mundo.

“Deseo agradecer --dijo el Papa-- a todos los que, personalmente y en comunidad, han rezado y rezan por este encuentro y se unirán espiritualmente a nuestra súplica".

También en su cuenta de Facebook, el Papa escribía:

"La oración lo puede todo. Pidamos por la paz en Oriente Medio y en todo el mundo. #weprayforpeace" 

Antes de la oración del Regina Coeli el Papa dijo:

»Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de Pentecostés recuerda la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en el cenáculo. Como en la Pascua, es un evento que sucedió durante la preexistente fiesta judía, y que conlleva un cumplimiento sorprendente”.

»El libro de los Actos de los Apóstoles describe los signos y los frutos de esta extraordinaria efusión: el viento fuerte y las llamas de fuego; el miedo desaparece y deja lugar al coraje; las lenguas se desatan y todos entienden el anuncio. Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura. El evento de Pentecostés indica el nacimiento de la Iglesia y su manifestación pública. Y nos impresionan dos aspectos: es una Iglesia que sorprende y desapunta.

»Un elemento fundamental de Pentecostés es la sorpresa. Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, lo sabemos. Nadie se esperaba nada más de los discípulos: después de la muerte de Jesús eran un grupito insignificante, derrotados y huérfanos de su Maestro. En cambio se verifica un evento inesperado que suscita maravilla: la gente se queda turbada porque cada uno oía a los discípulos hablar en el propio idioma, contando las grandes obras de Dios.

»La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que despierta estupor, porque con la fuerza que le viene de Dios, anuncia un mensaje nuevo -la resurrección de Cristo- con un lenguaje nuevo: el universal del amor. (...)

»Los discípulos son revestidos de la potencia del alto y hablan con coraje, pero pocos minutos antes eran cobardes, en cambio ahora hablan con coraje y franqueza, con la libertad del Espíritu Santo.

»Así es siempre la Iglesia llamada a ser: capaz de sorprender anunciando a todos que Jesucristo ha vencido la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia es siempre allí a esperarnos para curarnos y perdonarnos.

»Justamente para realizar esta misión Jesús resucitado ha donado su Espíritu a la Iglesia. (...) Alguien en Jerusalén habría preferido que los discípulos de Jesús, bloqueados por el miedo se hubieran quedados cerrados en su casa para no crear desapunto. También hoy tantos quieren esto de los cristianos.

»En cambio, el Señor resucitado los empuja hacia el mundo: “Como el Padre me ha enviado, también yo les envío a ustedes”.

»La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no se resigna a ser inocua, demasiado destilada, como un elemento decorativo.

»Es una Iglesia que no tiene dudas en salir afuera, hacia la gente, para anunciar el mensaje que le ha sido confiado, mismo si ese mensaje molesta e inquieta las conciencias, nos trae problemas y también nos lleva al martirio.

»Ella nace una y universal, con una idea precisa pero abierta, una Iglesia que abraza al mundo pero no lo captura, como la columnata de esta plaza: dos brazos que se abren para acoger, pero no se cierran para retener. Los cristianos somos libres y la Iglesia nos quiere libres.

»Nos dirigimos a la Virgen María, que en esa mañana de Pentecostés estaba en el Cenáculo, la Madre estaba con los hijos junto a los discípulos. En ella la fuerza del Espíritu Santo cumplió realmente “grandes cosas”.

»Ella la Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, nos obtenga con su intercesión una renovada efusión del Espíritu de Dios en la Iglesia y en el mundo. Regina Coeli...