Por primera vez desde su elección, el papa Francisco se ha establecido en la residencia papal veraniega de Castel Gandolfo y ha dirigido la oración del Ángelus, recordando que necesita la oración de los fieles para su participación en la JMJ de Río de Janeiro, que tendrá lugar del 23 al 28 de julio.

Muchos jóvenes le recibieron con banderas brasileñas, y el Papa les comentó con espontaneidad: "se ve que hay muchos jóvenes, pero que todos sois también jóvenes de corazón".


Después de predicar sobre la parábola del Buen Samaritano y de recordar a la figura de San Camilo de Lelis, patrón de enfermos y cuidadores y fundador de los religiosos camilos, Francisco realizó una mención a los esfuerzos de reconciliación entre ucraniamos y polacos cuando se cumplen 70 años de la "masacre de Volhynia", cuya causa, explicó el Papa fue "la ideología nacionalista".

Efectivamente, en 1937, el Gobierno polaco, en una oleada de nacionalismo radical, desarrolló una intensa campaña de "polaquización" en la región de Volhynia, que tenía buena parte de población ucraniana. Las autoridades polacas confiscaron o cerraron iglesias ortodoxas y desdeñaron a la población de lengua y etnia ucraniana en leyes y cargos públicos. Luego, en 1939, alemanes y soviéticos se repartieron Polonia.

Los nacionalistas ucranianos simpatizaron con los alemanes. Y en 1943, tropas ucranianas lanzaron una sangrienta campaña de limpieza étnica y exterminio físico de polacos, incluyendo matar mujeres, niños y religiosos, que causó 10.000 asesinatos sólo en julio, y hasta 80.000 víctimas polacas en esos años, hasta acabada la Guerra Mundial.

Los guerrilleros polacos, a veces armados por partisanos sovieticos, respondieron matando a otros 10.000 ucranianos. Ambos bandos practicaron las matanzas a sangre fría y en masa de civiles en pueblos de Volhynia y Galitzia.

El Papa aludió a este terrible episodio, que hoy polacos y ucranianos intentan sanar con el perdón, la oración y la reconciliación. Para el Papa, la causa estuvo en la ideología nacionalista.

"Me uno en la oración a los Prelados y a los fieles de la Iglesia en Ucrania, reunidos en la Catedral de Lutsk, para la Santa Misa de sufragio, con motivo del 70 aniversario de las masacres de Volhynia. Tales actos, provocados por la ideología nacionalista, en el trágico contexto de la II Guerra Mundial, han causado decenas de miles de víctimas y han herido la hermandad de dos pueblos, el polaco y ucraniano. Encomiendo a la misericordia de Dios las almas de los fallecidos y, para sus pueblos, pido la gracia de una reconciliación profunda y de un futuro sereno, en la esperanza y sincera colaboración para la edificación común del Reino de Dios".


Por otra parte, Castel Gandolfo recibió con la alegría la presencia del nuevo Papa, que para esta localidad de 8.000 habitantes siempre supone un reclamo turístico que atrae visitantes. A su llegada al palacio pontificio de esta localidad situada a unos 30 kilómetros al sur de Roma, Francisco saludó a los trabajadores del mismo y al obispo de Albano, Marcello Semeraro, y a la alcaldesa de Castel Gandolfo, Milvia Monachesi.

Francisco recordó a sus predecesores: "Mi pensamiento va con el beato Juan Pablo II y con Benedicto XVI, que amaban pasar parte del periodo estival en esta residencia pontificia. Muchos de ustedes han podido conocerlos y acogerlos, conservando de ellos un recuerdo muy querido", dijo el papa argentino.

Tras el rezo del Ángelus, Francisco comió con los jesuitas del Espéculo Vaticano, dirigido por el argentino José Gabriel Funes. Francisco no se quedó a dormir, sino que regresó después a la Ciudad del Vaticano. Los desplazamientos los realizó en coche.

Éste es uno de los pocos desplazamientos fuera del Vaticano que Francisco tiene previsto realizar este verano. Se espera que el 15 de agosto vuelva a Castel Gandolfo para oficiar, como es tradición en los papas, la misa de la festividad de la Asunción de María en la parroquia de esta localidad.



Queridos hermanos y hermanas,

Hoy, nuestra cita dominical del Ángelus lo vivimos aquí en Castel Gandolfo. Saludo a los habitantes de esta bella ciudad! Quiero agradecerles sobre todo por sus oraciones y lo mismo lo hago con todos ustedes peregrinos que vinieron aquí numerosos.

El Evangelio de hoy –estamos en el capítulo 10 de Lucas- es la famosa parábola del buen samaritano. ¿Quién era este hombre? Era uno cualquiera, que descendía de Jerusalén hacia Jericó por el camino que cruzaba el desierto de Judea.

Hacía poco, por ese camino, un hombre había sido asaltado por los delincuentes, robado, pegado y abandonado casi muerto. Antes del samaritano pasan un sacerdote y un levita, es decir, dos personas responsables del culto en el Templo del Señor. Ven aquel pobrecito, pero pasan más allá sin detenerse. En cambio, el samaritano, cuando vio aquel hombre, «tuvo compasión» (Lc 10,33). Se acercó, le vendó las heridas, cubriéndolas con aceite y vino; luego lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y pagó por él.

Es definitiva, se hizo cargo de él: es el ejemplo del amor por el prójimo. Pero ¿por qué Jesús elije un samaritano como protagonista de esta parábola? Porque los samaritanos eran despreciados por los judíos, a causa de diversas tradiciones religiosas; y sin embargo Jesús hace ver que el corazón de aquel samaritano es bueno y generoso y que – a diferencia del sacerdote y del levita- él pone en práctica la voluntad de Dios , que quiere misericordia y no sacrificios (cfr Mc 12,33).

Un hombre que ha vivido plenamente este evangelio del buen samaritano es el Santo que hoy recordamos: san Camilo de Lelis, fundador de los Hermanos de los Ministros de los Enfermos, patrón de los enfermos y de los agente sanitarios.

San Camilio muere el 14 de julio de 1614: justamente hoy se abre su cuarto centenario, que terminará dentro de un año. Saludo con gran afecto a todos los hijos e hijas espirituales de san Camilo, que viven con su carisma de caridad en contacto cotidiano con los enfermos. Sean como él buenos samaritanos!. Y también a los médicos, a los enfermeros y a aquellos que trabajan en los hospitales y en las casas de cura, les deseo de estar movidos por el mismo espíritu. Confiamos esta intención a la intercesión de María Santísima.

Y quisiera confiar otra intención a la Virgen. A esta altura, ya está cerca la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro. Yo partiré dentro de ocho días, pero muchos jóvenes partirán para Brasil incluso antes. Oremos entonces por esta gran peregrinación que comienza, para que Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil, guíe los pasos de los participantes, y abra sus corazones para acoger la misión que Cristo les dará.