Este domingo 21 de abril, Domingo del Buen Pastor, el Papa Francisco ha ordenado por primera vez en su pontificado a un grupo de sacerdotes. 

La Misa comenzó a las 9:30 de la mañana en la basílica de San Pedro. La edad de los sacerdotes oscila entre los 26 y 44 años. Cuatro de ellos proceden del Seminario Mayor de Roma, otros 4 del colegio Redemptoris Mater y dos del Divo Amore.

Uno tiene 40 años, y es un argentino de Buenos Aires. Se le pudo ver ya en la misa de toma de posesión del Papa en San Juan de Letrán porque era el encargado de ayudarle.

Los otros seminaristas son: seis italianos, dos de la India, y uno de Croacia.

Después el Papa se asomó a la ventana del apartamento pontifico y rezó con los cientos de miles de fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro la oración mariana del Regina Caeli. En su alocución, invitó a todos a escuchar la llamada de Dios y a seguir su vocación.


!Queridos hermanos y hermanas, buenos dias!

El Cuarto Domingo del Tiempo de Pascua está caracterizado por el Evangelio del Buen Pastor – en el capítulo decimo de San Juan –, que se lee cada año. El relato de hoy narra estas palabras de Jesús: « Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa» (10,27-30).

En estos cuatro versículos se encuentra todo el mensaje de Jesús, está el núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a participar en su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna.

Jesús quiere establecer con sus amigos una relación que sea el reflejo de aquella que Él mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión. Para expresar este entendimiento profundo, esta relación de amistad Jesús utiliza la imagen del pastor con sus ovejas: él las llama y ellas reconocen su voz, responden a su llamado y lo siguen. ¡Esta parábola es hermosísima!

El misterio de la voz es sugestivo: desde el vientre de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y aquella del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad.

¡La voz de Jesús es única! Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía
por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la muerte.

Pero a un cierto punto Jesús dice, refiriéndose a sus ovejas: « Mi Padre, que me las ha dado…» (Jn 10,29). Esto es muy importante, es un misterio profundo, no fácil de comprender: si me siento atraído por Jesús, si su voz calienta mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza… ¡Y Jesús es todo esto en plenitud! Esto nos ayuda a comprender el misterio de la vocación, especialmente de las llamadas a una especial consagración.

A veces Jesús nos llama, nos invita a seguirlo, pero quizás sucede que no nos damos cuenta que es Él, justo como le pasó al joven Samuel.

Hoy, aquí en la Plaza hay muchos jóvenes. Quisiera preguntarles: ¿han escuchado a veces la voz del Señor que a través de un deseo, una inquietud, les invitaba a seguirlo más de cerca? ¿Han tenido ganas de ser apóstoles de Jesús? Es necesario jugarse la juventud por grandes ideales. ¡Pregunta a Jesús qué cosa quiere de ti y sé valiente!

Detrás y antes de cada vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, está siempre la oración fuerte e intensa de alguien: de una abuela, de un abuelo, de una madre, de un padre, de una comunidad… Es por esto que Jesús ha dicho: « ¡Rueguen al dueño de los sembrados –o sea a Dios Padre- que envíe trabajadores para la cosecha!» (Mt 9,38).

Las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y sólo en la oración pueden perseverar y fructificar. Me gusta subrayarlo hoy, que es la “Jornada mundial de oración por las vocaciones”. Oremos en particular por los nuevos Sacerdotes de la Diócesis de Roma que he tenido la alegría de ordenar esta mañana. E invoquemos la intercesión de María, que es la Mujer del “sí”. Ella ha aprendido a reconocer la voz de Jesús desde cuando lo llevaba en el vientre. ¡Que María nos ayude a conocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar en el camino de la vida!



«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco». ¡La voz de Jesús es única! Él nos guía por el camino de la vida.