El pasado jueves, pocas horas antes de que Benedicto XVI abandonase definitivamente el trono de Pedro, tres cardenales estadounidenses concedieron una rueda de prensa en el Colegio Norteamericano de Roma donde expresaron algunas ideas sobre los efectos de la renuncia papal y el inmediato cónclave. Fueron los cardenales Sean O´Malley, arzobispo de Boston (y el que más suena como papable de los tres), Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston, y Francis George, arzobispo de Chicago y el único de los tres que ha participado en un cónclave: el que eligió a Joseph Ratzinger.

A destacar entre sus intervenciones figuran tres ideas, una por cada purpurado, que centran la cuestión y no se escuchan demasiado en los primeros análisis sobre la inmediata elección papal.

Así, el cardenal George, "experto" en esas lides (un cónclave ya es experiencia, tratándose de una tarea en la que muchos cardenales jamás llegan a participar), explicó que el método para pensar en el posible candidato al que votar incluye "las opiniones de quienes le conocen mejor que tú. Pides opiniones personales, y luego intentas procesarlas en un espíritu de indiferencia personal, esto es, sin intentar imaginar qué es lo mejor para ti, sino qué es lo mejor para la Iglesia".

¿Parece obvio? Sin embargo es algo que olvidan muchos análisis que parecen reducir el criterio de los cardenales a un voto por nacionalidad o por afinidad. Y añadió: "Ninguno de nosotros representa al pueblo: representamos la fe, la fe apostólica que nos une a Cristo. Y ésa es nuestra primera tarea: fortalecer la fe, y así nuestro pueblo estará bien cuidado, sea cual sea el lugar del mundo en el que esté".

En ese sentido, el cardenal DiNardo aportó otra idea evidente, pero sugestiva: "La gente está buscando alguien que sea Pedro. Buscan un pastor, alguien que alimente al rebaño con buenas enseñanzas y animándolo, alguien que enseñe bien y comunique bien".

Por último, el cardenal O´Malley, ataviado con el hábito franciscano del que nunca se desprende, destacó esas mismas ideas: "Debe ser un hombre de fe profunda, es importante alguien que pueda comunicar la fe. La gente ansía alguien capaz de tocar los corazones, en particular de los jóvenes, y de llevar a cabo la Nueva Evangelización inspirando a la gente a volver a la fe, si se apartaron de ella. Por eso creo que su santidad personal y su capacidad para comunicar la fe y conducirnos como una Iglesia es lo que la gente busca".

Con una consideración relevante más: "La gente en todo el mundo está rezando por este acontecimiento, para que seamos guiados a ser capaces de elegir la mejor persona para guiar la Iglesia: la persona que Dios quiere, no quién sería bueno para mí o para otros, sino el unico que Dios quiere que sea nuestro Santo Padre".