El diario católico francés La Croix ha detectado lo que califica de "melancolía" entre distintas personas que en los últimos años han vivido de una u otra forma en torno a la Santa Sede.


El más caracterizado de los que cita es Emery Kabongo, de 72 años, secretario privado de Juan Pablo II entre 1982 y 1988, luego obispo de Luebo (Congo) y actualmente uno de los canónigos de la Basílica de San Pedro. "Tengo un sentimiento extraño", confiesa, "porque el Papa no ha muerto, y sin embargo todo en el Vaticano se ha suspendido. Como canónigo de la basílica sigo trabajando, pues mi papel es esencialmente la oración, pero todas las llaves de los dicasterios han caído, a la espera de ser mantenidas o reemplazadas por el sucesor de Benedicto XVI".

Aunque no hace cábalas sobre quién pueda ser, y muestra su indiferencia por el hecho trivial de que sea negro o no,
cuando lo importante es "su conocimiento de la Curia para llevar a cabo reformas, al mismo tiempo que tiene una visión como pastor universal": "¡Y no olvidéis el voto del Espíritu Santo! Cuando Jesús escogió a San Pedro, ninguno de los apóstoles lo esperaba".


Esa misma sensación "extraña" invade también a Hans Peter Fischer, rector del Colegio Alemán en Roma, donde durante veinte años, como cardenal, celebraba misa cada jueves Joseph Ratzinger, antes de desayunar con sus compatriotas unos huevos pasados por agua. "Luego, cada vez que yo atravesaba la Plaza de San Pedro y veía que el Papa estaba ausente porque la lámpara de su ventana estaba apagada, sabía que volvería... ¡Pero ahora ya no alumbrará más para él!", lamenta.

De "melancolía" habla específicamente también un seminarista norteamericano de los Legionarios de Cristo, Eric Wandrey: "Ha sido para mí un padre espiritual, un modelo de sacerdote humilde y sabio. Me siento muy melancólico y al mismo tiempo confiado en su sucesor".

Para los guardias suizos, sin embargo, no hay tiempo para estos dulces sentimientos, porque en realidad su trabajo se multiplica: "Hoy estamos aún más vigilantes, porque quienes gobiernan la Iglesia son los cardenales y tenemos que velar por ellos".

Por último, el testimonio de Bruno, empleado de la Posta Vaticana desde hace 39 años y que ha repetido desde entonces cuatro veces (Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, ahora Benedicto XVI) la misma operación: la venta de unos sellos indicativos de Sede Vacante, en los que un ombrellino (una pequeña sombrilla) junto a las llaves indica que no hay Papa y que es el cardenal camarlengo quien dirige la barca de Pedro: "Los vendemos a 6,50€ hasta que haya fumata blanca. Luego quemaremos los que sobren. Ya no valdrán nada...".