En la "jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo" que ha lanzado para mañana en Asís —a veinticinco años de la primera y discutida edición por obra del Papa predecesor suyo— Benedicto XVI ha introducido dos novedades.

La primera es la extensión de la invitación, aparte de los exponentes de las religiones de todo el mundo, a los no creyentes. Con su presencia, la jornada de Asís tomar la forma de un simbólico "patio de los gentiles", animado no sólo por "temeroso de Dios" sino también por quien no cree en Dios, sin por ello dejar de buscarlo.

Los no creyentes que han aceptado participar en la jornada de Asís son el filósofo italiano Remo Bodei, el filósofo mejicano Guillermo Hurtado, el economista austriaco Walter Baier y la filósofa y psicoanalista francesa Julia Kristeva, que tomará la palabra en la fase inicial del encuentro, al último, después de una secuencia de ocho intervenciones por parte de exponentes religiosas entre los cuales está el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I y el rabino David Rosen del Gran Rabinato de Israel.

Después de Julia Kristeva hablará Benedicto XVI, su único discurso en la jornada.


La segunda novedad es que no habrá ningún momento de oración visible y organizada, por parte de los presentes, ni en común ni en paralelo, como en cambio ocurrió en 1986 con los varios grupos religiosos reunidos en oración en varios lugares de la ciudad de san Francisco.

Mañana, simplemente, después del "almuerzo frugal" en el convento de Santa María de los Ángeles, serán asignadas a los cerca de trescientos invitados sendas habitaciones individuales, en los alojamientos adyacentes al convento, para un "tiempo de silencio, para la reflexión y/o rezo personales".

Este espacio de silencio durará cerca de una hora y media. El pensamiento se remite al pasaje del Discurso de la Montaña en el cual Jesús dice: "Tú en cambio, cuando ores, entra en tu habitación y, a puerta cerrada, ora al Padre tuyo en secreto; y el Padre tuyo, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6, 6)


Ambas novedades hacen diferente la jornada de Asís lanzada por Benedicto XVI respecto a la original de Juan Pablo II y sus subsiguientes ediciones, sea por parte del Papa, en 1993 y en el 2002, sea por parte de la Comunidad de San Egidio, casi una al año, la última en Munich el pasado setiembre.

Como cardenal, Joseph Ratzinger no participó en el encuentro de Asís de 1986. Nunca lo criticó en público, pero su ausencia fue interpretada como una toma de distancia de los equívocos que la iniciativa indudablemente produjo, dentro y fuera de la Iglesia católica.

Después del encuentro del 1986 nació una fórmula que encendía tanto el entusiasmo de una parte del mundo católico y como serias reservas de muchos otros: el "espíritu de Asís".

Juan Pablo II usó por primera vez esta fórmula poco después del primer encuentro de Asís y a continuación la volvió a utilizar de manera repetida.

Benedicto XVI, en cambio, ha hecho uso de ella muy de pasada: salvo error, no más de dos veces, y la primera vez precisamente para librarla de malas interpretaciones.

Era el mes de setiembre del 2006 y la Comunidad de San Egidio había lanzado su reunión interreligiosa anual precisamente en Asís, en el octavo centenario de la muerte de san Francisco.

Benedicto XVI, invitado a participar del encuentro, no aceptó. Pero escribió al obispo de Asís una carta, en concomitancia con la apertura del encuentro.

En su carta a cierto punto se lee:

"Para que no haya equívocos con respecto al sentido de lo que Juan Pablo II quiso realizar en 1986, y que se ha calificado con una expresión suya como ´espíritu de Asís´, es importante no olvidar el cuidado que se puso entonces para que el encuentro interreligioso de oración no se prestara a interpretaciones sincretistas, fundadas en una concepción relativista.

"Precisamente por este motivo, desde el primer momento, Juan Pablo II declaró: ´El hecho de que hayamos venido aquí no implica intención alguna de buscar entre nosotros un consenso religioso o de entablar una negociación sobre nuestras convicciones de fe. Tampoco significa que las religiones puedan reconciliarse a nivel de un compromiso unitario en el marco de un proyecto terreno que las superaría a todas. Ni es tampoco una concesión al relativismo de las creencias religiosas´.

"Deseo reafirmar este principio, que constituye el presupuesto del diálogo entre las religiones que recomendó hace cuarenta años el concilio Vaticano II en la Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas (cf. Nostra aetate, 2).

"Aprovecho de buen grado la ocasión para saludar a los exponentes de las demás religiones que participan en algunas de las conmemoraciones de Asís. Al igual que nosotros, los cristianos, también ellos saben que en la oración se puede hacer una experiencia especial de Dios y encontrar estímulos eficaces para trabajar por la causa de la paz.

"En este aspecto también es preciso evitar confusiones inoportunas. Por eso, también cuando nos reunimos para orar por la paz es necesario que la oración se desarrolle según los distintos caminos que son propios de las diversas religiones. Esta fue la opción que se hizo en 1986, y sigue siendo válida también hoy. La convergencia de personas diversas no debe dar la impresión de que se cae en el relativismo que niega el sentido mismo de la verdad y la posibilidad de alcanzarla".


Pero no es todo. Para comprender el significado que Benedicto XVI quiere dar a la jornada de Asís es necesario tener presente al menos otros dos hechos.

El primero es que en la víspera de la cita de Asís el Papa Ratzinger ha anunciado un "año de la fe". El Papa lo hará coincidir no sólo con los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II sino también y más aún con los veinte años de la inauguración de aquel abecedario de la doctrina de la fe que es el Catecismo de la Iglesia católica, audazmente querido por Juan Pablo II y todavía demasiado desatendido.

El lanzamiento del "año de la fe" va a la par paso a paso con otra decisión característica de este pontificado: la de la "nueva evangelización". Que no se refiere solamente a los países de antigua tradición cristiana investidos por la ola de secularismo, incluida América latina, sino también los lugares donde el cristianismo no ha llegado nunca, y que están necesitados de un nuevo impulso misionero.

Es evidente que este objetivo prioritario del pontificado de Benedicto XVI es incompatible con un "espíritu de Asís" que por amor de paz se traduzca en un desarme del anuncio de la fe en Cristo único Salvador.

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Además, la pacífica reunión de Asís, de representantes de las religiones no elimina que en varias localidades del mundo los credos estén en conflicto y los cristianos en particular estén entre los que están más en peligro.

Dos hechos recientes son emblema de esta dramática realidad: la masacre de decenas de cristianos coptos en el Cairo por parte de extremistas musulmanes y del mismo ejército y el asesinato en Filipinas de un misionero, el padre Fausto Tentorio.

El abrazo de paz de Asís vale más con este trasfondo.

Así como valen otros signos de paz análogos. Uno de estos se ha tenido en Milán el pasado 21 de octubre.

Precisamente mientas en tantas ciudades del mundo se enardecían los "indignados", cuatro mil jóvenes recorrieron pacíficamente las calles de Milán para solicitar a los Estados iniciativas para los pueblos con hambre.

Y levantaban la imagen del padre Tentorio, el último de los mártires, una vida gastada por el anuncio del Reino de Dios a los pobres, un san Francisco de hoy.