El Papa Benedicto XVI instó a los obispos nombrados durante el pasado curso a “acoger” los nuevos movimientos y carismas en sus diócesis, para ayudar a los fieles en su camino de santificación.

El Pontífice concedió una audiencia a los obispos “recién estrenados”, que como cada año y desde hace una década, participan en un curso de formación, organizado por la Congregación para los Obispos y la Congregación para las Iglesias Orientales, para ayudarles en su nuevo ministerio.

Estos cursos fueron inaugurados durante el pontificado de Juan Pablo II, y se celebran siempre en el mes de septiembre con los obispos nombrados en los doce meses anteriores. Además, la visita a Roma supone también un acto de adhesión de los nuevos prelados al Sucesor de Pedro.

El Papa Benedicto XVI, en esta ocasión, quiso reflexionar sobre un aspecto del ministerio episcopal, y es el de discernir y acoger los “dones del Espíritu” que aparecen en sus diócesis, “para la edificación de la Iglesia”.

En este sentido, reflexionó sobre la reciente Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, la cual, afirmó, “ha mostrado, una vez más, la fecundidad de los carismas en la Iglesia, concretamente hoy, y la unidad eclesial de todos los fieles reunidos en torno al Papa y a los obispos”.

Esta vitalidad, afirmó, “refuerza la obra de evangelización y la presencia de Cristo en el mundo. Y vemos, podemos casi tocar, que el Espíritu Santo, todavía hoy, está presente en la Iglesia, que crea carismas y unidad”.

El Pontífice instó a los obispos a “acoger los carismas con gratitud” “hacia el Espíritu Santo, que trabaja también hoy entre nosotros”, y al mismo tiempo con el “discernimiento, que es propio de la misión del obispo”.

El obispo, explicó, tiene como parte de su ministerio pastoral “el juicio sobre la autenticidad de los carismas y sobre su ordenado ejercicio, sin extinguir el Espíritu, pero examinando y teniendo en cuenta lo que es bueno”.

“Esto me parece importante: por una parte no extinguir, pero por la otra distinguir, ordenar y tener en cuenta examinando. Por esto debe estar siempre claro que ningún carisma dispensa de la referencia y de la sumisión a los Pastores de la Iglesia”, subrayó.

En este sentido, insistió, al acoger los nuevos carismas, “el obispo realiza un gran y precioso servicio al sacerdocio de los fieles y a la vitalidad de la Iglesia, que resplandecerá como esposa del Señor, revestida de la santidad de sus hijos”.

Especialmente, les exhortó a alimentar el “don fundamental” de la “filiación divina” en los fieles: “Lo esencial es que nos convertimos verdaderamente en hijos e hijas en el Hijo. El Bautismo, que constituye a los hombres “hijos en el Hijo” y miembros de la Iglesia, es raíz y fuente de todos los demás dones carismáticos”.


El Papa hizo una pequeña reflexión sobre el sacerdocio ministerial, que tienen los obispos en plenitud, y el sacerdocio común de los fieles, explicando que el primero “se pone al servicio del sacerdocio común de los fieles, de su crecimiento espiritual y de su santidad”.

“El sacerdocio ministerial, como sabéis, tiene el objetivo y la misión de hacer vivir el sacerdocio de los fieles, que, por el Bautismo, participan a su modo en el único sacerdocio de Cristo”, explicó, reafirmando que éstos son “esencialmente distintos,no sólo en grado”, y que “se ordenan el uno al otro”.

“Por esta razón, los obispos tienen el deber de vigilar y actuar para que los bautizados puedan crecer en la gracia y según los carismas que el Espíritu Santo suscita en sus corazones y en sus comunidades”, subrayó el Papa.

El obispo es “signo visible de la unidad de su Iglesia particular”, y tiene el “deber de unificar y armonizar la diversidad carismática en la unidad de la Iglesia, favoreciendo la reciprocidad entre el sacerdocio jerárquico y sacerdocio bautismal”.