El número de suicidios se eleva a cotas elevadísimas, y en particular es preocupante entre adolescentes, donde además resulta más sensible el efecto contagio. Por si faltaran motivos de inquietud, una serie de Netflix, Por trece razones [13 reasons why], ha puesto el tema de moda con una serie de éxito. Sobre todo ello informa y analiza Mary Pesarchick en Catholic Stand:
 
Desde que Netflix empezó a emitir la serie Por trece razones, el tema del suicidio, sobre todo entre los adolescentes, se ha convertido en un importante tema de conversación en toda la nación. Las actuales estadísticas de los Estados Unidos son desalentadoras.
 
El Center for Disease Control [Centro de Control de Enfermedades] informa que el número de suicidios en Estados Unidos está en su nivel más alto de estos últimos treinta años. Su informe de 2016 reveló un aumento del 24% en el número de suicidios desde 1999 a 2014, con un pico más elevado en el año 2006. Es alarmante que el suicidio sea actualmente la tercera causa de muerte entre las personas con edades comprendidas entre los 10 y los 14 años, y la segunda entre las personas con edades comprendidas entre los 15 y los 34 años.


En un contexto de ofensiva ideológica a favor de la eutanasia y el suicidio asistido, una serie de adolescentes en torno a un misterioso suicidio y los mensajes de la chica muerta pone de relieve un tema del que se huye: el contagio.

Los expertos en prevención intentan encontrar una explicación a este asombroso aumento del número de suicidios. Es un hecho sólidamente establecido que más del 90% de la gente que se suicida tiene un trastorno mental, ya sea depresión, trastorno bipolar, etc. Desde luego,  existen muchas causas para la depresión, que normalmente necesita resolver múltiples factores desencadenantes, no un único factor.
 
La Iglesia católica es consciente de que la mayoría de las personas que se suicidan no están bien, y mira a estas personas y sus causas con compasión: "El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo" (Catecismo, 2281); "No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida" (Catecismo, 2283).
 
Obviamente, el número de suicidios entre los adolescentes es una gran preocupación para la Iglesia, los padres, los responsables de las escuelas y los profesionales de salud mental. Aunque los adolescentes sufren muchos de los problemas psicológicos que tienen los adultos, la investigación ha identificado un factor, el contagio, que afecta a los adolescentes en medida mucho mayor que a la población adulta.
 

El contagio suicida es la exposición al suicidio, o a comportamientos suicidas, dentro de la propia familia, el propio grupo de coetáneos o a través de la información que dan los medios de comunicación sobre el suicidio, y que puede llevar a un aumento del índice de suicidios o del comportamiento suicida. Se ha demostrado que la exposición directa o indirecta al comportamiento suicida precede a un aumento en el comportamiento suicida en personas en riesgo, sobre todo adolescentes y jóvenes adultos.
 
La palabra contagio procede de la palabra latina contagium, que significa "por contacto". A pesar de que el término se refiere normalmente a la difusión de la enfermedad, el hecho que el suicidio sea contagioso y pueda transmitirse a otras personas lo confirmaron en 1990 los investigadores Marilyn Gould et al., de la Universidad de Columbia. Además, un estudio de seguimiento realizado por los mismos investigadores reveló que las personas con edades comprendidas entre los 15 y los 19 años de edad tienen una tendencia de dos a cuatro veces mayor que otros grupos de edad a sufrir de contagio de suicidio.
 
Cuando este contagio ocurre, se desarrolla algo conocido como "colectivo": "La expresión 'suicidio colectivo' define los comportamientos suicidas múltiples, o los suicidios múltiples, que suceden en un espacio de tiempo muy breve y de manera muy rápida y, a veces, en un área geográfica concreta. [De nuevo], los estudios han demostrado que los adolescentes son quienes más sufren de este tipo de suicidios.
 
Una subclase de suicidio colectivo son los suicidios creados por los medios de comunicación en relación a historias relacionadas con suicidios; son denominados [suicidios] "colectivos de masa": "Los suicidios colectivos de masa hacen referencia a suicidios que son colectivos en el tiempo, sin importar la ubicación, y que a menudo están relacionados con la información proporcionada por los medios de comunicación acerca de un suicidio, sobre todo el de una celebridad".


 
Un ejemplo famoso es lo que sucedió tras el suicidio de Marilyn Monroe en 1962. En los meses sucesivos a su muerte, hubo en los Estados Unidos un aumento del 12% aproximadamente en el índice de suicidios.
 

Para minimizar el número de estas muertes "copycat" [muertes inspiradas en otras muertes], las agencias gubernamentales y las asociaciones de psiquiatras han desarrollado unas directrices para los periodistas que deben utilizar cuando cubren historias de gente que se ha suicidado. Por ejemplo, la American Foundation for Suicide Prevention advierte a los periodistas que deben evitar:
 
-escribir titulares sensacionalistas o posicionar la historia en un lugar muy visible del periódico o del programa televisivo;
 
-incluir fotos o vídeos del lugar del suceso o del método utilizado para el suicidio, de familiares y/o amigos en duelo, o del funeral;
 
 -investigar o informar sobre el suicidio como si fuera un crimen; deben considerarlo una cuestión de salud pública.

Los artículos deben incluir las señales de alarma que indican la posibilidad de un futuro suicidio, el número de teléfono de la línea directa de ayuda y una lista de lugares en los que se puede encontrar ayuda.
 
La mayoría de los medios de comunicación se ha adherido voluntaria y conscientemente a estas directrices cuando informan de suicidios, tanto de celebridades como de gente no famosa. Sin embargo, lo que no se ha tenido en cuenta es la gran cantidad de investigación relacionada con programas de ficción que tratan sobre personas que deciden acabar con sus vidas. Estos estudios revelan que estos relatos de ficción son potencialmente tan dañinos como las historias reales. Lamentablemente aún están por desarrollar unas directrices de prevención para los programas de ficción. La falta de límites definidos es un problema significativo para productores de programas como Por trece razones, que deben hacer un balance entre la responsabilidad cívica y su deseo de alcanzar altos niveles de audiencia.
 
Según muchos críticos, el balance se inclinó en favor de los índices de audiencia.
 

Basada en la novela de Jay AsherPor trece razones narra la historia de una adolescente, Hannah Baker, que es forzada, por múltiples causas, a quitarse la vida. Deja 13 cassettes con mensajes para las personas que ella cree que han influido en su decisión, lo que se va revelando en cada uno de los episodios. A pesar de que Hannah es un personaje de ficción, sufre varios hechos traumáticos que, por desgracia, son habituales en el mundo actual de los adolescentes. El argumento describe vívidamente el acoso, el ciberacoso, la violación y la depresión.


 
A pesar de la declarada sensibilidad de los productores en evitar presentar el tema de manera sensacionalista, una crítica que publicó Rolling Stone en abril de 2017 indica una serie de aspectos según los cuales Por trece razones parece idealizar la muerte de la protagonista. La autora del artículo, Alexa Curtis, escribe: "En la vida real, cuando alguien comete suicidio, su historia acaba aquí. Por trece razones no termina la historia de Hannah Baker, porque ella sigue viviendo en las cassettes. Nos sentimos cautivados por el drama del suicidio más que por el suicidio en sí mismo".
 
El uso de los mensajes en las cassettes no permite que el espectador se dé cuenta "del absoluto vacío y dolor causados por el suicidio de una persona". Además, resalta Curtis, en ningún lugar de la historia se presentan los beneficios de la terapia o de los grupos de apoyo, que podrían haber informado a los espectadores de las soluciones alternativas al suicidio.
 
La decisión más controvertida de los productores de Por trece razones tal vez haya sido presentar de manera muy gráfica, en la pantalla, el acto de Hannah poniendo fin a su vida. A pesar de que uno de los guionistas, Nic Sheff, defendió esta decisión en un artículo de opinión que escribió para Vanity Fair, muchos temen que la escena se convierta en un manual para adolescentes en riesgo. Lo que es seguro es que, dado el fácil acceso a internet que tienen la mayoría de los adolescentes, es una escena que puede ser vista una y otra vez, sin que los adultos lo sepan o lo supervisen.


Se ha acusado a la serie Por 13 razones de no haber tenido en cuenta el efecto de imitación que pueden suscitar algunas escenas sobre los jóvenes. La autora de este artículo denuncia que los criterios éticos que se aplica a la información sobre suicidios no se están aplicando en el ámbito artístico.


Además de estos factores, hay una ulterior fuente de contagio de la que no se ha informado suficientemente, a pesar de que es la que puede ejercer la influencia más importante: el efecto de legalizar el suicidio asistido.
 
En 2015, un estudio publicado en el Southern Medical Journal demostró una relación significativa entre la legalización del suicidio asistido y el aumento en el índice total de suicidios. Como informó Melody Wood en The Daily Signal, los investigadores utilizaron los índices de suicidio de los estados donde ya se había legalizado -incluyendo Oregón, Washington y Vermont- y los compararon con los índices de los mismos estados antes de la legalización del suicidio asistido y con los de otros estados en los que aún no es legal. Descubrieron que "legalizar el suicidio asistido está asociado a un aumento del 6,3% en el total de suicidios". Además, los investigadores comentaron que "la introducción del suicidio asistido aparentemente induce, más que inhibe, a suicidarse".
 
Por desgracia, debido a que la defensa del suicidio asistido se ha convertido en una parte importante de la agenda política, esta investigación ha sido ignorada por la mayoría. Y lo que es peor: en sus esfuerzos por promocionar el suicidio asistido, los medios de comunicación a menudo evitan las precauciones habituales cuando informan de un suicidio. Artículos en portales como Yahoo News tienden a felicitar estas "valientes" decisiones, como la que tomó Brittany Maynard, con vídeos y entusiasmados testimonios que ensalzan el suicidio asistido como una solución compasiva y pacífica. Ciertamente, es suficiente para confundir, si no animar, a los adolescentes que buscan razones para acabar con su propio sufrimiento mediante el suicidio.
 

El terrible número de suicidios, sobre todo entre los adolescentes, debería ser suficiente para impulsar a la sociedad a buscar una solución lo más rápidamente posible. Aunque se necesite tiempo, es absolutamente necesario desarrollar estrategias que identifiquen a quienes sufren de depresión y trastornos mentales, como también reducir drásticamente los factores agravantes, como el acoso. Dado que "la existencia del contagio por suicidio ya no es cuestionable", asegurarse que tanto los relatos de ficción como los de no ficción de personas que se suicidan estén conformados a las mismas directrices es algo obvio por dónde empezar; y también es algo fácilmente realizable. Hacerlo serviría a mitigar los problemas creados por la rápida difusión de la información y de los contenidos a través de las redes sociales.
 
Por último, la sociedad necesita confrontarse con su  incoherente actitud en lo que atañe al suicidio. Para el Programa Respetar la vida de 2016, la Conferencia Episcopal Estadounidense publicó un opúsculo titulado: Cada suicidio es trágico. Concluye: "Nuestras leyes dan forma a las actitudes culturales que tenemos en relación a ciertos comportamientos, e influencian nuestras normas sociales. Las leyes que permiten el suicidio asistido transmiten el mensaje de que, bajo circunstancias especialmente difíciles, algunas vidas no valen la pena. Este mensaje trágicamente falso lo oyen no sólo quienes tienen una enfermedad terminal, sino también cualquier persona que está luchando por no poner fin a su vida. No frenamos el suicidio dándole asistencia".
 
Traducción de Helena Faccia Serrano.