Italia está abriendo la puerta a la eutanasia aunque de manera encubierta. El Congreso aprobó una ley de “testamento vital” que en realidad consiste en matar a los pacientes retirándoles la comida y la hidratación. Pero en la época de los eufemismos suena mejor “testamento vital” que “eutanasia”.

El caso de DJ Fabo, el músico que quedó tetrapléjico y ciego tras un accidente y que pidió al presidente de Italia que le permitiera morir, dio alas a los movimientos proeutanasia. Finalmente, este joven italiano murió en Suiza.


Sin embargo, estos grupos ocultan todo lo que se esconde detrás de la eutanasia y del suicidio asistido y del que hay numerosos testimonios en otros países en las que ya se aplica desde hace años como Bélgica, Holanda o  más recientemente Canadá.

Por ello, este martes la asociación Provita Onlus organizó un congreso en el que quería mostrar el verdadero rostro de estas leyes. Y para ello contó con el testimonio de la enfermera canadiense Kristina Hodggets, que durante 20 años provocó la muerte a pacientes mediante la deshidratación para que supuestamente tuvieran una “muerte digna”.


"He matado a personas", aseguraba en una pasada entrevista Kristina Hodgetts, que trabajó en un gran hospital de Ontario y en un hogar de ancianos de una zona rural. El modo como los trabajadores sanitarios intentaban agilizar injustamente la muerte de determinados pacientes hizo que se planteara: "¿Estamos ayudando a la gente a morir o estamos haciendo que la gente muera?".


Hoddgets participó en una conferencia en Italia.

"Estábamos haciendo que muriera porque era lo que nos convenía", declara Hodgetts. "Dejé mi trabajo porque no podía formar parte de esta cultura eutanásica". "Hay algo que está mal, fundamentalmente, en la eliminación de la vida de otro ser humano", dice. "Te han confiado su vida y tú se la quitas", aseguraba.


Ahora ella es vicepresidente de la Coalición para la Prevención de la Eutanasia pero tardó años en darse cuenta del engaño en el que vivían y el mal que realmente estaban infringiendo.

Hodggets se hizo enfermera con el propósito de salvar todas las vidas que pudiera pero en el hogar de ancianos donde también había muchos enfermos crónicos experimentó el horror. Con la “excusa de reducir el dolor” empezaron de manera gradual a dejar morir a estos enfermos provocando su muerte por hambre y sed hasta que estas prácticas se convirtieron en una rutina.


Esta enfermera recordó en su conferencia en Italia el caso que la marcó especialmente y que hizo que se diera cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. Era el de una anciana hospitalizada y con una salud especialmente débil pero ella seguía viviendo. Sin embargo, el médico ordenó que se le retirara el agua y la alimentación y se le suministrara morfina para que muriera y así dejara de sufrir.

Sin embargo, esta anciana luchaba por su vida y tres días después seguía viva. Los enfermeros se dieron cuenta que la mujer se afanaba en chupar las gotas de agua de la esponja con que la limpiaban la cara. No quería morir.

“¿Qué estamos haciendo?”, se preguntó un compañero de Hoddgets, y esta pregunta le traspasó también a ella el alma. Finalmente, la mujer tardó nueve días en morir cuando el supuesto objetivo era evitarle el sufrimiento.


Con este caso se le abrieron los ojos y pronto observó que se le presentaba otro en el que el paciente era la víctima de los que deberían ser sus cuidadores. Le tocó asistir a la lenta y dolorosa agonía de una mujer a la que le había dado un derrame cerebral y al que los médicos decidieron igualmente retirarle toda alimentación pese a la oposición de su hija ya que su hermano, único fiduciario, así lo quería. 

Ante esta situación, Kristina Hodggets acudió a una reunión de la dirección de la clínica y cuestionó la obligatoriedad de tener que cumplir órdenes que supongan matar a un paciente. Salió de esa reunión con el despido bajo el brazo y la paciente a la que defendió moriría poco después, ante una destrozada hija, de una manera agónica y con los pulmones inundados de morfina.


Hodggets afirma que ante situaciones extremas "se manifiesta un fuerte deseo natural de vivir"


Tras su despido, esta enfermera canadiense pasó de enfermera a paciente y tras un derrame cerebral quedó en coma. Experimentaba lo mismo que la mujer a la que vio morir. Estuvo once días en estado crítico y sólo la fuerte oposición de su marido impidió que ella misma fuera víctima más a la que retiraran la alimentación para dejarla morir.

Finalmente despertó y aunque le han quedado secuelas se ha convertido en una importante activista a favor de la vida y por ello decidió a ir a Italia, donde el Senado tiene que refrendar una ley que aprueba lo que ella mismo realizó durante años y que no era otra cosa que matar personas.


“La paradoja de esta ley –aseguraba Hodggets en Roma- se revela frente a un concepto tan simple como irrefutable: nadie tiene una bola de cristal para saber de antemano cómo reaccionar ante una enfermedad o discapacidad. Muy a menudo, cuando uno se encuentra en estas situaciones extremas, la perspectiva cambia y se manifiesta un fuerte deseo natural de vivir. ¿Cómo se puede confiar a un trozo de papel el futuro a largo plazo?”.

Preguntada en la conferencia si como profesional del ámbito de la salud hay al menos un caso en el que ella estuviera a favor de la eutanasia o el suicidio asistido, su respuesta fue clara: No. “No a cualquier ley que permita a los médicos retirar la comida y el agua a los pacientes. Si se abre una puerta, la muerte se extenderá; no deben haber leyes que pisoteen el sagrado derecho a vivir y morir de muerte natural: el dolor físico, social y espiritual pueden calmarse y superarse”.