Eduardo Zaplana, importante exministro y expresidente de la Comunidad Valenciana, está ingresado en el Hospital de la Fe de Valencia y bajo vigilancia tras ser trasladado allí desde la cárcel donde está bajo prisión preventiva desde hace siete meses.

El político valenciano padece leucemia, y desde hace tiempo su estado de salud se había deteriorado bastante en prisión, aunque la juez que lleva su caso se había negado una y otra vez a permitir que fuera trasladado a un hospital. Numerosas voces se mostraron en contra de este “encarnizamiento judicial”. De hecho, una vez en el hospital, el jefe de servicio de Hematología del Hospital de la Fe denunció la situación de Zaplana y preguntó quién quería matarle debido a que era una “bomba de relojería con posibilidad de muerte súbita e inesperada”.

Sin permiso al cardenal para visitarle

Pero si la juez se ha estado oponiendo a la atención médica adecuada del que fuera ministro en el gobierno de José María Aznar, también se ha opuesto a que reciba atención espiritual. De hecho, el arzobispo de Valencia, el cardenal Cañizares, y el capellán del Hospital de la Fe, acudieron a visitarle en Nochebuena al hospital, pero se les impidió la entrada en su habitación para confortarle en estas fechas, tal y como recoge El Mundo. Algo que sí pudieron hacer con el resto de enfermos.

Los agentes que vigilaban al expresidente valenciano explicaron al cardenal y al capellán que la decisión de impedirle visitar no era cosa suya sino de la juez María Isabel Rodríguez.

En el Reglamento Penitenciario que rige hoy en las cárceles españolas se especifica claramente que “todos los internos tendrán derecho a dirigirse a una confesión religiosa registrada para solicitar su asistencia siempre que ésta se preste con respeto a los derechos de las restantes personas”.

Pese al criterio del médico, uno de los mayores expertos mundiales en hematología, la juez está presionando al hospital para que dé el alta a Zaplana y así poder devolverlo a la cárcel. La actitud de esta magistrada ha sorprendido tanto a la familia como a los médicos, pues se ha mostrado como evidente que la vida del expolítico está en peligro real.