Los reclusos de las cárceles de Zuera, Daroca y Teruel han recibido 2.350 tarjetas de teléfono, con un saldo de cinco euros cada una, para que puedan felicitar la Navidad a sus seres queridos. La campaña, organizada por las seis diócesis aragonesas bajo el lema “Minutos de esperanza”, ha duplicado prácticamente los 6.000 euros recaudados el año pasado, según ha informado el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez, responsable de Pastoral Penitenciaria en Aragón.

Dale un abrazo a mi madre” fue el último encargo que recibió el prelado por parte de un recluso altoaragonés, antes de salir de la cárcel de Zuera donde celebró la misa de Navidad con los capellanes Raúl y Álvaro en el salón de actos, “a rebosar” con más de 200 personas para asistir a la festividad religiosa navideña. Los reclusos de Daroca recibieron las tarjetas el sábado y los de Teruel el domingo con asistencia del obispo Antonio Gómez.

Cristo "da la llave de la libertad"

Ángel Pérez calificó la jornada de “muy entrañable y emotiva” y explicó que en la homilía les habló en términos de “una historia de amor porque Cristo nace para todos y te da la llave de la libertad”. En esta línea, “les he contado varias historias reales sobre la vida y la creencia en Dios y he comentado la necesidad de cambiar el chip porque todo lo demás son sucedáneos. No sois desperdicios porque Dios ha nacido para todos y ha entrado en vuestras vidas”.

Al mismo tiempo, resaltó la labor que realizan los capellanes, la delegada Isabel Escartín y los voluntarios de Pastoral Penitenciaria. Asimismo, destacó que “el éxito de esta campaña ha sido posible gracias a la generosidad de la gente”, a quien manifestó su gratitud en nombre de los internos.

Al final de la misa, el prelado de Barbastro-Monzón saludó con la paz a todos, en la puerta del salón de actos y algunos reclusos de su diócesis le transmitieron “deseos personales” que Ángel Pérez trasladará a las familias. En opinión del prelado, “la entrega de tarjetas telefónicas es un gesto de ternura que facilita la reinserción social. Además, una oportunidad para hacerles entender que no todo está perdido y se les ayuda a recobrar su dignidad como hijos de Dios. No hay nada tan gratificante como regalar esperanza. Después de la libertad, tal vez sea el mejor regalo que se puede hacer a un preso”.

Publicado originariamente en el Diario del Alto Aragón