El barrio madrileño de Chueca y buena parte del resto del centro de la capital de España amanecieron el domingo 5 de julio con resaca: la de las toneladas de basura y el putrefacto olor a orín que campaban por sus calles. Parecía que la zona no había sido limpiada en meses; sin embargo, semejante panorama se correspondía con solo unas horas, las que duró la enorme celebración de decenas de miles de personas en la manifestación del Orgullo Gay y la posterior juerga en los locales, vías principales y plazas de la zona. La Policía Nacional, además, había desplegado un importante dispositivo preventivo, pues se había detectado la presencia de numerosos carteristas extranjeros y se llegaron a practicar numerosas detenciones.

La primera parte del festejo tuvo lugar entre la glorieta del Emperador Carlos V (Atocha) y la plaza de Colón, a partir de las seis y media, cuando arrancó la habitual marcha. A esa hora, los médicos del Samur ya trabajaban a pleno rendimiento. Se realizaron 112 atenciones hasta pasada la una de la madrugada, informó Emergencias Madrid.

La situación más grave la sufrieron tres jóvenes, por consumo de drogas. Dos de ellos necesitaron ser intubados y trasladados al hospital. Habían ingerido, supuestamente, éxtasis líquido, aunque también llevaban encima cocaína, informaron fuentes policiales a este periódico. Además, como viene siendo habitual, hubo numerosos mareos, golpes de calor e intoxicaciones etílicas.

Pero el desfase total llegó a partir de la medianoche. Bien porque los clubes y bares cobraban una entrada de precio superior a lo habitual, bien porque la fiesta desinhibió a muchos de ellos, había riadas de jóvenes, muchos de ellos extranjeros, bebiendo en la calle.

Lugares como la plaza del Rey, Callao, Chueca, Vázquez de Mella, Mesoneros Romanos, Jacinto Benavente, Sol, Montera, Antonio Martínez de Quesada... Se convirtieron en verdaderos macrobotellones.

«Es una invasión del barrio. Aunque haya limpieza, siempre quedan cristales rotos, publicidad de locales esparcidos por los portales. El mal olor se queda impregnado dos o tres días. Pero, mientras no haya otra alternativa, no nos queda otra», explicaba, resignado, Esteban Benito, de la Asociación de Vecinos de Chueca.


A la ocho de la mañana del domingo, la fiesta seguía, entre los restos del naufragio. Había gente que seguía de juerga en sus casas, gritando desde los balcones, con música a todo volumen e increpando a quienes se quejaban del ruido: «¡Ya vienen a jodernos la fiesta!».

Difícil resultaba caminar sin dar un traspiés por las angostas aceras de Chueca. Había un serio peligro de resbalar con alguna de las miles de latas de cerveza (vendidas la mayoría de manera ilegal por chinos) o botellas de cristal esparcidas por lo ancho y largo del barrio.

Otro cantar era la falta de salubridad por el reguero de orines que serpenteaba por el callejero de la zona.

A pesar de la cantidad de locales de copas, muchos participantes en la fiesta prefirieron directamente hacer sus necesidades en plena vía urbana.

«Nadie acude a los baños. Entre el alcohol, que les marea, y el calor de los bares, la gente opta por hacerlo directamente en las aceras», se queja Esteban Benito. Sin que nadie se sonroje o tenga miedo a que la Policía Municipal le multe, como pudo ver ABC.

Había este fin de semana, especialmente la noche del sábado al domingo, otro frente abierto, el de la seguridad. La comisaría de Centro había detectado la intención de varios grupos numerosos de rumanos y búlgaros de venir a Madrid expresamente para participar en un particular «orgullo»: estaban dispuestos a limpiar de carteras el barrio, aprovechando la enorme aglomeración de gente. Hay quien habla de que hasta un millón de personas participando en los festejos. Pero el despliegue de agentes, especialmente los de paisano del grupo antihurtos de Leganitos, surtió efecto, y practicaron numerosas detenciones. Se trata de sujetos, en muchos casos, con una amplia nómina de antecedentes similares a sus espaldas y sin domicilio conocido.


La celebración del Orgullo Gay es masiva todos los años, pero también surgen voces críticas, sobre todo entre numerosos residentes de Chueca.Reclaman su derecho al descanso, a la seguridad y a la limpieza. Y rompen una lanza por otro tipo de festejo: «Queremos buscar alternativas, pero para ello tendríamos que atraer a otro público. Una idea sería celebrar el Orgullo con un cine de verano, al aire libre. Pero, mientras esto siga igual, el botellón será la tónica predominante», se quejan en la asociación del barrio.

Durante el mandato de Ana Botella como alcaldesa, se produjo una polémica cuando se llegó incluso a prohibir la música al aire libre. En las plazas se programaban canciones que había que escuchar con auriculares, una situación que dio para más críticas que alabanzas. El colectivo se quejaba de una persecución al Orgullo.