“Popularizar el conocimiento científico”... 

“Ayudar a la gente a establecer una visión correcta del mundo”...

“Que traten científicamente el nacimiento, el envejecer, la enfermedad, la muerte, la fortuna y la mala fortuna…”

¿Quién propone alcanzar estos objetivos? ¿Algún gran amante de la verdad, el conocimiento y la libertad?

Se trata de Wang Zuoan, el “gran inquisidor” del gobierno comunista chino, o más exactamente “el director de la Administración Estatal para Asuntos Religiosos”, el hombre que debe controlar a los 100 millones de chinos que, oficialmente, tienen creencias religiosas, aunque, él mismo reconoce que en un país de 1.500 millones de habitantes los religiosos han de ser muchos más.

Es probablemente el hombre del planeta con más recursos para combatir y controlar la religión; no está claro si es el que sabe más y mejor como hacerlo, pero recursos y autoridad no le faltan.

Las autoridades chinas procuran no hablar mucho de sus intenciones, pero Zuoan se ha despachado a gusto en una revista del gobierno que se dedica a la formación y entrenamiento de oficiales de la administración (en inglés se titula Study Times, y lo ha revelado Ben Blanchard, de la agencia Reuters en Pekín, en cuanto ha llegado a los suscriptores este domingo).

“Para un partido gobernante que sigue el marxismo, necesitamos ayudar a la gente a establecer una visión correcta del mundo y a tratar científicamente con el nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, así como con la fortuna o la mala fortuna”, declara en la revista.

“Pero debemos darnos cuenta de que es un proceso largo, y que si nos apresuramos demasiado al intentar impulsar estos resultados y queremos liberar inmediatamente al pueblo de la influencia de la religión, tendremos el efecto opuesto y los llevaremos en la dirección contraria”, añade el mandatario.


Zuoan se encuentra en la misma encrucijada que los impulsores del ateísmo soviéticos en los años 30 y que los “nuevos ateos” occidentales del s.XXI.

¿Basta con dar una “visión científica de la vida” para acabar con la religión?

¿O hay que seducir con algo más? ¿Es necesario completarlo con multas, amenazas y el ridículo a los creyentes? ¿Cárcel y ejecuciones? En China hay varios sacerdotes y obispos desaparecidos en instalaciones del gobierno: el último, el recién nombrado obispo auxiliar de Shanghay.

Además, hablar de “una visión científica del nacimiento y el envejecimiento” en un país que obliga a las mujeres a abortar después de su primer hijo y donde muchos millones de varones nunca se casarán porque las niñas se abortan más es, como poco, paradójico.


Maxim Gorki, en el Congreso de los Sin Dios de la Unión Soviética de 1929, ya constató –como repite hoy Zuoan- que la agresividad y la burla contra los creyentes es contraproducente y de hecho aumenta la fe y la organización de esas comunidades. Él criticaba las "formas groseras" del ateísmo" que no persuade sino que irrita" (léalo aquí).

En 1922, una circular del Comité Central del Partido soviético pedía en todo el país ser sistemáticos al desmantelar "la cosmovisión religiosa y sustituirla por una comprensión científica y materialista". La grosería no funcionó y el historiador ruso especializado O. Y. Liovin asegura que de hecho fortaleció a los creyentes.

Al morir Lenin se cambió la estrategia. Una circular del Partido del 5 de septiembre de 1924 ordenó: "La propaganda antirreligiosa ha de llevarse en forma de explicaciones divulgativas desde el punto de vista de las ciencias naturales y políticas que minen la fe en dios y desenmascaren, con los hechos concretos, la estafa y avaricia de los milagreros, sanadores, etc. Es preciso evitar la agitación antirreligiosa masiva (disputas, escenificaciones, etc.) que insulten y hieran los sentimientos de la parte creyente de la población”.


Esta “línea ilustrada” no consiguió grandes éxitos, los rusos se mantenían “demasiado cristianos” y en 1929 se volvió a la mano dura: destrucción de iglesias e iconos, pasacalles burlones, 60.000 detenidos, 5.000 líderes cristianos ortodoxos ejecutados en dos años…

El censo ruso de 1937, después de 20 años de comunismo, blasfemias y represión, espantó a los ateos. Explica el historiador Serguey Firsov que de 30 millones de ciudadanos de la URSS analfabetos mayores de 16 años, el 84 % (más de 25 millones) se declararaban creyentes; y de los 68,5 millones de alfabetizados, el 45 % (más de 30 millones) aún creían en Dios.

Así, en 1937 y en 1938 la persecución religiosa contra los ortodoxos superó todo lo visto antes: 100.000 ejecuciones y 200.000 deportados o represaliados. Entre 1939 y 1942 ya no quedaban casi ortodoxos declarados para ejecutar: se mató sólo a unos 4.000 más.

Sin embargo, setenta años después, una encuesta del año 2010 establece el panorama religioso actual en Rusia: 73% de Ortodoxos, 6% de musulmanes, aproximadamente un 20% de no creyentes; en Rusia no hay mucho cristiano practicante, pero sí mucho creyente.


En Occidente también hay laicistas que tienen los mismos objetivos que el “inquisidor” Zuoan, pero ellos están más abiertos al “presionar y el empujar”.

En 2006, en un encuentro de activistas ateos en el Instituto Salk de La Jolla, California, el científico del CNRS de París, Scott Atran, se lamentaba de la agresividad e ignorancia del "nuevo ateísmo", que piensa que combinando ciencia y humor grosero se eliminará la religión del mundo.

Atran, hablando con el New Scientist, comparaba a esos ateos con "otra especie de secta neocristiana". “Los argumentos que se están dando aquí son extraordinariamente ciegos y simplistas. Los soviéticos enseñaban a los niños ciencia en la escuela –religiosamente- y no funcionó muy bien. No creo que los científicos, cuando se salen de la ciencia, tengan mayor visión que la gente ordinaria de la calle. Hacen que me de vergüenza ser ateo”.