Si no fuese porque las han protagonizado personas que fueron sacerdotes o religiosos, y que han arrastrado consigo en algunos casos a miles de católicos también, las historias recogidas en la primera y segunda entregas de esta serie, y las que ahora abordaremos, podrían caer en lo frívolo. Pero no lo vieron así las respectivas autoridades diocesanas de los "antipapas", obligadas a intervenir para clarificar las cosas.

Es el caso del llamado Papa Timothy o Ahitler I. Lideró hasta su muerte una desviación de un grupo misionero católico, que desvió a su vez parte del fuerte movimiento mariano de Kenia en los años sesenta hacia el nuevo grupo.
 

La secta la formó en 1962 Simeón Ondeto, un antiguo catequista que llevado de visiones personales afirmó ser el Mesías resucitado, "el Cristo negro". Fue excomulgado, pero Ondeto, como "Santo Padre", empezó a crear su propia jerarquía.

Entre sus seguidores estaba Timothy Blasio Ahitler, nacido en 1941, justo cuando los pueblos nativos comenzaban a rebelarse contra el colonialismo británico, atacado en ese momento por la Alemania nazi. Blasio fue elevado al cardenalato, y cuando murió Ondeto en 1991 se proclamó Papa bajo el nombre de Ahitler I.

El grupo del Papa Timothy, llamado Iglesia de la Legio Maria, tenía la peculiaridad de ser virulentamente antioccidental, y al mismo tiempo fervoroso partidario del latín, aunque la razón de fondo es que atribuían a esa lengua propiedades taumatúrgicas y esotéricas. Continúa existiendo, aunque muy mermado respecto a lo que fue.

En 1984 murió Gino Frediani, quien en 1973 se había proclamado Papa y adoptado el nombre de Emmanuel I. Era párroco en Gavinana, en la diócesis italiana de Pistoia, hasta que un día de ese año, cuando estaba sentado ante una ventana, recibió un golpe de viento en la frente.
 
Al poco, los profetas Habacuc, Naúm, Nehemías y Baruc se presentaron ante él para abrirle los misterios del Antiguo Testamento y del Apocalipsis. Uno de esos arcanos era  (¡qué casualidad!) nombrarle Papa. Para entonces el obispo de la diócesis ya había tomado medidas y le había apartado de la parroquia, así que Don Gino empezó a buscar seguidores, y consiguió un centenar, uno de ellos su sucesor, Sergio Melani, quien, sin embargo, no fue Papa. Sólo debía desempeñar temporalmente su función hasta que Emmanuel I “regresase de los cielos”. Pese a no tener condición pontificia, Melani se declaró “infalible en materia espiritual”, y sus dictados debían ser considerados “divinos”.

Vamos ahora con Lino II, en el siglo Victor von Pentz, sudafricano con residencia en Inglaterra. Tras pasar por diversos seminarios y ser expulsado de todos ellos, Pentz fue consagrado obispo por un obispo cismático ucraniano.
 
En 1994 fue elegido Papa por un cónclave de personajes sedevacantistas de doce países reunidos en Asís. El problema es que no había forma de comprobar si, pese a haber sido consagrado obispo, había sido ordenado sacerdote previamente. Para arreglar el asunto, un obispo cismático sudafricano ordenó sacerdote al Papa que ya era obispo.

Con estos enmarañados antecedentes (nada infrecuentes en el mundillo antipapal, como vamos comprobando), no es de extrañar que precisase once votaciones para salir elegido. Tras su proclamación, Lino II y sus seguidores se dirigieron a Roma, a la Pontificia Basílica Lateranense, para ser allí aclamado. Un par de carabineros pusieron fin a la broma sin contemplaciones.

Otros grupos sedevacantistas eligieron a otro Papa, Miguel I, el norteamericano David Bawden. Fue seminarista, pero aunque no ha buscado nunca ser ordenado sacerdote ni obispo, lo incluimos en este listado porque es uno de los más conocidos antipapas de los últimos años, y en Estados Unidos ha dado lugar a más de un artículo de periódico y más de un reportaje de televisión. Nunca le han dolido prendas en convocar una rueda de prensa, en el porche de su morada si es preciso (¡incluimos la prueba!).

Miguel I destaca por su modestia. Pudiendo ser proclamado en Roma o en Asís, como Lino II, se conformó con serlo en su casa de Colorado. En realidad, él era sedevacantista, pero un día comprendió que el Concilio Vaticano I afirma que habrá sucesores de Pedro hasta el final de los tiempos. Esto obligaba a buscar una sucesión papal, así que decidió convocar un cónclave. "Los enemigos de la Iglesia intentaron disuadirle" ante este paso trascendental, afirma su página web, pero él, henchido de fe, no cejó. En un almacén familiar se juntaron seis personas, entre ellas él mismo y el señor y la señora Bawden, sus padres

Tras reñida votación, salió elegido. Corría el año 1990, y pasado un tiempo y unas cuantas sesiones de fotos, en 1994 Miguel I abdicó en Lino II.
Por la proverbial modestia de Miguel I, tras su elección no hubo fumata blanca. No es el caso de Pío XIII, mucho más formal.

Earl Lucian Pulvermacher fue un religioso capuchino norteamericano nacido en 1918 y ordenado sacerdote en 1948. Estuvo varios años destinado como misionero en las islas japonesas del Pacífico, como Okinawa o las islas Ryukyus, y en Australia. En alguno de sus destinos se ocupó ejemplarmente de los leprosos.

Pero Pulvermacher acabó convirtiéndose en sedevacantista, al creer que Juan XXIII era masón, y que por tanto su elección y la de todos sus sucesores era inválida. Con el paso del tiempo, llegó a la conclusión de que había que poner fin a esa situación. Se dedicó entonces a buscar por todo el mundo a los últimos católicos ortodoxos para constituir un cónclave que eligiese Papa.

Tras localizar a un buen puñado, como no era posible llevarlos a todos hasta su finca de Montana (Estados Unidos), lo que hicieron fue una votación por teléfono, para cuya autenticidad cada elector tenía un código encriptado que permitía verificar su identidad.

En 1998 se reunieron para el cónclave, y los electores fueron llamando y dando la contraseña mediante el código secreto antes de emitir su voto. Tras el recuento resultó elegido... -¿no lo adivinan?- el mismo Pulvermacher, que se denominó Pío XIII.

Sus seguidores no eran tan modestos como Miguel I, así que por la chimenea del rancho de Montana hubo fumata blanca. Y también hubo “Habemus Papam!”, sólo que por teléfono. Fueron llamando uno a uno a los votantes para contarles el resultado.

Había un problema: Pulvermacher no era obispo. Pero Pulvermacher lo solucionó por la vía rápida. Consagró obispo a su amigo Gordon Bateman (aunque estaba casado), y luego Bateman, ya obispo, le consagró a él. Murió en 2009.

Pío XIII no es el único antipapa ex capuchino de nuestros tiempos. También está Valeriano Vestini, quien no siguió la costumbre de cambiar de nombre, y fue elevado al antisolio antipontificio bajo el nombre de Valeriano I.

El padre Vestini hacía su apostolado católico normal en Chieti (Italia) hasta que en 1983 una vidente empezó a tener sueños, y el fraile empezó a interpretarlos como visiones celestiales. El mensaje divino prometía que los terciarios franciscanos del pueblo serían elevados como videntes al nivel de los niños de Lourdes o Fátima, así que algunos terciarios franciscanos del pueblo empezaron a tener sueños como la primera vidente. Y Don Valeriano, venga a interpretarlos todos.
 
A la altura de 1989 las locuciones interiores del grupo incluían ya a la Santisima Trinidad y a todos los santos del cielo. Y en 1990… ¡zas!: los mensajes sobrenaturales establecieron que Don Valeriano debía convertirse en Papa. Y no sólo en Papa, sino en corredentor. Y además contaría para su apostolado con un “Novísimo Testamento” para completar el Nuevo Testamento que todos conocemos.

Ya como Papa, Valeriano I empezó a crear cardenales. Pero en 1993 fue suspendido a divinis por sus superiores en la orden, y felizmente la medicina surtió efecto. En 1995 volvió a la Iglesia, un caso poco frecuente entre quienes cruzan la línea roja de pretender rivalizar, aunque sea de manera esperpéntica, con la autoridad del Papa.

Uno de los antipapas más recientes es Óscar de la Compasión, elegido en 2006 en Luján (Moreno, provincia de Buenos Aires) por treinta obispos sedevacantistas bajo el nombre de León XIV, cabeza de la nueva Iglesia Católica Remanente y probablemente uno de los antipapas más jóvenes de la historia, con sólo 24 años.

Óscar Michaelli empezó a tener en 2002 visiones de la Virgen que se repetían a diario y le insistían en fundar una orden religiosa. Al correrse la voz, muchos personas acudían a verle rezar el rosario, durante el cual entraba en éxtasis y tenían lugar comuniones místicas y curaciones. Óscar conoció la Sociedad de Nuestra Señora de la Compasión, un grupo sedevacantista que existía desde 1990, y se vinculó a él -de ahí su nombre-. Luego empezó a viajar por el mundo buscando un obispo que lo ordenara. Lo consiguió, y Óscar Michaelli regresó a Argentina convertido en Monseñor Óscar de la Compasión.

Empezó a consagrar obispos y decidió hacer un cónclave al que acudirían otros obispos sedevacantistas para elegir Papa. Enviaron sendas cartas a Benedicto XVI y al cardenal Tarcisio Bertone, su secretario de Estado, para que abandonaran el Vaticano y poder celebrar allí el cónclave. Incomprensiblemente, no les hicieron caso, así que tuvieron que celebrarlo en Argentina, siendo elegido León XIV.

El joven antipapa sólo reinó dos años, pues murió víctima de una leucemia. Tuvo tiempo, en cualquier caso, de escribir nueve encíclicas, seis bulas, varias definiciones dogmáticas y convocar un Concilio, el Concilio Ecuménico de Moreno.
 
Cuando murió León XIV le sucedió Inocencio XIV, que dimitió a los cinco meses viéndose incapaz de vencer las divisiones internas por herejías y misticismos varios. En su lugar fue elegido Alejandro IX, quien a sus treinta años empezó su pontificado con una bendición urbi et orbi y un mensaje que arrancaba así: “Actualmente somos pocos, pero vamos creciendo”. Todo un literario ejercicio de elevación oratoria pontificia...

Primera entrega - Antipapas de nuestro tiempo: de Benedicto XL al Pío XIII chino, pasando por Inocencio XIV

Segunda entrega - Piedrecita, Rabí I, el elegante Juan Gregorio XVII, Pedro II de Pennsylvania y el Palmar de Troya

[Agradecemos al padre Luis Gómez sus sugerencias y documentación para tirar de este curioso hilo.]