César Vidal, famoso periodista, escritor y director de programas radiofónicos en COPE, primero, y en EsRadio en la actualidad, ha planteado en el diario digital LibertadDigital un debate interesante sobre el arraigo de determinados sistemas económicos en unas naciones, y el fracaso en otras.

César Vidal inicia esta semana una serie de artículos bajo el epígrafe Las razones de una diferencia, y en su primera entrega, titula su artículo: El trabajo.

Para el escritor César Vidal que la Reforma protestante del siglo XVI no triunfara en España, Italia, Grecia, Irlanda o Portugal "tuvo enormes consecuencias que trascendieron del fenómeno religioso y modelaron la sociedad, la economía y la política" ya que "la Reforma presentó una visión radicalmente distinta del trabajo".

"De entrada, el regreso a la Biblia permitió descubrir –¡más de un milenio para darse cuenta!– que Adán ya había recibido de Dios la misión de trabajar antes de la Caída y que esa labor consistía en algo tan teóricamente servil como labrar la tierra y guardarla (Génesis 2: 15). Aquel sencillo descubrimiento cambiaría la Historia de Occidente –y con ella la de la Humanidad– de manera radical. Lutero, por ejemplo, pudo escribir: "Cuando una ama de casa cocina y limpia y realiza otras tareas domésticas, porque ése es el mandato de Dios, incluso tan pequeño trabajo debe ser alabado como un servicio a Dios que sobrepasa en mucho la santidad y el ascetismo de todos los monjes y monjas".

"En su Comentario a Génesis 13: 13, –prosigue Vidal– el alemán señalaría en relación con las tareas de la casa que `no tienen apariencia de santidad, y, sin embargo, esas obras relacionadas con las tareas domésticas son más deseables que todas las obras de todos los monjes y monjas... De manera similar, los trabajos seculares son una adoración de Dios y una obediencia que complace a Dios´. Igualmente en su Exposición del Salmo 128: 2 añadiría: `Vuestro trabajo es un asunto muy sagrado. Dios se deleita en él y a través de él desea conceder Su bendición sobre vosotros´. Calvino –al que se suele asociar un tanto exageradamente con la denominada ética protestante del trabajo– fue también muy claro al respecto. En su Comentario a Lucas 10: 38 afirmó: "Es un error el afirmar que aquellos que huyen de los asuntos del mundo y se dedican a la contemplación están llevando una vida angélica... Sabemos que los hombres fueron creados para ocuparse con el trabajo y que ningún sacrificio agrada más a Dios que el que cada uno se ocupe de su vocación y estudios para vivir bien a favor del bien común". 

 "Otro puritano, Richard Steele, en un texto llamado de manera bien significativa The Trademan´s Calling (La vocación del comerciante), afirmó que en el comercio `se puede esperar de la manera más confiada la presencia y la bendición de Dios´".

Vidal considera que "la línea estaba claramente definida y era uniforme en cualquiera de las iglesias nacidas de la Reforma. Como señalaría un panfleto publicado a finales del siglo XVII en Inglaterra con el revelador título de Paul the Tentmaker (Pablo, el fabricante de tiendas), el protestantismo había impulsado un `deleite en los empleos seculares´".

"Semejante visión brillaría por su ausencia en aquellas partes del mundo donde no triunfó la Reforma. En España, por ejemplo, en 1492 se había expulsado a unos judíos que tenían una visión del trabajo idéntica a la de los protestantes e, iniciado el siglo XVI, éstos tendrían que optar entre la hoguera o el exilio. Porque, desde luego, la visión del trabajo de los motejados como herejes era clara desde el principio y nada se parecía a la católica. Así, mientras se ventilaba la supervivencia de España como primera potencia de Europa, la nación siguió uncida a la idea de lo intolerable e infames que podían ser ciertos trabajos. Sus adversarios protestantes –que debieron dar gracias al Altísimo por ello– tenían un punto de vista muy diferente y, a pesar de tratarse, en general, de naciones más pobres y pequeñas, el resultado no pudo serles más favorable".

"No es que los españoles fueran vagos como se suele repetir injustamente –y, al respecto, basta con ver el resultado que dan fuera de España– pero no creían que el trabajo tuviera el mismo valor que le dan aquellos que nacieron y crecieron en naciones donde triunfó la Reforma protestante".

El famoso historiador gallego, que ha revolucionado la historiografía sobre la II República española y la Guerra Civil, ha salido al paso de la tesis de César Vidal sobre el atraso de España y la mentalidad "católica" del trabajo, desde el blog que tiene alojado en LibertadDigital.

Con el título Debate con César Vidal: catolicismo, trabajo y decadencia / Lutero y los judíos Pío Moa advierte desde el principio que "los debates, si son llevados con rigor, constituyen un signo de salud intelectual, y nada muestra mejor la anemia cultural española que la ausencia de ellos. La extendida aversión al debate en España revela también aversión a la verdad, o a su búsqueda".

Moa señala que "la tesis de Vidal es que la diferencia de España afecta igualmente a las naciones católicas con respecto a las protestantes, las cuales él ve como más o menos modélicas. En dos palabras, el catolicismo suponía el desdén hacia el trabajo, y el protestantismo (o el judaísmo) lo contrario. Para mantener su teoría, César Vidal debería empezar explicando cómo España se mantuvo durante un siglo y cuarto como primera potencia europea. ¿Pudo hacerlo un país donde no se trabajaba y que había expulsado a las únicas minorías laboriosas, judíos y moriscos según la disparatada teoría de Américo Castro, y cortado la infiltración protestante? Tenemos estampas, y buenos restos, de las muy bellas, a menudo espléndidas ciudades españolas de la época: ¿se construyeron solas, sin trabajo? Y las flotas que descubrieron el mundo y por primera vez en la historia comunicaron y establecieron lazos comerciales entre todos los continentes, ¿fueron creadas y dirigidas por enemigos del trabajo, por vagos? Las universidades, tan pobladas para la época, ¿no fueron el producto de un trabajo ímprobo? Los hidalgos que conquistaron América, que construían barcos en plena selva, proyectaban y alzaban fuertes y ciudades y vías de comunicación, llevaban imprentas y fundaban centros de enseñanza, o los misioneros que cristianizaban a los indígenas, ¿sólo eran aficionados al dolce far niente? Etc. etc".

"El más elemental sentido común indica que España alcanzó su supremacía mediante un inmenso trabajo físico, técnico e intelectual, como no pudo ser de otro modo, y en contra de tópicos tan arraigados como falsos". 

"Después vino la decadencia española (que también llegó a Holanda, Francia, Alemania o Inglaterra, dicho sea de paso); pero aun en el siglo XVIII España prosiguió su expansión ultramarina, racionalizó gran parte de su aparato estatal, construyó flotas muy respetables, etc. Contra un tópico habitual, en España siempre se ha trabajado mucho, con más o menos acierto o rendimiento, esa es otra cuestión. Todavía suele considerarse que a principios del siglo XIX la renta per capita española equivalía a la francesa, pues fue a lo largo del XIX cuando España quedó casi estancada económicamente mientras Inglaterra, Francia, Alemania o Italia (del norte) prosperaban con rapidez".

Moa subraya que "el espejismo del desprecio español por el trabajo viene de una idea errónea sobre la Revolución industrial, que introduce nuevas formas de producción en gran escala y de la que España, como es sabido, quedó al margen y muy retrasada. ¿Se debió ello a ser católica? No parece fundada tal idea, porque dicha revolución no surgió en “los países protestantes”, sino en uno, Inglaterra, que era casualmente el menos protestante, el más semejante en religión al catolicismo. Y aquella revolución fue imitada en primer lugar por la católica Bélgica, mientras que la calvinista Holanda quedó retrasada mucho tiempo. Por no hablar de los países escandinavos, tan típicamente protestantes y que no empezaron a levantar cabeza hasta bien avanzado el siglo XIX. También la católica Francia se incorporó bastante a la revolución industrial, y lo mismo el norte de Italia bajo el suave yugo, también católico, de Austria. En cuanto a Alemania, desarrolló una gran industria en Renania, mayoritariamente católica, mientras que la protestante Prusia se mantuvo largo tiempo agraria y con formas feudales. Si César Vidal prestara atención a estos hechos se percataría de que el catolicismo tuvo muy poco que ver con el asunto y que, por lo que respecta a España, conviene buscar las causas de su decadencia por distintas vías".

Por último, Pío Moa escribe que "parece que el señor Vidal señala a los citados países católicos (PIIGS) en función de la actualidad y no de la historia, lo que tampoco me parece acertado. Las alternativas económicas de países católicos y protestantes en la época reciente son muy variables y con grandes altibajos. España creció económicamente, durante quince años, con mayor rapidez que cualquier país protestante (¿sería entonces más aficionada al trabajo?), Italia superó en renta per cápita a Inglaterra durante un tiempo, y Francia durante más tiempo. Hoy, los países señalados por el señor Vidal están en crisis, pero también lo están, aunque más atenuadamente, Inglaterra, Francia o Alemania. Y, ya que de trabajo se trata, cabría preguntar si Alemania ha trabajado bien al prestar dinero un tanto a tontas y a locas. El negocio bancario, como cualquier otro, puede quebrar si se hace de forma inadecuada. Y no olvidemos que la matriz de la crisis actual se encuentra en un país mayoritariamente protestante, es decir, Usa".

Para leer el artículo completo de César Vidal, pinchar AQUÍ

Para leer el artículo completo de Pío Moa, pinchar AQUÍ