Salvador Mendiola siempre ha sido católico, pero ha sido en la dura prueba de la enfermedad donde ha conocido verdaderamente a Dios y ha sentido plenamente su amor. Esta es la paradoja del cristianismo, descubrir el amor en medio del dolor y el sufrimiento. Pero esta es la experiencia de este mexicano y de tantas otras personas que han abrazado la cruz.

Todo comenzó en diciembre de 2014 cuando Salvador notó la aparición de varios quistes en su ingle izquierda. Le realizaron varias pruebas pero no fue hasta 2017 cuando recibió una fatal noticia por parte de los médicos: sufría un cáncer no operable y le daban una “expectativa de vida de seis meses”.

Tal y como relata al semanario mexicano Desde la Fe, el diagnóstico fue muy impactante para Salvador y su esposa. Ambos fueron conscientes de que para poder alargar su vida debería someterse a un duro tratamiento de quimioterapia que mermaría mucho su salud y que le haría acabar perdiendo su trabajo y por tanto el sustento económico de la familia. Además, le tocaría aparcar su gran pasión: el movimiento scout.

Salvador es presidente de la Federación Mexicana de Escultismo A.C., una red que une a movimientos, centros educativos, brigadas, entre otros, que participan en el movimiento Scout.

Este hombre había crecido en una familia muy católica, donde él y sus nueve hermanos desde niños rezaban de rodilla alrededor de la cama de sus padres. Salvador recuerda que su padre “guiaba la oración y antes de pedir algo a Dios, le agradecía por el don de la vida y las bendiciones recibidas en familia. De manera que yo me acostumbré a dar gracias al Señor. Pero así tan de pronto, no me imaginaba que en la enfermedad también encontraría cosas por las cuales sentir gratitud”.

El cáncer y el duro tratamiento serían una dura prueba para Salvador. Desde el primer día de tratamiento comenzaron las náuseas, diarreas, hipersensibilidad a la luz y otros muchos malestares.

Salvador Mendiola durante su lucha contra el cáncer.

En un mes llegó a perder 27 kilos. Con la primera quimioterapia empezó a perder el pelo; con la segunda se le paralizó el intestino; la tercera le provocó infecciones en la piel; la cuarta una dolorosa fibrosis, y con la quinta perdió el apetito.

“Estuve a punto de morir cuatro veces: por peritonitis, por anemia, por neutropenia y por neumonía. Sé que pude sobrevivir gracias que agarraba con mucha fuerza mi cruz, y le decía a Dios: ‘¡Adelante, cuento contigo!’”, cuenta este católico mexicano.

De hecho,  Salvador recuerda especialmente un momento concreto. Una de aquellas tardes se hallaba muy triste cerca de la Iglesia de San Matías. Apoyado de un bastón tomó asiento en un banco del templo y preguntó directamente a Dios “para qué servía alguien como yo. Ahí, pensando en eso que me afligía, comencé a disfrutar el atardecer, me llené de una inusual paz que sólo podía ser de Dios”.

En 2020 la recuperación continúa. Sus mejorías de salud son visibles, y su fe hoy es más fuerte que nunca.

Desde ese momento, su ánimo mejoró enormemente y se abandonaba totalmente a la voluntad de Dios. Esto se tradujo en una mejora ante los tratamientos y una mayor fuerza para afrontarlos.

“Tuve que cambiar mis trajes y camisas por pants y sudaderas; mis zapatos por tenis, y mi corbata por bufanda y cubrebocas. He retirado de mi dieta las malteadas, tacos al pastor y refrescos, y he incluido vegetales crudos, granos, frutos y complementos nutritivos. Sigo vivo, recuperando salud, y agradecido con Dios por el apoyo que he recibido, sobre todo de parte de los scouts y mi esposa Ale”, afirma Salvador, que sigue luchando contra el cáncer pero confiando totalmente en cumplir la voluntad de Dios.