Jessica Hayes ha sido una de las 100 mujeres que la BBC eligió este pasado año como inspiradoras e influyentes para el mundo, de las que contarían sus historias y su aportación a la sociedad. Aparece en el puesto 40 de la lista y llama la atención porque es una “virgen consagrada”, precisamente lo que el conocido medio de comunicación público británico destaca de ella.

Esta profesora estadounidense de 41 años es una de las 4.000 vírgenes consagradas que hay en el mundo, una vocación que se dio durante los primeros siglos del cristianismo, que luego se abandonó y se recuperó hace medio siglo bajo el pontificado de Pablo VI.

Un fenómeno creciente en la Iglesia

El pasado mes de julio el Vaticano publicó la Instrucción Eclesiae Sponsae Imago ante el crecimiento que se está produciendo en todo el mundo de este tipo de vocación. Con ella, Roma pretendía ofrecer indicaciones y ayuda a los obispos a la hora de recibir a estas mujeres en sus comunidades.

A diferencia de las monjas, las vírgenes consagradas permanecen en su entorno de vida ordinario, viven en sus viviendas habituales, tienen sus trabajos y se mantienen ellas mismas. Pero en su opción de vida han querido casarse con Jesucristo.

Una auténtica fiesta

Jessica es una de ellas, y la BBC considera que su estilo de vida como mujer es inspirador para el mundo. A su consagración fue vestida de novia y salió con un anillo de compromiso, hubo invitados, pero su novio no era alguien cualquiera. Era el mismo Cristo.

La decisión la tomó en 2013 pero no fue hasta dos años después cuando se produjo esta consagración en la catedral de Fort Wayne, con un templo repleto de amigos, familiares, los alumnos de la escuela secundaria en la que trabaja y también de otros muchos católicos de la diócesis que aunque no la conocían quisieron acompañarla en este momento tan importante.

Nunca se le había pasado por la cabeza

A esta mujer, profesora durante los últimos 18 años, nunca se le había pasado por la cabeza convertirse en virgen consagrada. No fue hasta que conoció al que es su director espiritual, que “comenzó a hacer las preguntas correctas”.

En el pasado tuvo varias relaciones sentimentales, pero ninguna le hizo sentirse plena. “Pensé que estaba llamada a la vida matrimonial, lo cual es un deseo muy natural en las personas, así que tuve citas, pero nunca salió nada serio. Salí con personas buenas, pero con nadie sentí que seguir adelante era lo mejor que se podía hacer en ese momento”.

Una vez que veía que el matrimonio no era su vocación tampoco se veía como monja. “Me di cuenta de que no compartía la llamada de las monjas a la vida comunitaria, en una congregación religiosa o en un apostolado específico que estas comunidades tienen”, afirma ella.

Rodeada de gente, pero en intimidad con Dios

Por lo tanto, Jessica está convencida de que el Señor la llamaba a esta vida de virgen consagrada. Explica que cuando no está trabajando como profesora lleva una vida dedicada a la oración. “Vivo en un vecindario normal, pertenezco a la parroquia que está cerca de mi casa, estoy disponible para ayudar a familiares y amigos. Y luego enseño, así que estoy todo el día rodeada de gente, pero aún así hay capacidad para una consagración al Señor”, añade esta mujer.

Además, aclara que “aunque tengo muchos de los mismos deberes que tenía antes es diferente porque relacionarme con el Señor como cónyuge es completamente distinto a relacionarme con Él como amigo”.

Por ello, Jessica considera que “la elección del celibato es un medio de acercarse aún más en el seguimiento del Señor. Lo que hago es un regalo de mi cuerpo para Él”. No es fácil en una sociedad hipersexualizada, en el que las vírgenes viven.

"Un compromiso radical con Dios"

Sobre su vocación en un mundo como el de hoy afirma que “lo más difícil es que se malinterprete, ya que nuestra elección se considera contra-cultural. Recibo muchos ‘oh, entonces eres como una persona soltera’. Tengo que explicar que el Señor es mi relación principal, que lo que hago es entregarle mi cuerpo”.

Sobre el aumento de mujeres que deciden consagrarse y ofrecer su virginidad, Jessica cree que “tal vez están creciendo porque hay una necesidad de vivir un compromiso radical con Dios” y esto puede ser una de las cosas que la Iglesia necesita en estos momentos.