Jueves, 09 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Una Adoración en una JMJ y un Retiro fueron fundamentales

Pablo Aguilera-Pich, recién ordenado, explica el «triduo indispensable» que le llevó al sacerdocio

Pablo Aguilera-Pich, recién ordenado, explica el «triduo indispensable» que le llevó al sacerdocio
Pablo Pich, recién ordenado, junto a sus padres y sus hermanos

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Pablo Pich-Aguilera no lleva aún ni un mes de sacerdote desde que fuera ordenado el pasado 29 de septiembre junto a cinco compañeros más en la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona y ya proclama a los cuatro vientos las inmensas gracias que está experimentando como instrumento celebrando los sacramentos de la Eucaristía y de la Confesión.

Este joven de 28 años proviene de una familia católica practicante y tiene siete hermanos más. Ha sido precisamente en su casa, gracias a los movimientos que han nacido en la Iglesia y en su colegio religioso donde se fue poco a poco forjando la vocación a la vida sacerdotal que ya ejerce en Barcelona.

El triduo indispensable para una vida de fe

En un testimonio que publica la web Jóvenes Católicos, Pablo explica que “desde que éramos pequeños se nos han inculcado la fe de una forma muy natural, especialmente con el ejemplo de mis padres. En la familia lo primero siempre ha sido procurar una formación cristiana integral. Por ello hemos ido todo a colegios católicos (del Opus Dei) para dar continuidad a la educación que recibíamos en casa”.

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Por otro lado, este nuevo sacerdote señala que en su casa siempre han participado en distintas actividades de la Iglesia, tanto en el seno de las parroquias como en distintos movimientos. Un sacerdote de una parroquia de Barcelona, los campamentos de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María y su participación en otras actividades de distintos movimientos le mantuvieron muy protegido de los ataques del mundo.

Un punto muy importante en este proceso se produjo en 2006 cuando conoció a un sacerdote de la diócesis de Getafe que “me iba a acompañar y me acompaña actualmente, que me mostró la espiritualidad ignaciana a la que me he ido adhiriendo”.

Familia, parroquia (movimientos) y colegio son el triduo indispensable para una vivencia y desarrollo de la vida de fe adecuada”, sentencia este joven barcelonés.

Un camino no exento de dificultades

Sin embargo, Pablo reconoce que “el camino hacia el sacerdocio no ha sido sencillo ni espontáneo”, pues aunque intentaba llevar una vida de fe también “la mundanidad hacía de contrapeso”.

De este modo, este joven fui “caminando entre el mundo y el espíritu cayendo y levantándome, pero siempre con la certeza de cuál era el camino correcto y que quería y debía tomar. Nunca fui un chico de fiestas, discotecas o grandes viajes. Más bien me sentía cómodo con la vida sencilla y familiar de la parroquia, el deporte, mi propia familia, los estudios, mi equipo de fútbol (RCD Espanyol)…”.

La Adoración durante la JMJ de Sídney

El primer momento en el que este joven empezó ver indicios de una posible vocación fue durante la Jornada Mundial de la Juventud de Sídney en 2008, precisamente durante una Adoración. “En ese momento no lo valoré como tal pero sí sentí una llamada en mi corazón que más tarde entendí”.

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La universidad fue otro punto importante en el proceso, aunque no exento de sufrimientos. Recuerda Pablo que “el primer año comencé Administración de Empresas en una universidad a la que no me adapté y tiré el curso. Al principio de ese curso sentí que el Señor me llamaba, pero al poco tiempo desestimé la voz del Señor y rechacé iniciar un camino vocacional. Huir de Dios no es una buena idea pues aquello me fue persiguiendo dentro del corazón durante un año y medio. Al curso siguiente cambié de universidad y el curso me fue estupendamente. Además, intensifiqué la vida parroquial dando catequesis y comenzando un grupo de jóvenes en otra parroquia sin dejar la primera”.

El miedo a la llamada del Señor

Este joven recuerda que durante el tercer año de carrera intentaba ahuyentar la vocación estando con una chica, pero entonces le invitaron a un retiro, al cual se apuntó rápidamente. “A una semana del retiro me entró el miedo ya que sabía que en ese fin de semana el Señor me iba a poner delante la vocación de nuevo”, relata.

Dudó en si finalmente ir, pero acabó yendo. Aquel retiro transformó su vida pues “le abrí medianamente la puerta al Señor, y Él entró en tromba, sin dejar ninguna duda de cuál era su voluntad. En la adoración de la noche le di mi “sí” y la paz vino a mi corazón que tanto la anhelaba”.

Al final acabó dejando su vida para ingresar en el seminario, donde superó pruebas y momentos de duda hasta llegar al convencimiento de que estaba llamado a entregarse totalmente. “Ahora estoy feliz de poder ser sacerdote de Jesucristo para sola gloria suya y para el bien de las almas. Mi misión es llevar a las personas a Dios, es decir, a los sacramentos, en especial la Eucaristía y la Confesión. En estas pocas semanas he podido encontrarme de una forma nueva con el Señor en la Eucaristía y a través de la Misericordia en la Confesión. Allí vemos nuestra pequeñez y la grandeza de Dios. Lo nuestro es menguar par que Él crezca”.

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