Quien haya realizado alguna vez el Camino de Santiago habrán tenido como compañeras de viaje y útil guía unas flechas amarillas pintadas en el suelo, en muros, piedras o incluso señales que indicaban cuál era la ruta a seguir. Sus indicaciones, al igual que las conchas, han servido de ayuda a millones de peregrinos durante años.

Desde este pasado mes de febrero, las flechas del Camino ya son oficiales pese a que ya formaban parte de la tradición para los peregrinos y el Consejo Jacobeo las ha unificado a nivel nacional de cara al próximo Jubileo del 2021. Oficialmente, habrá una cada dos kilómetros y en todos los cruces.



El párroco que luchó para revitalizar el Camino
Pero estas flechas no aparecieron por casualidad sino que detrás de ellas está la mano de un humilde párroco de pueblo, que enamorado del Camino de Santiago quiso revitalizarlo siendo uno de los artífices del nuevo florecimiento de esta peregrinación, que el pasado año realizaron más de 300.000 personas.

Elías Valiña era párroco del pueblo lucense de O Cebreiro, situado en la ruta del Camino Francés. Eran los años finales de la década de los 70 y el Camino de Santiago no pasaba por su mejor momento, donde poco a poco iba cayendo en el olvido. Además, los peregrinos que pasaban se quejaban de que en ocasiones era muy difícil seguir la senda porque estaba impracticable o porque no había indicaciones.

Este párroco había publicado en 1965 su tesis doctoral sobre el Camino de Santiago y quería que volviera a ser la senda por la que llegaran hasta el Apóstol que había sido durante la Edad Media.

De visionario a ser recordado por su tenacidad
Don Elías insistió una y otra vez a alcaldes, a políticos regionales y a todo el que se le ponía por delante que había que recuperar el esplendor del Camino. Le tomaron por un visionario muchos de ellos. Pero con su esfuerzo y gracias a sus precisos conocimientos realizó trabajos de limpieza de las rutas originales y recuperó algunos tramos que se habían perdido y por el que hoy transcurren peregrinos de todos los continentes.

Fue en esta dinámica de recuperación como surgieron casi por casualidad las famosas flechas amarillas. Todo empezó cuando el párroco de O Cebreiro vio a los trabajadores de la carretera pintando las líneas amarillas de las vías.

La pintura amarilla sobrante de la carretera
El sacerdote se percató que les habría sobrado mucha pintura, la idea le vino a la cabeza y decidió comprársela. Rápidamente empezó a señalar con flechas el camino a seguir por los peregrinos por las zonas cercanas a su parroquia.

Pero vio que el Camino necesitaba más y con su viejo Citröen llevó estos cubos de pintura hasta la frontera con Francia. Su intención era señalizar todo el Camino hasta Santiago con estas flechas.

La anécdota con la Guardia Civil
Una de las anécdotas más conocidas de esta señalización se produjo en Roncesvalles. Allí fue sorprendido por la Guardia Civil realizando estas marcas. Los agentes le preguntaron qué estaba haciendo y don Elías respondió: “Estoy preparando una invasión desde Francia”.

Los guardias civiles, desconcertados por su respuesta, se lo llevaron al cuartel, pero tras sus explicaciones le dejaron marchar para que continuara señalizando el Camino de Santiago.
A lo largo del camino existen varios homenajes a este sacerdote gallego

Nunca imaginó la repercusión que tendría este gesto impulsivo pero que en la actualidad está presente en las principales rutas del Camino, como el primitivo, el del norte, el francés, el inglés, el portugués, y otros.

La visita de Juan Pablo II
En 1989 se celebró en Santiago de Compostela la Jornada Mundial de la Juventud, que presidió el hoy santo, Juan Pablo II. Miles de esos jóvenes llegaron al encuentro con el Santo Padre guiados por las flechas de don Elías.

Como si su misión se hubiera cumplido, el párroco fallecía a finales de ese mismo año con tan sólo 60 años. Sin embargo, su historia es recordada en el Camino y aquel visionario acabó cumpliendo su sueño de ver esta peregrinación de nuevo en todo su esplendor.