En la lucha por la defensa de los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos, incluyendo el derecho a voto, todo el mundo recuerda a Martin Luther King. Pero en aquellos convulsos días, llenos de tensión y violencia, tuvo también un importante papel una joven monja de raza negra, Antona Ebo, y que se acabaría convirtiendo en un referente de la lucha por la justicia tras ser protagonista en la marcha de Selma (Alabama) en 1965.

El pasado 11 de noviembre murió a los 93 años en la ciudad de San Luis, tras haber derribado durante décadas numerosos muros llevando a todo el mundo la lucha por la justicia desde un contexto católico

Conversa en su juventud
La hermana Ebo, que murió tras 71 años como monja, no nació católica sino que se convirtió mientras vivía una vida muy dura. Nació en 1924 en Illinois y cuando tenía tan sólo 4 años su madre murió. Su padre, desempleado, no podía mantener ni a ella ni a sus hermanos por lo que acabaron en una casa de acogida para niños de color.



Allí conoció a un niño llamado “Bish”, que se escapaba a las iglesias católicas para rezar. Un día invitó a Ebo y ella accedió. En ese momento era bautista pero esta experiencia comenzó a sembrar la semilla de su conversión.

Durante la adolescencia, mientras aún vivía en esta casa de acogida, enfermó de tuberculosis y comenzó a interesarse mucho más por la fe católica gracias a las conversaciones que mantenía con un sacerdote católico que visitaba a los internos. Esto lo tenía que hacer en secreto pero el director se enteró y expulsó a esta joven afroamericana. Estuvo allí entre 1930 y 1942.

El 19 de diciembre de 1942 fue bautizada católica.

Nunca se dio por vencida
Pronto descubrió que quería dedicarse a servir a los demás e intentó ingresar en escuelas de enfermería pero fue rechazada en la gran mayoría debido a su raza hasta que pudo ingresar finalmente en la Escuela de Enfermería de Santa María, dirigida por las hermanas de Santa María.


La hermana Ebo y otros representantes religiosos durante la marcha de Selma, en 1965

Rompiendo todas las barreras
En 1946 se convirtió en una de las tres primeras mujeres de raza negra que ingresaron en esta congregación profesando los votos perpetuos en 1954. Estudió además administración médica y llegó incluso a obtener un título de la Universidad de San Luis. En 1965, con las tensiones raciales en plena ebullición, se convirtió en la directora de registros médicos del hospital de Santa María, convirtiéndose en la primera supervisora de raza negra de un departamento de un hospital.

Y en este contexto llegó la histórica marcha de Selma, en 1965, cuando Martin Luther King encabezó las marchas en defensa del sufragio para las personas negras y cuya primera acabó en el conocido “domingo sangriento”, tras una contundente intervención policial.

Dos días más tarde, entró en acción la hermana Antona Ebo. Una segunda marcha se produciría igualmente en Selma. Su superiora le preguntó si quería unirse a un grupo interreligioso que participaría para defender a este colectivo. Esta religiosa se dio cuenta que necesitaba hacer algo y acabó aceptando.

La importancia de la presencia de una religiosa negra
Una vez allí se sorprendió al ver que era la única persona de raza negra del grupo interreligioso formado por católicos, rabinos y pastores protestantes. Esto también llamó la atención de los numerosos medios de comunicación que había allí.

De repente una joven negra vestida con su hábito acaparaba todas las miradas. En una entrevista en 2015 para FOX dijo que al acudir a la marcha “sabía que me podían pasar cosas que no les pasarían a las otras hermanas”.

Ella sólo quería ser una más, pero tanto sus compañeros como los líderes de aquella manifestación se dieron cuenta que era necesario que una monja negra hablara. “Estaba retrocediendo desde el podio porque realmente no sentía que tuviera nada que decir”, recordaba.


La hermana Ebo, en la marcha de Selma

Una frase para la historia
Sin embargo, sus palabras a la multitud y a todos los estadounidenses supusieron un importante impulso para la defensa de la igualdad: “Estoy aquí porque soy negra, monja, católica y porque quiero dar testimonio”.

La hermana Ebo diría años más tarde que “resultó que el hábito era lo que llamó la atención de todos muy rápidamente, porque antes no se había visto a monjas haciendo algo así”.

Tras la marcha de Selam, y tras desfilar con Luther King, esta monja siguió rompiendo barreras al convertirse poco después en la primera líder religiosa afroamericana en dirigir un hospital, en este caso el Hospital Santa Clara, en Wisconsin.

Durante décadas, complementó su abnegada entrega en la sanidad, ayudando en la atención espiritual de los enfermos y haciéndoles sonreir, con su defensa de los derechos de los más débiles.

Pese a la edad, nunca ha dicho no a seguir defendiendo esta igualdad. En 2014, con 90 años participó en una vigilia de oración por la paz en Ferguson, donde se produjo una oleada de disturbios por problemas raciales y desde donde esta monja ahora fallecida llamó al amor y a la comprensión.