El Papa Francisco ha popularizado por todo el mundo la Desatanudos, una advocación mariana de origen alemán que apenas era conocida fuera del país pero que cuando era arzobispo de Buenos Aires implantó en su diócesis.

Por ello, tiene más mérito aún el apostolado del laico francés Guillaume Verhaeghe, que tras sentir la fuerza de María en las dificultades de su vida fue en 2007 a Costa de Marfil  y ahora abarrota las iglesias para rezar a la Virgen Desatanudos. Cari Filii recoge los frutos que esta advocación ha producido en él y en los que le escuchan:


Así lo recordó él mismo en la última semana de septiembre pasado en el programa De Clés pour vivre [Claves para vivir] de la emisora francesa Radio Présence, donde explicó los orígenes de esta peculiar misión, a la que no parecía llamado cuando era joven. En la devoción a Nuestra Señora sí fue educado por su madre, tanto él como sus cuatro hermanos.

“Pero al pasar la adolescencia, me convertí en un alcohólico”, recuerda: “Bebía más de treinta latas de cerveza al día. Trabajaba para mi padre, quien estaba dispuesto a despedirme con una gran patada en el trasero. Esta situación no podía durar, así que decidí pedir a María que me librase de la adicción a la cerveza. Fui en peregrinación a San Damiano [un lugar de supuestas apariciones en el norte de Italia, luego rechazadas por el obispo local] y desde mi regreso hasta hoy no he vuelto a beber ni una gota de cerveza”.

Guillaume confiaba a la Madre de Dios sus grandes decisiones. Salía con una chica que quería romper con él, que vacilaba. Acudieron al mismo sitio a pedir consejo. La semana siguiente se separaron como amigos.

Entonces le hizo una promesa a la Virgen: acudir a rezar a sus pies durante nueve meses para que Dios le enviase una buena esposa. “Al tercer mes de mi novena conoció a mi futura esposa, al sexto mes nos comprometimos y al noveno mes nos casamos”, resume. Fueron bendecidos con tres hijos, pero también en esto intervino la oración, porque el segundo se hizo esperar cinco años desde el nacimiento del primogénito. Desesperados, en mayo de 2003 habían consagrado de nuevo a Nuestra Señora esa intención… y en marzo de 2004 llegó el segundo y en diciembre de 2005 el tercero.

Hoy este matrimonio, sin embargo, está roto en su convivencia, una espina en el corazón de Verhaeghe: “Estoy casado ante Dios aunque no ante la ley de los hombres”, lamenta, sin precisar los motivos del divorcio, aunque apunta a que las disparidades surgieron a raíz de los acontecimientos que iban a empezar a suceder en su vida.


En junio de 2005, justo durante el embarazo de su tercer hijo, cayó en una profunda depresión. Fue entonces cuando conoció la devoción a María Que Desata los Nudos, a quien hizo una novena durante la cual reparó que nunca había perdonado a alguien que debía haberle amado y no lo había hecho, y que esa falta de perdón era una llaga en su alma. Escribió una simbólica carta de perdón a esa persona, ya fallecida, y ese día en misa, tras comulgar, sintió que ese nudo se desataba. La Virgen Desatanudos ganó aquel día un apóstol incansable, que dejó su trabajo en una empresa textil para emprender un negocio de venta de rosarios y objetos religiosos con el que difundir la devoción mariana.



En marzo de 2007 conoció en su casa de Lille (Francia) a un sacerdote costamarfileño, Norbert Erik Abékan, párroco en Abiyán, la principal ciudad del país, quien le invitó a dar unas conferencias allí y en la capital Yamusukro. “Fue la primera vez en mi vida que hablé de la Virgen María ante miles de personas y en la radio”, recuerda: “Quedé conquistado por la amabilidad, el fervor y la fe de los marfileños, así que cuando volví a Francia diez días después no tenía otra idea en la cabeza que volver lo antes posible”.


Y lo ha hecho desde entonces por largos periodos, convencido de su misión: “No es fácil vivir lejos de mi esposa y de mis hijos. Pero cuando vuelvo a Francia para estar con ellos durante sus vacaciones escolares, vivimos momentos muy intensos”.

Mientras tanto, su trabajo en este país del golfo de Guinea da frutos, recorriendo una parroquia tras otra, siempre con gran acogida: “Por todas partes por donde paso la acogida es muy calurosa. Durante nueve días nos reunimos para rezar a la Virgen María confiándole un nudo, un problema, una dificultad que nos paraliza. Entonces, la Virgen María, que nos ama extraordinariamente, intercede por nosotros ante su Hijo para que nos libere de nuestros nudos, de nuestras cadenas. La gente acude numerosa a estas sesiones de oración. Como un niño que abre su corazón a su madre, también quieren abrir sus corazones a nuestra tierna Madre celestial y confiarle todas sus alegrías, todas sus penas”.

A lo largo de esos nueve días se aprecia un cambio: “Al principio de las novenas que animo, los rostros están cerrados, llenos de tristeza y desesperación. A medida que avanzamos en la novena, se distienden. Los corazones se apaciguan, porque se abren al amor infinito de Dios. El último día es la apoteosis, con gritos de alegría y la tranquilidad en los corazones, como me llega con muchos testimonios. Dicen con toda sinceridad que han reencontrado la paz de corazón que perdieron mucho tiempo atrás“.

La novena concluye entonces con una misa de acción de gracias por los beneficios recibidos por intercesión de la Virgen María, porque “el drama de nuestra sociedad es que quiere vivir sin Dios, que es nuestro Creador, que nos ha insuflado la vida y que por tanto debería ocupar el primer lugar en nuestro corazón. Sin embargo le dejamos un milímetro cuadrado, y únicamente nos volvemos hacia Él cuando no hay más remedio y renegamos de Él si no nos satisface al minuto siguiente“.

Esa confianza y esa perseverancia en la oración es, por ello, muy eficaz, y la Virgen Desatanudos lo es particularmente en la solución de problemas matrimoniales y familiares, y que eso lo ha sentido incluso en su caso, afirma. E invita a rezar el rosario porque, “cuando se reza el rosario, el corazón de nuestra Madre María se abre completamente para darnos sus gracias”.