Juan Miguel Villar Mir tiene 85 años y una larga trayectoria en el ámbito educativo, político y empresarial. Con dos cátedras fue vicepresidente de Asuntos Económicos del primer gobierno tras la dictadura y de repente decidió lanzarse al mundo empresarial comprando empresas en quiebra. Así creó OHL, en la actualidad uno de los mayores conglomerados empresariales de España y Europa.

Pero además, el marqués de Villar Mir es una persona religiosa y defensora de la familia. Una de las torres más altas de Madrid es de su propiedad y en ella ordenó instalar una capilla en la que se encuentra el Santísimo expuesto y cuya luz se puede ver desde kilómetros de distancia. En una entrevista para la Revista Misión habla también de la importancia de Dios y de la oración en su vida así como del papel de la familia:


- La receta es muy sencilla: trabajar, trabajar y trabajar. Y empezar siendo buen estudiante [obtuvo matrícula de honor en todas las asignaturas de Bachillerato y fue número uno de su promoción en Derecho y en Ingeniería de Caminos, que cursó simultáneamente]. Hasta los veintitantos años, lo más importante que puede hacer una persona que quiere triunfar en la vida es estudiar y cuanto más, mejor. Además, he tratado de cultivar siempre la estabilidad emocional, que es la segunda condición de la receta.


- Con voluntad. La condición de ser emocionalmente estable, de nacimiento, no la tiene nadie. Hay que crearla día a día, comprendiendo que ningún colaborador nuestro tiene la culpa de que un día surja un problema de salud, familiar o económico. Para ser un directivo eficaz, hay que ser eficaz en los momentos fáciles y en los difíciles. Y eso exige trabajar con continuidad, y también con regularidad de carácter. Un colaborador frustrado, aunque quiera, no hace las cosas bien; para ello, es necesario que las personas que nos rodean estén felices. Todos tenemos la obligación de servir a los demás y hacerlos felices.
 

 - Servir a los demás supone portarse siempre bien con los demás, ser atento, tratarlos como quieren ser tratados. Con eso se les hace felices. Con la suerte de que felicidad y eficacia van de la mano.
 

- Esto vale también para nuestro matrimonio, para nuestros hijos y nietos, para nuestros amigos… Una persona que solo pensara en sí misma sería la más desgraciada, porque lo que produce satisfacción es ser útil para los demás. Es lo que te hace dormir bien y tener salud. El que no sirve a los demás tiene que vivir muy amargado, porque quien no se porta bien con el resto, no puede esperar que se porten bien con él. Todo es recíproco, así que lo más rentable en la vida es ser bueno.


- En la vida es fundamental no equivocarse. Y el que, porque algo le ha salido bien, se hace presumido o, peor todavía, altanero, está cometiendo un grave error. El éxito exige cada día actitud de trabajo, serenidad, atención a los demás y, lo que es más importante, humildad. Lo sensato es actuar de forma humilde y querer hacer las cosas bien, sabiendo que todo lo podemos hacer mejor. La presunción es uno de los defectos más graves, especialmente en el ámbito de las relaciones laborales.


Villar Mir es muy amigo del Rey Juan Carlos

 

- Desgraciadamente, la corrupción existe y en esto también hay que tener las ideas muy claras. Las personas que aceptan participar en un entramado de corrupción están cometiendo un error fundamental, análogo al de incumplir un compromiso: se pierde el prestigio y el respeto de los demás. Claro que en la vida, y más estando en treinta países, surgen ofrecimientos y tentaciones vinculados con la corrupción. Pero ese error no se puede cometer. De ninguna manera.
 

- Confiando en la verdad y en que todo siempre se acaba aclarando. Hay que reaccionar con rapidez y contratar al abogado necesario para que defienda la verdad, pero después hay que olvidarlo para no perder el tiempo.
 

- Lo primero es enterarse, de verdad, de lo que ha pasado. En nuestro caso, ves que se imputan falsedades y pasas página. Lo que supondría un verdadero problema es si, efectivamente, alguna de esas acusaciones encubriera un comportamiento dañino para los demás. Eso sí afectaría a la familia, aunque, cuando tienes una familia a la que quieres y cuidas, no nacen esos comportamientos.


- Tengo la suerte de tener a mi lado a una esposa encantadora, Silvia. He puesto un busto suyo en el despacho para tenerla siempre presente. Llevamos casados, “solo”, 57 años, y en ese tiempo, hablando con propiedad, no hemos tenido ni una discusión seria. Nos queremos mucho, somos muy felices juntos y tenemos tres hijos y siete nietos que nos dan muchas satisfacciones.
 
Para trabajar con eficacia, es necesario tener paz en el hogar. De hecho, en el mundo de las grandes responsabilidades –salvo excepciones–, los solteros y los divorciados están menos valorados. Tener un matrimonio estable ayuda a tener un comportamiento estable. Hay que ser feliz en la familia para poder ser eficaz fuera de casa.
 

- Eso lo tendrán que contestar ellos. En mi caso, de mi padre no recibí herencia económica, pero sí un ejemplo excelente de buena educación, respeto a la palabra dada, cumplimiento de los compromisos, honradez… Y de mi madre, el cariño, el afecto y la ternura que deben dedicarse a los demás. Ese legado de honorabilidad, de honradez y de cariño es la herencia que más les servirá a los hijos en la vida. Si hay bienes económicos, bendito sea Dios, pero lo fundamental es el carácter.
 

- Mantener una familia feliz y contenta es sencillo, lo incómodo y difícil es mantener una familia disgustada. Si no dedicas tiempo a tu familia para que sea feliz, nunca lo será.Tienes que contribuir. Si lo haces, el resto de los miembros responderán de la misma forma.
 

- Sí. No a diario, pero sí con frecuencia.


Así es la luz que indica que el Santísimo está expuesto en la capilla del rascacielos de Villar Mir
 


- Lo más importante en la vida tiene que ser Dios. Luego, la familia y, después, el trabajo. Pero en cuanto al tiempo dedicado, el orden suele ser el inverso: dedicamos mucho tiempo al trabajo, bastante a la familia y menos del que debiéramos a Dios.
 

- La verdad es que rezo menos de lo que debería, aunque trato de ser todos los días buena persona y no ofender a nadie. Y me acuerdo mucho del “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
 


- Sí. ¡Yo confío mucho en la misericordia y en la gran caridad de Dios! Y confío en que reciba una cierta bienvenida cuando me presente ante san Pedro. En ese balance, creo que en mi atención directa a Dios y en mis rezos sacaría una nota aceptable, no brillante, pero considero que, en ese sentido, me ayudará el hecho de haberme esforzado durante toda mi vida por querer a los demás.
 

- Con la satisfacción de haber cumplido otro deber más.